Al Grano
Por
Un mundial con mucha trastienda
Ahora hemos sabido que, por culpa de Rubiales, España estuvo a punto de perder el Mundial de Fútbol de 2030
A mayor gloria del candidato Sánchez, el diputado Óscar Puente blasfemó en el templo de la palabra, pero mejoró la imagen del denostado Feijóo, así como las vomitonas antiespañolas de Puigdemont mejoran la imagen de Felipe VI. Ítem más, el concejal Daniel Viondi cacheteó sin consentimiento la cara del alcalde de Madrid, pero hizo crecer al líder socialista madrileño, Juan Lobato, como eventual alternativa de un PSOE libre de sanchismo (tomen nota).
Hacerse representar por personajes de semejante madera también retrata al patrocinador, pero eso no tendría mayor importancia si, de una u otra forma, estas amistades peligrosas no influyeran en asuntos de mayor cuantía. Véase lo ocurrido con Luis Rubiales cuando hizo saber al mundo que sus poderes federativos estaban en la entrepierna. Ahora ya sabemos que, por su culpa, por su grandísima culpa, España estuvo a punto de perder el Mundial de Fútbol de 2030 (48 países, 104 partidos).
"Será un gran acontecimiento bajo la sabia dirección de Su Majestad el Rey", reza un comunicado del gabinete de Mohamed VI
A balón pasado nos hemos enterado de que la FIFA amenazó con apearnos del consorcio hispano-luso-marroquí si no se daba una salida creíble al escándalo que puso al fútbol español en la picota a raíz del impresentable comportamiento de Rubiales y sus colaboradores principales tras el viral escándalo del beso robado a la futbolista Jenni Hermoso.
Por suerte, para el candidato Sánchez, hubo defenestración total de Rubiales y las aguas se calmaron en la estructura federativa del fútbol internacional. Pero eso no ha tapado las sombras que aparecen en la trastienda de este Mundial. Precisamente las derivadas de otra amistad peligrosa que, salvando las distancias del mayor rango, condiciona el desempeño del todavía presidente del Gobierno en funciones.
Me refiero al rey Mohamed VI, con el que Moncloa quiere tener la fiesta en paz. Y si hay que cederle la final a Casablanca, y no al flamante Bernabéu de Madrid, pues todo sea por los tradicionales lazos de amistad con el país vecino. Hay precedentes. Antes ya había sido el giro de guion en la cuestión del Sahara. Y luego, promover la organización compartida del Mundial 2030 con el régimen marroquí, incluida su presentación en sociedad el pasado miércoles, a mayor gloria de Su Majestad. Sánchez lo planteó ya en 2018, al principio de su mandato, tras la moción de censura a Rajoy, pero es ahora cuando se ha consumado.
Lo que no se entiende es el uso político y mediático de la supuesta "elección por unanimidad" de la candidatura hispano-lusa-marroquí, cuando en realidad el Consejo de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol) no tenía otras opciones. Sencillamente, era candidatura única. Un liberal irrecuperable diría que siempre será un mal negocio el que no nace de la competencia.
"Será un gran acontecimiento bajo la sabia dirección de Su Majestad el Rey", reza un comunicado del gabinete de Mohamed VI. Con impostada solemnidad se reconoce el "lugar destacado de Marruecos en el concierto de las grandes naciones". Supongo que se refiere a España, Portugal, Uruguay y Paraguay, las cuatro que, junto a Marruecos, acogerán la celebración de los partidos en sus distintas fases, sin dejar de librar entre ellos una carrera de sacos por una mayor cuota de protagonismo.
El remate es la felicitación de Marruecos a España y Portugal, como si fueran socios subalternos en la organización del magno acontecimiento mundial, aunque los dos países ibéricos son los que disponen de mejores infraestructuras deportivas para llevarlo a cabo. Cierto, pero qué le vamos a hacer, si al presidente de la FIFA, Giovanni Infantino, le hace ilusión celebrar el centenario del Mundial en tres continentes distintos que se pelean por quedarse en sus respectivos estadios con los partidos de mayor tirón. También eso forma parte de la trastienda de una decisión en la que se han impuesto los Estados que arropan sobre las federaciones que organizan.
A mayor gloria del candidato Sánchez, el diputado Óscar Puente blasfemó en el templo de la palabra, pero mejoró la imagen del denostado Feijóo, así como las vomitonas antiespañolas de Puigdemont mejoran la imagen de Felipe VI. Ítem más, el concejal Daniel Viondi cacheteó sin consentimiento la cara del alcalde de Madrid, pero hizo crecer al líder socialista madrileño, Juan Lobato, como eventual alternativa de un PSOE libre de sanchismo (tomen nota).