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Feijóo, de menos a más sin dejar de mirar a Sánchez
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Antonio Casado

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Feijóo, de menos a más sin dejar de mirar a Sánchez

El líder del Partido Popular alimentó a quienes le acusan de reconocerse en la oposición antes de las votaciones

Foto: Cuca Gamarra, Alberto Núñez Feijóo y Elías Bendodo llegan al Congreso para el debate de investidura. (Reuters/Juan Medina)
Cuca Gamarra, Alberto Núñez Feijóo y Elías Bendodo llegan al Congreso para el debate de investidura. (Reuters/Juan Medina)
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Alberto Núñez Feijóo fue de menos a más, como dicen los cronistas deportivos. Pero solo le aplaudieron los suyos. Estuvo convincente en la explicación de sus propuestas, aunque le faltó frescura al principio. Y, a mi juicio, le sobró la parte del discurso expuesto desde la tribuna sin dejar de mirar a Sánchez ("Yo soy un presidente de fiar").

Debió cuidarse más en no dar cuartos a los pregoneros que le acusan de verse derrotado antes de la votación de mañana, solo porque, a diferencia de Sánchez, no está dispuesto a mentir, provocar rupturas sociales absurdas o aceptar lo que piden "quienes tienen como objetivo desmembrar España".

Foto: Alberto Núñez Feijóo tras su discurso del debate de investidura en el Congreso de los Diputados. (Reuters/Juan Medina)

Tampoco eso aportaba nada nuevo en la narrativa del candidato, amén de insistir en la presunta "deslealtad constitucional" del PSOE (propuesta como nueva figura delictiva), la confiscación de las instituciones de los Gobiernos de Sánchez, el abuso del decreto ley o la utilización de los fondos europeos como si fueran del Gobierno y no del Estado.

Demasiado tiempo para el precalentamiento de su investidura. Los dos meses transcurridos desde que ganó las elecciones han convertido su narrativa en una repetición de frases enlatadas. Sobre todo, las de naturaleza política, las que le obligan a explicar no solo lo que haría si fuera presidente, sino también lo que no haría para serlo: "Ni amnistía ni autodeterminación, que están fuera de la Constitución y eso no es ética ni jurídicamente inaceptable". Amén de comprometerse a revertir la reforma del Código Penal que suprimió la secesión y suavizó las penas por malversación.

Los dos meses transcurridos desde que ganó las elecciones han convertido su narrativa en una repetición de frases enlatadas

Todo eso nos devolvía la imagen de un Feijóo que, en algunos momentos, efectivamente, parecía estar debutando ya como líder de la oposición de la legislatura recién estrenada. De hecho, empezó metido de hoz y coz en el contexto político del momento, marcado por la amnistía, surfeando la ola que la da por hecha en las intenciones de Sánchez.

Argumentos previsibles y sobradamente conocidos. Desde el alivio fiscal a emprendedores y familias hasta esos seis pactos de Estado que, tras su encuentro de finales de agosto con Sánchez, despachó la contraparte socialista con términos tan despectivos como "paripé", "pérdida de tiempo", "escenificación inútil", etc.

La aritmética parlamentaria reserva la misma suerte a esos seis pactos inspirados en la necesidad de superar el polarizado tablero de izquierdas y derechas, "para que España siga siendo una democracia plena". Entre otras cosas, porque vienen lastrados desde hace mucho tiempo por el obstruccionismo del PP en la renovación del CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) y por la complicidad del PSOE con fuerzas políticas de confesada hostilidad al Estado y la Constitución.

Con ese lastre en la mochila del PP y con la urgencia política que apremia a Sánchez, me parece que solo conduce a la melancolía hablar de pactos institucionales para devolver a la política el prestigio y la confianza que le fue arrebatada en los últimos años, según pedrada de ida y vuelta entre ambos.

Foto: Alberto Núñez Feijóo, en un momento de su discurso en la tribuna del Congreso. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

No fue la parte más novedosa de su discurso, pero fue la de mayor contenido propositivo. Especialmente en lo que se refiere a los servicios públicos y la mejora del estado del bienestar (vivienda, conciliación, educación, pensiones, sanidad, etc.), con un bien trabajado programa de actuaciones que, en mi opinión, fue la parte más interesante del discurso de Feijóo, aunque nada nuevo para quien se hubiera tomado la molestia de valorarlo cuando lo entregó en la Moncloa el pasado 30 de agosto. Nunca es tarde si en esta ocasión consigue la atención que merece.

Convincente y descriptivo estuvo también, en mi opinión, en la parte dedicada a la mejora de la economía nacional, respecto a la que propone un plan que garantice crecimiento y sostenibilidad, sin olvidar el apoyo a las familias más vulnerables o la captación de inversiones extranjeras, sin dejar de ser crítico con “el Gobierno que ha traído a España a medio millón de pobres”.

Alberto Núñez Feijóo fue de menos a más, como dicen los cronistas deportivos. Pero solo le aplaudieron los suyos. Estuvo convincente en la explicación de sus propuestas, aunque le faltó frescura al principio. Y, a mi juicio, le sobró la parte del discurso expuesto desde la tribuna sin dejar de mirar a Sánchez ("Yo soy un presidente de fiar").

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