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Sánchez y Aragonés, humillados por un gran enredador
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Antonio Casado

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Sánchez y Aragonés, humillados por un gran enredador

En cualquier momento la Junta Electoral, el Tribunal Supremo o el TJUE pueden bajar del pedestal a Puigdemont

Foto: Pedro Sánchez se reúne Pere Aragonès. (Reuters/Albert Gea)
Pedro Sánchez se reúne Pere Aragonès. (Reuters/Albert Gea)
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Puigdemont se ha burlado del presidente del Gobierno por su capacidad de claudicación y del presidente de la Generalitat por derivar en "aliado de la izquierda española". Doble hachazo a sus respectivas legitimidades. La del Estado: "Lo hemos traído a nuestro terreno y no al revés", dice. Y la de la vigente Generalitat, un anómalo paréntesis de seis años y medio.

Tan temerarias invectivas encajan en los rasgos dominantes de este gran enredador. Nunca hubiera imaginado mayor humillación que la perpetrada por el líder fáctico de Junts. En su encendido discurso patriótico del jueves, Aragonés queda de impostor. Y Sánchez es el despreciable presidente de un Gobierno capaz de vender al Estado por un plato de lentejas que, naturalmente, el independentismo ha sabido aprovechar para avanzar en su camino hacia la Cataluña una, grande y libre.

Aunque Puigdemont quiere mejorar la cosecha de su partido en las urnas, no se ve como un competidor cualquiera en las urnas del 12 de mayo. Su verdadera misión en la vida (viene a decir) es recuperar la legitimidad de la presidencia de la Generalitat, violada por la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ergo, el tiempo transcurrido desde 2017 es una anomalía, un tiempo de silencio impuesto por el Estado "represor" que el trapisondista quiere cancelar “para terminar el trabajo".

Si hablamos de legitimidades interrumpidas y dioses menores (así aparecen Sánchez y Aragonés en el discurso del prófugo de Waterloo), conviene dedicar un turno a su propia talla moral. Se cree "sandiós" y remeda a Felipe II al admitir que no ha venido a luchar contra los elementos. O sea, la Junta Electoral, el Tribunal Supremo y el Tribunal de Luxemburgo (TJUE), que le pueden bajar del pedestal en cualquier momento.

Aragonés queda de impostor. Y Sánchez es el presidente de un Gobierno capaz de vender al Estado por un plato de lentejas

Si tan convencido está de que el Estado ha fracasado en su intento de "seducirnos con indultos" y "otras medidas orientadas a desactivarnos" (dice), ¿por qué no viene en carne mortal a explotar el éxito de esa estrategia que ha conseguido poner de rodillas al Gobierno?

Pero este juguete roto reconvertido en salvapatrias por una travesura de la aritmética parlamentaria (ay, los siete escaños de Junts en el Congreso) ya nos ha dicho que el desempeño de su anunciada candidatura no será presencial. Ejercerá en la distancia, como un acobardado cabeza de lista de Junts, si lo permite la normativa electoral. Sin bajar al ruedo, a la espera de que sus competidores le besen los pies en su retorno triunfal como el molt honorable llamado a terminar el trabajo interrumpido hace seis años y medio por los enemigos de Cataluña.

Foto: El candidato a las elecciones catalanas del PSC, Salvador Illa. (EFE)
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Tiene razón en una cosa: los tiempos han cambiado. El contexto es otro (pandemia, Ucrania, Gaza, globalización cultural, sequía, fatiga de procés, polarización…). Lo que no ha cambiado es la rocosa vigencia del Estado de Derecho. En cuanto a sus delirios de grandeza no debería confundir los apremios de un declinante Pedro Sánchez con la supuesta capacidad taumatúrgica de la ley de amnistía. El volquete de dudas que planean sobre su aplicación no da para justificar el subidón del personaje.

Tampoco sobran razones para anticipar que los catalanes harán la ola a quien no tiene la gallardía de enfrentarse a la Justicia. La teme, por mucho que lo disimule envolviéndose en la estelada. Y, por otra parte, los sondeos detectan un retroceso de la fantasía separatista en favor de asuntos relacionados con las condiciones de vida de los catalanes.

Pero Puigdemont no ha venido a competir con dioses menores porque su reino no es de ese mundo. Él se siente la encarnación personalizada pero interrumpida de la Cataluña rica y plena que quieren impedir los políticos y los jueces de la España opaca, confiscatoria, vengativa, asfixiante y represora. Dios, ¡qué pereza!

Puigdemont se ha burlado del presidente del Gobierno por su capacidad de claudicación y del presidente de la Generalitat por derivar en "aliado de la izquierda española". Doble hachazo a sus respectivas legitimidades. La del Estado: "Lo hemos traído a nuestro terreno y no al revés", dice. Y la de la vigente Generalitat, un anómalo paréntesis de seis años y medio.

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