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Pamplona: el "Aleph" de la política nacional
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Antonio Casado

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Pamplona: el "Aleph" de la política nacional

Lo predijo el añorado Pérez Rubalcaba en 2016: Sánchez se ha acercado a los malos sin hacerlos buenos

Foto: Joseba Asiron, tras ser elegido alcalde de Pamplona. (Reuters/Vincent West)
Joseba Asiron, tras ser elegido alcalde de Pamplona. (Reuters/Vincent West)
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Los tiempos recios ponen las cosas del revés. En la roja Andalucía reina la derecha, mientras que en la Navarra del requeté, donde se fraguó el golpe de Estado de 1936 contra la República, avanza la izquierda. La Comunidad foral para los socialistas. Y avanzan los independentistas vascos. Pamplona para los herederos políticos de ETA. Todo gracias a los furtivos tratos de Sánchez con quienes no quieren ser españoles. Fuerzas políticas legítimas, pero muy poco recomendables para la salud del Reino.

Así no me extraña la consigna de la Moncloa. Hablar lo menos posible de la moción de censura en Pamplona. No es fácil explicar la renuncia a gobernar con Bildu por su falta de "recorrido ético" mientras se le entrega la alcaldía de Pamplona. Y no es un caso aislado en materia de incumplimientos (la consigna también afecta a la amnistía). A cambio, se cobra la Moncloa y el gobierno autonómico. En las dos, Bildu cumplió por adelantado.

El polémico relevo en la alcaldía de la capital navarra supone que el PSOE apadrina el expansionismo euskaldún frente a la derecha autóctona de toda la vida. Y eso cursa en la percepción de la gente como el Aleph borgiano del drama presentido. Los factores de implosión se reactivaron a escala municipal.

Pero no estamos ante una ficción literaria, sino ante un microcosmos de mucha fuerza simbólica. Con todos los componentes del atormentado debate político nacional. Veámoslos.

El relevo en la alcaldía de la capital navarra supone que el PSOE ayuda al expansionismo euskaldún frente a la derecha de toda la vida

Los de mayor cuantía nos remiten al rastro de sangre y miseria moral que aún puede percibirse en ciertos componentes de la coalición ganadora (Bildu) de la moción de censura. Pero, sobre todo, el componente más preocupante de la tensión es aquel que cuestiona el dogma de la soberanía nacional única e indivisible (artículo 2 de la Constitución). Nunca estuvo tan vivo dentro y fuera de Navarra, en la confrontación de quienes gobiernan con quienes aspiran a gobernar.

En este caso, es el viejo sueño del abertzalismo (nacionalismo vasco), que considera a Navarra parte sustancial de una Euskal Herria llamada a constituirse en República escindida del Estado español. Enfrente, los herederos de la Navarra de cerrado y sacristía, ya reconvertidos en el partido conservador (UPN), que se reconoce en los postulados democráticos del centro-derecha (PP). Pero no olvidemos tampoco los vectores coyunturales del análisis, porque también desbordan el perímetro de lo que, según el PSOE, era un problema de menor cuantía.

Foto: Joseba Asiron saluda a los simpatizantes de Bildu. (EFE/Jesús Diges)

Estos vectores son tres básicamente. El primero es el divorcio entre la calle y los despachos de la clase política. En el caso de Navarra, lo vimos en las manifestaciones que pusieron banda sonora a la moción de censura que desalojó a la alcaldesa de UPN, Cristina Ibarrola, y entregó el bastón de mando al abertzale, Joseba Asiron. Al grito de "¡independencia!", unos; y otros al de "¡traición!".

El segundo, la inconsistencia de un presidente del Gobierno cuyos cambios de opinión e incumplimientos sobrevenidos no son el mejor remedio para la estabilidad del sistema.

Y, en fin, el tercero es el juego sobre un tablero político muy condicionado por fuerzas de confesada aversión al vigente orden constitucional. Lo dijo el añorado Pérez Rubalcaba en 2016: encamarse con el malo para hacerlo bueno podía tener el efecto contrario. Sánchez se ha acercado a los malos sin hacerlos buenos.

Los tiempos recios ponen las cosas del revés. En la roja Andalucía reina la derecha, mientras que en la Navarra del requeté, donde se fraguó el golpe de Estado de 1936 contra la República, avanza la izquierda. La Comunidad foral para los socialistas. Y avanzan los independentistas vascos. Pamplona para los herederos políticos de ETA. Todo gracias a los furtivos tratos de Sánchez con quienes no quieren ser españoles. Fuerzas políticas legítimas, pero muy poco recomendables para la salud del Reino.

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