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El día de Leonor y sus teatrales plantones
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Antonio Casado

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El día de Leonor y sus teatrales plantones

Tal vez algunos quieran aprovechar los actos de mañana para desempolvar el obsoleto debate entre monarquía y república

Foto: La princesa Leonor, en la Fiesta Nacional. (LP)
La princesa Leonor, en la Fiesta Nacional. (LP)
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En vísperas del juramento constitucional de la heredera de la Corona, Leonor de Borbón, ante las Cortes Generales, me remito al magisterio de J. A. Zarzalejos. Sobre todo, a la tesis de que la aversión de los amigos republicanos y plurinacionales de Sánchez a la monarquía la han reforzado después de los años que siguieron a la abdicación del rey Juan Carlos en 2014.

Mañana es el día de Leonor, aunque también podía ser declarado el día de la rabia que inspira a los diputados independentistas, ministras de Podemos y presidentes de Euskadi y Cataluña. Su teatral ausencia en el solemne acto de mañana sirve para realzar el papel de la jefatura del Estado que Felipe VI ha convertido en "referente de certeza y solidez" en una España amenazada por furtivos procesos de "mutación constitucional".

Cuando los seguidores de Iglesias, Puigdemont y Junqueras arremeten contra el Rey o queman públicamente su foto, están expresando su rabia no tanto contra la monarquía, sino contra la legitimidad de un Estado que no reconocen y al que consideran una prórroga del franquismo.

El Rey está en el vértice superior del orden constitucional. Y personaliza el derecho a la legítima defensa del Estado frente a quienes aspiran a destruirlo. Por eso, el independentismo catalán no perdona a Felipe VI su famoso discurso del 3 de octubre de 2017 contra la "deslealtad inadmisible de la Generalitat". Lógico, porque vieron muy de cerca la innegociable fuerza del Estado de derecho, en la voz de su máximo representante.

La ausencia del Rey emérito supone que visualizar la continuidad sucesoria pesa menos que la declaración de principios de Felipe VI

Así que tal vez algunos quieran aprovechar los acontecimientos de mañana (acto institucional en el Congreso, almuerzo oficial en el Palacio Real y cena familiar en el Palacio del Pardo con asistencia del Rey emérito) para desempolvar los lugares comunes de la obsoleta confrontación entre monárquicos y republicanos. El debate huele a naftalina y es ajeno a las preocupaciones reales del ciudadano.

Y en este punto no se me ocurre mejor referencia simbólica que aquel día de diciembre de 2020 en que Felipe VI fuese recibido a los gritos de "¡Viva el Rey!", al inaugurar una exposición sobre Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, en el 80 aniversario de su fallecimiento. Y si hoy levantara la cabeza, no dudaría en abrazarse a la España pacificada, tolerante, plural, laica, descentralizada y reconocida como una de las veintitantas democracias más avanzadas del mundo.

Quienes arremeten contra el Rey no expresan su rabia contra la monarquía, sino contra el Estado que quieren destruir

La calidad del compromiso de la Corona con la Constitución y los valores republicanos recogidos por un régimen de monarquía parlamentaria se vio empeñada por el reprobable comportamiento personal del abuelo de la princesa Leonor en la última fase de su reinado. Pero su ausencia en los actos de la mañana (solo estará en la cena familiar del Palacio del Pardo) supone que el deseo de visualización de la continuidad sucesoria, inherente al carácter de la monarquía, pesa menos que la fundacional declaración de principios de Felipe VI al ser proclamado rey de España hace casi nueve años: "La Corona debe velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, solo de esa manera se hará acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones".

Así es como Felipe VI se ha convertido en un potente avalista de la marca España. En marzo de 2020 retiró la asignación oficial de la Casa del Rey a don Juan Carlos y renunció a la herencia que le pudiera corresponder por parte de padre. Obras son amores. En nombre de la transparencia y la ejemplaridad. Ahí no había retórica. Fueron decisiones valientes en defensa de la Corona y de la imagen internacional del país.

Es la mejor herencia que puede recibir doña Leonor de Borbón como futura reina de España. Mañana será oficialmente la heredera de la Corona, al alcanzar la mayoría de edad y jurar la Constitución. Justo el 31 de octubre de 2023. Ni un día antes, ni un día después. Aunque el Gobierno esté en funciones, el Poder Judicial pendiente de renovación y el Parlamento vaya a medio gas. Así resaltan las gracias de la institución. Continuidad y permanencia, al margen de los vaivenes políticos y el ruido de los componentes antimonárquicos y plurinacionales de la llamada ecuación Frankenstein, a punto de renovarse sobre bases de dudosa consistencia.

En vísperas del juramento constitucional de la heredera de la Corona, Leonor de Borbón, ante las Cortes Generales, me remito al magisterio de J. A. Zarzalejos. Sobre todo, a la tesis de que la aversión de los amigos republicanos y plurinacionales de Sánchez a la monarquía la han reforzado después de los años que siguieron a la abdicación del rey Juan Carlos en 2014.

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