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Alfonsín y la indefensión mediática de la Corona
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Antonio Casado

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Alfonsín y la indefensión mediática de la Corona

Testigo mudo de los acontecimientos que dañaron la imagen de la monarquía y los que contribuyeron a recuperarla

Foto: Jaime Alfonsín, junto a los Reyes. (Gtres)
Jaime Alfonsín, junto a los Reyes. (Gtres)
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Tiempo habrá de valorar la tarea que le espera al diplomático Camilo Villarino (Zaragoza, 1964), recién nombrado jefe de la Casa del Rey. La única decisión que Felipe VI puede tomar libremente, sin necesidad de ser refrendada por el presidente del Gobierno o, en su caso, el ministro competente.

Ahora toca ensalzar desde la admiración y el respeto la tarea que durante los últimos 30 años ha convertido al abogado del Estado Jaime Alfonsín (Lugo, 1956) en el testigo mudo de los acontecimientos que dañaron la imagen de la monarquía y los que, ya con Felipe VI al frente de la institución, contribuyeron a recuperarla en la valoración de los españoles.

Testigo mudo, porque va con la naturaleza del cargo. Pero no desmemoriado. Ni indiferente a bulos o campañas maliciosas, frente a los que ni siquiera hubieran servido los desmentidos, so pena de entrar al charco propuesto por los enredadores. Pienso en los temerarios infundios aireados por un individuo sediento de notoriedad, un periodista rencoroso y un medio digital cosido al salmo de "los catalanes no tenemos rey".

En la mochila va a llevarse Jaime Alfonsín, entre otras cosas, la indefensión de la Corona frente a sus enemigos, los ideológicos y los ocasionales, que siempre jugaron —y juegan— con la ventaja de unos recursos mediáticos vedados a una institución obligada a sobrevolar los apremios sensacionalistas de otros; sus objetores, o, simplemente, los enredadores que se han multiplicado por mil en los selváticos espacios de internet.

Foto: Camilo Villarino. (EFE/Ángeles Visdómine)

A todo eso se ha enfrentado Alfonsín sin perder el sitio desde que en 1995 se convirtió en jefe de la Secretaría del Príncipe de Asturias. A pesar de eso y contando con eso, tiene el privilegio de haber conocido en primera fila los acontecimientos que pusieron en jaque la Corona desde el 18 de junio de 2014, fecha de la abdicación de Juan Carlos I en favor de su hijo.

A partir de entonces, nada fue fácil para Felipe VI. Los problemas de mayor cuantía se acumularon desde aquella televisada Pascua militar (enero de 2014) del balbuceante discurso de Juan Carlos I. Nunca las palabras de un rey se parecieron tanto a las de un madrugador adormilado tras una noche de farra.

Foto: El rey Felipe VI y Pedro Sánchez. (EFE/Ballesteros)

Pero el calvario no había hecho más que empezar. El Rey saliente aparecía reñido con la ejemplaridad en lo público y en lo privado, la aparición de Podemos multiplicaba los efectos del malestar por los escándalos de la familia real. El caso Nóos, que afectaba a la infanta Cristina, ya estaba en los tribunales. Y en Cataluña crecía la sombra negra de un venidero plan secesionista.

Ítem más: problemas de gobernabilidad del país desde la crisis del bipartidismo en las elecciones generales de 2016, la moción de censura de junio de 2018 que encumbró a Sánchez, la difícil tarea de explicar a los ciudadanos que todos somos iguales ante la ley ante la apertura de tres causas judiciales en junio de 2020 por presuntos comportamientos delictivos del Rey emérito (dinero opaco, comisiones ilegales y pagos cargados a la cuenta de un empresario amigo). Y, en fin, el reto de institucionalizar en 2023 la mayoría de edad de la heredera del trono, sin tener disponible todavía una ley de la Corona que regule ese y otros asuntos que afectan al funcionamiento de la jefatura del Estado en una monarquía parlamentaria como la nuestra.

Para Alfonsín, había llegado la retirada, pero no daría el paso hasta dejar encauzados los temas principales de la Casa, según lo habló con el Rey

Para Alfonsín, había llegado el tiempo de la retirada, pero no daría el paso hasta dejar encauzados los temas principales de la Casa, según lo tenía hablado con el Rey. Misión cumplida. Seguirá al lado del Rey para lo que sea necesario. Como consejero y, sobre todo, como amigo. Testigo mudo de los momentos más tensos, familiares e institucionales, sin que jamás se resintiese su vocación de servicio al Estado y a la Corona. Ni el "indeclinable afecto mutuo que se profesan Alfonsín y Felipe VI" (José Antonio Zarzalejos).

Mi respeto y mi homenaje a "una persona como pocas he conocido en mi vida en rectitud, sentido de la responsabilidad, discreción, lealtad y ausencia de protagonismo". Hago mío el entrecomillado, que se corresponde con las palabras de una de las personas que más cerca han estado de él durante estos últimos años. Palabras que también se corresponden con la valoración generalizada que ha retratado estos días a Alfonsín en los medios de comunicación.

Tiempo habrá de valorar la tarea que le espera al diplomático Camilo Villarino (Zaragoza, 1964), recién nombrado jefe de la Casa del Rey. La única decisión que Felipe VI puede tomar libremente, sin necesidad de ser refrendada por el presidente del Gobierno o, en su caso, el ministro competente.

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