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El monstruo de las dos Españas se despereza
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Antonio Casado

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El monstruo de las dos Españas se despereza

Miedo da la advertencia de Feijóo a Sánchez: "Cuando ERC y Junts le fallen, no me busque"

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), saluda al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, tras la investidura. (Europa Press/Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), saluda al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, tras la investidura. (Europa Press/Parra)
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Si viviera Donoso Cortés, teólogo decimonónico del pensamiento conservador, diría que este parlamentarismo del siglo XXI se ha derrumbado sobre formalidades vacías. Por ejemplo, las que aplastan la libertad de conciencia del diputado (ver artículo 67.2 de la CE, por favor). O las que imponen protocolizadas formas de dominación cuando unas minorías "turbulentas" (subversivas, diría yo) pueden decidir el rumbo del Estado en virtud de una carambola aritmética.

El espectro de su famoso discurso sobre la esencia de la dictadura (4 enero 1849) planea sobre el debate político nacional al iniciarse la XV temporada del régimen del 1978. Donoso dijo que, puestos a elegir entre la que viene de abajo ("dictadura del puñal") o la que viene de arriba ("dictadura del sable"), él elegiría la segunda, por venir de regiones "más limpias y serenas".

No pretendo forzar apuestas por una u otra forma de dominación, porque todas son inhumanas, sino remitirme al origen de la última dictadura sufrida en este país. Fue el amargo desenlace del choque machadiano entre las dos Españas. Esa es la clase de monstruo que, como señaló el otro día la diputada canaria, Cristina Valido, suele venir lento y silencioso si le allanamos el camino de vuelta con la polarización, el enfrentamiento, la revuelta callejera y la falta de respeto entre los actores políticos.

Ahí estamos, aunque el relato de los ganadores lo niegue. Y aunque los más ingenuos, quienes creíamos que un presidente del Gobierno de la nación nunca pasaría por las horcas caudinas de los enemigos de España, creamos ahora que el funcionamiento de las instituciones siempre valdrá más que la concertada palabra de Sánchez y Puigdemont.

El famoso discurso de Donoso Cortés sobre las dictaduras (1849) planea sobre el debate político al iniciarse la XV temporada del régimen del 78

El discurso fabricado en la Moncloa con balsámicas intenciones es pobre, simplón, fungible y biodegradable. Que el PP no acepta el resultado de las elecciones y que vale todo con tal de ver a la ultraderecha fuera del Gobierno. Si bien, tampoco está mejor elaborada la réplica del PP: "Pedro Sánchez es un enemigo del Estado de derecho".

La demagogia también es pasto fresco para la voracidad del monstruo que se despereza tras un largo sueño de cuarenta y cinco años, el periodo más fecundo y pacífico de nuestra historia. Miedo da la advertencia de Feijóo negándose por anticipado a reencontrarse con el PSOE en la centralidad por el bien del Estado. "Cuando ERC y Junts le fallen, no me busque". Se lo dijo a Sánchez cuando el ecosistema social-político-mediático se iba sobrecargando de objetores al plan "AmnistíaXinvestidura" (jueces, abogados, diplomáticos, militares, empresarios, inspectores de Hacienda, etc).

Arranca un tiempo político condicionado por los costaleros de Sánchez. Unos quieren irse de España y otros proclamar la República

Los españoles siguen esperando que alguien les explique por qué hubo necesidad de acorazar policialmente el Congreso de los Diputados para que Sánchez pudiera salir elegido por mayoría absoluta y reírse a carcajadas de Feijóo (jamás habíamos visto semejante falta de respeto al adversario político), mientras hablaba al dictado de la portavoz de Junts.

Si con estos antecedentes quedamos a la espera de una legislatura apacible, estable y duradera, estamos peor de lo que imaginaba. Me quedo con el contraste entre la seriedad reflejada en el rostro de Felipe VI y la cara sonriente del presidente durante la jura del cargo en el Palacio de la Zarzuela.

Así arranca un tiempo político condicionado por los costaleros plurinacionales y republicanos del Gobierno. El sueño de unos es irse de España. Antes o después. El de otros, proclamar la República. Antes o después. Esos son los compañeros de viaje de Sánchez. Que Sánchez les deba el cargo anuncia una España desamparada y un Estado acosado desde dentro.

¿Qué puede salir mal en el desempeño de la balcanizada ecuación de poder que promete "estabilidad" y "progreso"?

Si viviera Donoso Cortés, teólogo decimonónico del pensamiento conservador, diría que este parlamentarismo del siglo XXI se ha derrumbado sobre formalidades vacías. Por ejemplo, las que aplastan la libertad de conciencia del diputado (ver artículo 67.2 de la CE, por favor). O las que imponen protocolizadas formas de dominación cuando unas minorías "turbulentas" (subversivas, diría yo) pueden decidir el rumbo del Estado en virtud de una carambola aritmética.

Pedro Sánchez Alberto Núñez Feijóo
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