Caso Koldo + amnistía = la cancelación de Sánchez

Después de su paso por las redacciones, los platós y las emisoras de radio, José Luis Ábalos parece el lobito bueno que maltrataban todos los corderos cuando Goytisolo (José Agustín) soñaba un mundo al revés. Servidor prefiere verlo como una luz roja en los tutoriales del manual de resistencia del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE.

El piloto ya parpadeaba tras las elecciones territoriales de mayo (declive electoral), pero se ha quedado fijo con el salto a la fama de dos personajes tan distintos y tan distantes como Koldo García y Carles Puigdemont. Dos quebraderos de cabeza que envenenan los sueños del señor de la Moncloa:

Uno, el choque del Gobierno con jueces y fiscales por cuenta de la amnistía a los condenados por un intento secesionista (deterioro del Estado de derecho). Su última entrega ha sido la imputación por terrorismo ante el Tribunal Supremo del expresidente de la Generalitat y ahora, como líder fáctico de Junts, costalero mayor de Sánchez en el Congreso.

Y otro, el llamado caso Koldo y sus ramificaciones. Un sórdido asunto de corrupción (degradación moral) que desborda al pícaro que le da nombre y, al menos en términos de responsabilidad política, no solo salpica a Ábalos, el que fuera hombre fuerte en el Gobierno y el partido, ya suspendido de militancia. La onda expansiva afecta de lleno a la actual presidenta del Congreso, Francina Armengol, cuando era presidenta de Baleares, y también a quienes compraron mascarillas a la empresa de la que Koldo era un eficiente conseguidor por su cercanía a figuras tan señaladas en la estructura de poder como Ábalos, Santos Cerdán y el propio presidente del Gobierno.

Sánchez no niega que conociera lo ocurrido con las mascarillas. A la pregunta de Feijóo se limitó a cargar contra la corrupción del PP

El efecto multiplicador de los dos escándalos puede desembocar en la cancelación política de Sánchez, cuya figura ya venía muy tocada desde que, tras las elecciones de julio, decidió fiar su supervivencia en el poder a un pacto con declarados enemigos del orden constitucional.

Puertas adentro del Gobierno, su vicepresidenta, Yolanda Díaz, critica la pobreza argumental de la Moncloa para explicar lo ocurrido con la compra de mascarillas en 2020 a la trama Couto-Aldama-Rotaeche que apadrinaba Koldo. Dice la líder de Sumar que ya no sirve el 'y tú más' en el que se ha enfrascado el PSOE con el PP. Pero Sánchez no suelta prenda. Cuando Feijóo le preguntó en el Congreso si sabía de lo ocurrido con la compra de mascarillas, no lo negó. Su respuesta consistió en arremeter contra la corrupción en el PP. Preguntar no ofende, pero no dedicó ni media palabra a negar que lo supiera. Pasto fresco para nuevas conjeturas sobre un asunto que huele cada vez peor.

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No es descartable un descuelgue de los aliados de Sánchez por la izquierda (Sumar, Podemos) si continúa el goteo de los detalles que vamos conociendo gracias a la generosidad de la Guardia Civil con el periodismo de investigación (lo de Barbate no ha mejorado las relaciones de la Benemérita con el Gobierno, para qué vamos a engañarnos).

Tampoco descartemos el repliegue del independentismo (sobre todo el de los decisivos siete escaños de Junts) si la planeada ley de amnistía descarrila o bien acaba afectando solo a la tropa y no a los generales de la intentona golpista de 2017.

Véase lo ocurrido con la reprobación del ministro del Interior en el Congreso. Fue posible con la abstención de los diputados de Podemos y de Junts. Al descolgarse del bloque de investidura, favorecieron que saliera adelante la moción del PP que reclama el cese inmediato de Grande-Marlaska. Sonó a aviso para navegantes de la llamada ecuación Frankenstein.