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Antonio Casado

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Lo mejor que le puede pasar a Cataluña

Rezo a los dioses de la razón práctica para que Salvador Illa, solo o acompañado, sea el próximo presidente de la Generalitat

Foto: El primer secretario del PSC y candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/David Borrat)
El primer secretario del PSC y candidato a la presidencia de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/David Borrat)
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Toca hacer un elogio de la política aburrida, pero conciliadora, tras una década con la ira a flor de piel en Cataluña. A riesgo de contravenir las reglas del oficio, no seré equidistante frente al peligro seguro de una desalentadora vuelta a las andadas, incluido el blanqueo del muy poco honorable Carles Puigdemont, que pretende renacer de un pasado tormentoso con cuentas pendientes y no amnistiables en el Tribunal Supremo.

En vísperas de la jornada electoral conviene rezar a los dioses de la razón práctica para que Salvador Illa, solo o acompañado de fuerzas ideológicamente afines, sea el próximo presidente de la Generalitat. Es uno de los tres escenarios que se iluminarán en el recuento del día de San Pancracio por la noche. Y estos son los otros dos: nuevo frente nacionalista como el fracasado en la ya cancelada “legislatura del 52%”, o el bloqueo que llevaría a unas nuevas elecciones.

Si se puede elegir, no hay color.

De los ocho aspirantes al cargo, el exministro de Sanidad reúne las mejores gracias para coronarse como Illa el pacificador. Vende concordia, estabilidad y dedicación a los problemas de la gente que los nacionalistas dejaron sin resolver a lo largo de estos años (sequía, vivienda, educación, seguridad). Su lastre es la sombra del declinante sanchismo que le acompaña. Pero tiene remedio, a la vista del historial del PSC, siempre celoso de su autonomía frente al PSOE, ante un eventual choque de intereses.

Foto: Salvador Illa, en un acto de campaña este fin de semana. (Europa Press) Opinión

Si la cara es el espejo del alma, Illa parte con un plus de lo que llamamos “credibilidad”. Es la imagen del sosiego, la calma, y el sentido común, con recurrentes apelaciones a tener “los pies en el suelo” y sin desmerecer la solidez de los argumentos utilizados en los debates. El candidato impasible descoloca a sus competidores. Nunca embiste y solo entra al trapo si es inevitable.

Tras una campaña catalanizada sin fango, bulos, amnistía, sin Koldos, Begoñas ni “almohadas compartidas” (Sánchez ha sido un actor secundario), vendría bien una época de aburrimiento político en esta parte sensible del territorio nacional si eso supone aversión a la bronca política que ha frenado la buena marcha económica, social, científica y cultural de Cataluña por culpa del desvarío secesionista.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el candidato del Partido Socialista Catalán, Salvador Illa, en un acto de campaña. (EFE/Quique García)

Otra cosa es que al candidato socialista le den los números para que la matemática del recuento de la noche del domingo permita desbordar la balcanización del tablero político con una ecuación de gobierno que sirva para evitar el bloqueo y garantice la estabilidad de la legislatura que viene.

En principio, la fórmula más coherente por razones ideológicas (sin aplastar las identitarias), con Illa en la presidencia de la Generalitat, sería la que reuniese al PSC con ERC y los comunes (en torno a los 70 diputados, por encima de la mayoría absoluta). Las alternativas (frente nacionalista o bloqueo) son como para hacer cola en los aeropuertos y salir volando.

Toca hacer un elogio de la política aburrida, pero conciliadora, tras una década con la ira a flor de piel en Cataluña. A riesgo de contravenir las reglas del oficio, no seré equidistante frente al peligro seguro de una desalentadora vuelta a las andadas, incluido el blanqueo del muy poco honorable Carles Puigdemont, que pretende renacer de un pasado tormentoso con cuentas pendientes y no amnistiables en el Tribunal Supremo.

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