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Un pacto con pies de barro
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Antonio Casado

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Un pacto con pies de barro

Que el espanto no distraiga de la fe en las instituciones. Las tablas de la ley valen más que la palabra de Puigdemont y Sánchez

Foto: La legislatura de Pedro Sánchez tiene los pies de barro. (Reuters/Susana Vera)
La legislatura de Pedro Sánchez tiene los pies de barro. (Reuters/Susana Vera)
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Borges en la memoria. Lo que no une el amor, que lo una el espanto. Aznar y González, el CGPJ (en funciones, sí, lo mismo que el Gobierno), el comisario de Justicia de la UE, jueces, abogados del Estado, empresarios, inspectores de Hacienda, diplomáticos, etc. Podemos declarar bajo juramento que no han sido pastoreados por Feijóo (ni por Abascal) para amargar la investidura a Pedro Sánchez.

El espanto funciona como banderín de enganche contra el canje amnistíaXinvestidura. Suele ocurrir cuando se trafica con bienes patrimoniales del pueblo soberano (nación indivisible, imperio de la ley, igualdad de personas y territorios, separación de poderes, etc.), en un grosero apaño oportunista so pretexto de mejorar la concordia entre los españoles. Filantrópica intención carente de credibilidad, pues solo pretende colmar la ambición de un líder. Pero toca fibras sensibles de la anatomía del Estado. Y eso no se debe hacer sin apoyarse en los dos pilares de la centralidad, so pena de atizar la polarización y generar la inestabilidad que lastra el progreso de un país.

La balcanizada ecuación de apoyo a Pedro Sánchez funcionará con toda seguridad en la sesión de investidura de la semana próxima, aunque tiene los pies de barro de cara a la legislatura. No solo porque ha disparado el malestar en la calle y en las instituciones. Es que nadie puede garantizar que las agendas de otros componentes de la ecuación (PNV, Podemos, Coalición Canaria, etc.) vayan a sincronizarse siempre con los objetivos concertados por Sánchez y Puigdemont.

Para colmo, ni siquiera quedan claros los pasos a dar que obligan con carácter imperativo a las partes firmantes del acuerdo. Dicho sea, en favor de la coartada del sanchismo para sostener que hay encaje en la Constitución y que el PSOE no se ha vendido al independentismo. El mandato respecto a los tres grandes objetos del trato (amnistía, investidura, legislatura) se expresa con una fórmula alejada de lo que se entiende por "compromiso": "Ambas partes tendrán que acordar".

Nadie garantiza que las agendas de otros componentes de la ecuación (PNV, Podemos, CC, IU, etc.) vayan a sincronizarse

A partir de ahí, se recita el viejo repertorio del independentismo. Y al tiempo, se recoge la posición clásica del constitucionalismo respecto al derecho de autodeterminación, la independencia fiscal o el reconocimiento de Cataluña como nación. En teoría, Junts se obliga a prestar sus siete escaños del Congreso a la investidura y la legislatura de Sánchez a cambio de una ley de amnistía y el fomento de una mayor participación de Cataluña en el orden internacional. Pero solo si se avanza en el cumplimiento de los acuerdos que vayan negociándose.

Las tablas de la ley siempre estarán por encima de la concertada palabra de un huido de la justicia y un dirigente político con pocos escrúpulos en la lucha por el poder. Que el espanto no nos distraiga de la fe en las instituciones. Si la Constitución sobrevivió a ETA, al golpe de Tejero en 1981, los salvajes atentados terroristas de 2004, un traumático relevo en la Jefatura del Estado en 2014 y la intentona secesionista de 2017 en Cataluña, también sobrevivirá a una voluntarista hoja de ruta con más agujeros negros que el juego de la oca.

Foto: Carles Puigdemont. (EFE/Olivier Matthys)

No demos por hecha la estabilidad de la legislatura próxima, basándonos en la presunta cohesión pactada en Bruselas por dos fuerzas políticas dentro de una ecuación tan balcanizada como la que se dispone a atornillar a Sánchez en la Moncloa. Se encomienda la gobernabilidad a los siete diputados de Junts. Y eso depende de que el PSOE pueda bajarles la luna para que puedan mantener sus necrosadas aspiraciones identitarias. ¿Y quién garantiza el acompasamiento de los otros 343? ¿O el de los otros 222, si los de Sánchez y Puigdemont siguen de la mano?

Ítem más, antes o después, alguien tendrá que hablar en nombre de los dos millones de votantes catalanes de adhesión constitucional (dejo fuera al medio millón de Sumar), que son invisibles en los apaños de Bruselas, aunque en las últimas elecciones generales doblaron al escaso millón de votantes independentistas.

Borges en la memoria. Lo que no une el amor, que lo una el espanto. Aznar y González, el CGPJ (en funciones, sí, lo mismo que el Gobierno), el comisario de Justicia de la UE, jueces, abogados del Estado, empresarios, inspectores de Hacienda, diplomáticos, etc. Podemos declarar bajo juramento que no han sido pastoreados por Feijóo (ni por Abascal) para amargar la investidura a Pedro Sánchez.

Amnistía Carles Puigdemont
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