Alcaraz, el más votado en España y Europa

El más votado en la cita europea de ayer fue Carlos Alcaraz. Por aclamación. No solo en España se han rendido al tenista murciano que ayer ganó en el Roland Garros en París, mientras Francia impulsaba la ascensión de la extrema derecha y el presidente Macronretaba a los franceses a mantener la apuesta en unas elecciones legislativas anticipadas.

Marine Le Pen ha barrido en las urnas a Macron. El recuento francés sitúa a la extrema derecha con más del doble de votos que el partido del presidente de la República. Y eso quiere decir que los franceses (los votantes, no Macron) han hecho menos caso a las alertas antifascistas que en España, donde Vox, con 6 escaños en el Parlamento Europeo, queda muy lejos de cada uno de los dos partidos de la centralidad (22 el PP, al alza, y 20 el PSOE, a la baja). Pero quiere decir también que la lectura en clave nacional nos remite a la lucha por el poder. Por el Eliseo en Francia y por la Moncloa en España.

En esa clave ha interpretado Macron su derrota de anoche, lo que le ha llevado a disolver la Asamblea Nacional. Pero Sánchez no es Macron, ni Feijóo es Le Pen. Vamos a lo nuestro, al desenlace del plebiscito en el que tanto el PSOE como el PP convirtieron la cita de anoche con las urnas europeas.

Es irrelevante el impacto del recuento de anoche en la relación de fuerzas entre PSOE y PP. La victoria del PP (sube nueve escaños) no ha sido tan holgada como para que Feijóo pueda implementar sus atrevidas alusiones a elecciones anticipadas o moción de censura. Y la bajada del PSOE (solo pierde un escaño) no da para anunciar la cancelación del sanchismo.

El proceso de esa cancelación, a mi juicio, ya está en marcha, pero no será por el resultado de las elecciones europeas, como ahora explicaré. Ni por asomo pasa por la cabeza ahora 'hacerse un Macron'. Por tanto, me temo que seguiremos en las mismas. Es verosímil que, como dicen en el PP, el desplome de Sánchez se esté cocinando a fuego lento. Pero si llega el desplome no será por el recuento de anoche, sino por la que se le viene encima, la que se avecina.

El cinturón de explosivos que lleva Sánchez adosados a la cintura tiene una potencia autodestructiva superior a cualquier lectura de las elecciones de anoche. A saber: evolución del caso Begoña, la gobernabilidad de Cataluña, la fractura de la ecuación de poder sobre la que se asienta el pedestal del sanchismo y la aplicación de la ley de Amnistía por parte de unos jueces afligidos por los atropellos del Ejecutivo a la independencia judicial (hoy, declaración del CGPJ).

Sánchez podría 'hacerse un Macron', no por las elecciones, sino por el caso Begoña, Cataluña y la amnistía

Todo eso cabe en un escenario embarrado por la polarización, el juego sucio, desprecio al adversario y otros ataques al catecismo democrático. Por eso la figura del joven Carlos Alcaraz, que ayer hizo sonar el himno nacional español en el corazón de Europa (una vez más), nos compensó de una indolente jornada electoral llamada a integrarse en la reyerta política nacional.

Si en vez de embadurnarse la cara con las paletadas de barro que van y vienen a los dos lados de la barricada, los contendientes en la lucha por conquistar el poder o por retenerlo deberían aprender del discurso de ese joven de 21 años que ayer asombró a Europa (maduro, lúcido, autocrítico, realista, elogioso con el vencido) más por ese discurso que por la brillantez de su juego.

Nada que ver con episodios de la vida nacional que requieren la actuación de los tribunales europeos que persiguen la homogeneización del derecho en todos y cada uno de los países miembros. O de la Fiscalía de la UE, cuando investiga y llegado el caso castiga el uso fraudulento de los fondos comunitarios.