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La amnistía será la tumba política de Sánchez
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Antonio Casado

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La amnistía será la tumba política de Sánchez

El presidente aparece doblemente acosado. Por "traidor", según el PP. Por "inconsistente", según los independentistas

Foto: El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
El presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
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La obra predilecta del sanchismo (perdón y olvido por el fallido golpe secesionista de 2017) es el gran bumerán de este Gobierno. Va camino de convertirse en la tumba política de Sánchez, a juzgar por los efectos indeseados de la iniciativa.

En el reciente debate autonómico sobre la ley de amnistía, a su paso por el Senado, afloró la soledad de su promotor. Los que critican de oficio la iniciativa, por boca de Isabel Díaz Ayuso, le llamaron traidor a la causa de la Constitución Española. Y los que van a beneficiarse de la iniciativa, por boca de Pere Aragonès, le calificaron de inconsistente.

Nadie del Gobierno ni del PSOE se dio por aludido (estuvieron ausentes los ministros y los tres presidentes autonómicos del partido), sino a balón pasado y fuera de marco. La pinza ha hecho daño en las filas socialistas. Lógico. Si los favorecidos con la amnistía (independentismo catalán) muerden la mano de quienes les blanquean política y judicialmente, mientras la critican desde la oposición constituida (Partido Popular) es que Sánchez ha hecho un indigesto pan de obleas.

El sartenazo de Ayuso a Sánchez, al que acusó de dar “un golpe contra la democracia” no fue mayor que el de Aragonès retratando al presidente del Gobierno como persona de voluntad maleable que tragará con el referéndum como tragó con la amnistía. Y si hablamos de excesos verbales, tan grave es la arremetida de la presidenta madrileña contra Sánchez por traicionar el mandato de la Constitución como la de sus teóricos amigos de Junts cuando hablan del Estado “represor” y del “putiferio” español.

Foto: El Fiscal General del Estado (EFE / Toni Albir)

Vale que estamos en campaña electoral. Y vale que tanto lo de Aragonès del lunes en el Senado como la reacción de Puigdemont diciendo que se irá de la política si no recupera la presidencia de la Generalitat forma parte de su particular carrera de sacos por el cetro del nacionalismo catalán. Pero hay cosas que en ninguna circunstancia pueden decirse, so pena de estar trabajando para envilecer la vida política y desprestigiar las instituciones del Estado. En eso está el independentismo catalán con la impagable colaboración de un Pedro Sánchez que se deja humillar porque se resiste a entrar en fase declinante.

¿O ya ha entrado?

Foto: El líder del PSC, Salvador Illa, en el Parlament durante el debate de Presupuestos. (EFE/Quique García)

Todas las encuestas, sin excepción, incluidas las del CIS, reflejan la caída del PSOE, que es el componente mayoritario de la coalición. Pero también está cayendo Sumar, su socio principal, una vez consumada la escisión de Podemos. El último sondeo ofrecido a los lectores de El País confirmaba en primera plana: “El PP ensancha a 5,5 puntos su ventaja sobre el PSOE, la mayor desde el 23-J”. Con un inquietante dato para el estado mayor de la Moncloa: un 6,5% de voto socialista se ha pasado a la causa electoral del PP.

Malas noticias para Sánchez, cuya estrella languidece. Y si rastreamos las causas nos saldrá al paso inmediatamente, como vector ineludible del análisis, la proposición de ley de amnistía que sigue en el telar parlamentario. Sobre todo, si cruzamos esa iniciativa con la corrupción de proximidad que también conspira en lo que el diario más afín al Gobierno describe como “lento declive” del PSOE.

Amnistía y corrupción cursan juntos en la percepción de la gente. Los ministros y los dirigentes del PSOE presumen de tolerancia cero contra la inmoralidad en la vida pública apuntando a casos antiguos y presentes del PP. El mantra es: “El que la hace la paga”. Pero se hace muy cuesta arriba conciliar ese grito con la declarada voluntad de amnistiar a los malversadores del procés, por citar solo el delito cometido por quienes metieron la mano en la caja del dinero público. Si lo hicieron por la independencia de Cataluña, no hay ningún problema.

La obra predilecta del sanchismo (perdón y olvido por el fallido golpe secesionista de 2017) es el gran bumerán de este Gobierno. Va camino de convertirse en la tumba política de Sánchez, a juzgar por los efectos indeseados de la iniciativa.

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