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Gaza y el apagón de la condición humana
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Antonio Casado

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Gaza y el apagón de la condición humana

En el mitin rojigualda del PSOE, Sánchez se remitió a las razones humanitarias de la posición española en el conflicto entre Israel y Hamás

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Jesús Hellín)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Jesús Hellín)
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"Más vale honra sin barcos que barcos sin honra", dijo Méndez Núñez siglo y medio antes de que Pedro Sánchez descubriera las ventajas de cambiar principios por sillones. Así que, aunque el salmo del marino gallego no sea de aplicación al actual presidente del Gobierno, por aquello de que la excepción confirma la regla, ¡viva la excepción!

Insisto en línea con mi anterior entrega sobre la posición oficial de España en el conflicto de Gaza. Muy de acuerdo, aunque a España le cueste un conflicto diplomático con Israel y no estar "en el centro de los acontecimientos", como le tengo oído a su embajadora israelí, Rodica Radian-Gordon.

Va de salmos con moraleja. El judío Netanyahu abraza el cristiano "quien no está conmigo está contra mí" (Mateo 12:30), al proferir la burrada de que el Gobierno español apoya el terrorismo de Hamás, con aviso incluido de que eso tendrá consecuencias. "No olvidamos a quienes apoyan a terroristas" (ministro de Asuntos Exteriores, Eli Cohen).

Escandalosa sordera la de Tel Aviv ante la inequívoca condena española de los execrables asesinatos del 7 de octubre, mientras se ofende por las alusiones al baño de sangre que el Ejército israelí está causando en la población civil de Gaza. Asimetría argumental que nace del victimismo de una de las partes abocadas por la historia y el derecho internacional a compartir el espacio marcado por la tragedia intermitente desde hace 75 años.

Curioso el abrazo del judío Benjamín Netanyahu al cristiano "quien no está conmigo está contra mí" (Mateo 12:30)

Me refiero a la angustia de vivir junto a vecinos que te quieren echar al mar. Por eso Israel invoca el derecho a defenderse y a vivir dentro de fronteras seguras. Pero ese sentimiento colectivo también atenaza al pueblo palestino, convencido de que es el poderoso vecino el que quiere echarlo al mar y quedarse manu militari con absolutamente toda la tierra prometida. Pruebas de esa intención no le faltan.

Hamás ha reactivado esa onda emocional en Cisjordania, donde el régimen de autonomía administrativa otorgado a la llamada Autoridad Palestina también siente el peso de la bota militar del poderoso vecino. Al mismo tiempo, en Israel aparece el Ejecutivo como la institución más valorada.

La neutralidad no nace del gusto por la equidistancia, sino por la fe en la condición humana que alcanza a israelíes y palestinos

Las razones están repartidas y solo uno tiene la fuerza. Es reseña, no es opinión. Ninguna de las dos partes busca comprensión. Las dos buscan alineamiento y adhesión incondicional. O conmigo o contra mí. Y eso es más eficiente si quien lo reclama tiene más fuerza y más peso en el campo de las relaciones internacionales. Ahí es donde las circunstancias castigan a España. Por repartir las culpas y no caer en el puro alineamiento con una de las partes. La neutralidad no nace de un cómodo gusto por la equidistancia, sino por el respeto y la fe en la condición humana que alcanza tanto a los israelíes como a los palestinos.

Esa es justamente la hechura moral de las razones humanitarias a las que Sánchez se remitió en el mitin rojigualda del PSOE, ayer en Madrid. Las que explicó ante Netanyahu en su reciente visita a Jerusalén. Por cierto, en línea con la doctrina de la ONU y la posición oficial de la UE, con base en dos de los tres pilares de la civilización occidental: el derecho y el humanismo.

De ahí se infiere una doble exigencia a la parte del conflicto que comparte con nosotros el tercer pilar: la democracia. Al margen de que sea en la otra parte, la palestina, donde han celebrado la "audacia" de Sánchez por decirle a Netanyahu lo que este no quiere oír. De audacia, nada, pues nada tiene de audaz ver lo de Gaza como una devastadora catástrofe humanitaria.

"Más vale honra sin barcos que barcos sin honra", dijo Méndez Núñez siglo y medio antes de que Pedro Sánchez descubriera las ventajas de cambiar principios por sillones. Así que, aunque el salmo del marino gallego no sea de aplicación al actual presidente del Gobierno, por aquello de que la excepción confirma la regla, ¡viva la excepción!

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