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La financiación "singular" de Cataluña y su cara B
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Antonio Casado

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La financiación "singular" de Cataluña y su cara B

La exigida soberanía fiscal encaja en el ideario independentista, pero es un ataque a un mandato de la Constitución (artículo 138) y a la esencia del socialismo

Foto: Salvador Illa y Pedro Sánchez.
Salvador Illa y Pedro Sánchez.
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Bronca permanente, conflictos institucionales e instituciones fallidas. El pan nuestro de cada día. La caducidad del sistema de financiación autonómica compite con la del CGPJ, por citar las dos más politizadas. Y es una de las cuatro hogueras donde arde el sanchismo: Cataluña. Corrupción de cercanías, amnistía y el deconstruido pacto Frankenstein son las otras tres.

El vigente modelo, caducado en diciembre de 2013, se aprobó en primera votación con más votos de los necesarios en el Consejo de Política Fiscal y Financiera del 15 de julio de 2009. Fue un parto feliz. Todos estuvieron de acuerdo en que era más justo y equitativo que el modelo anterior. Ninguna Comunidad se puso en contra, aunque se abstuvieron las seis gobernadas entonces por el PP (Castilla y León, Galicia, Madrid, Valencia, Rioja y Murcia). Y entre las que votaron a favor estaba la Generalitat de Cataluña, cogobernada entonces por una mayoría socialista apuntalada por ERC, con Montilla en la presidencia (2006-2010).

Luego vinieron tiempos recios de escasez y recortes, sobre los que campeó el grito de guerra independentista, "España nos roba", al que ahora se atornilla el independentismo para exigir la soberanía fiscal de Cataluña.

Nada nuevo.

Illa bordea el "España nos roba" al quejarse públicamente de que Cataluña "es tercera en aportar recursos y decimocuarta a la hora de recibirlos”

Lo nuevo es que se sume el socialista Salvador Illa, aspirante a ocupar la presidencia de la Generalitat antes de los dos meses legalmente previstos para darlo por imposible. No dice que España robe a los catalanes, pero se parece mucho cuando se queja públicamente de que Cataluña sea "la tercera en aportar recursos y la decimocuarta a la hora de recibirlos".

Su jefe político, Pedro Sánchez, cuida el lenguaje y se acoge al eufemismo de la "singularidad" en velada alusión a la posibilidad de que Cataluña salga del encorsetado modelo único del llamado régimen común que afecta a todas las Comunidades. Todas menos las "forales" (Navarra y País Vasco), cuya excepcionalidad por razones históricas les otorga la soberanía fiscal que, por razones sobrevenidas, reclama ahora Cataluña.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Europa Press/Carlos Luján)

Vuelvo a la cara B del debate. La reivindicación encaja en el ideario independentista, pero es un ataque a un mandato de la Constitución (artículo 138) y a la esencia de la izquierda. Un socialista jamás diría que el que más tiene es el que más debe recibir, sino al revés, el que más tiene es el que más debe aportar. Por solidaridad. Así lo están viendo las distintas federaciones del PSOE (no solo de la Castilla-La Mancha). No quieren ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie.

Tal vez era innecesario este largo preámbulo para explicar cómo la emancipación fiscal de Cataluña puede ser la prenda que podría pagar Sánchez en forma de soberanía fiscal para aferrarse a la Moncloa y, de paso, poner a Illa al frente de la Generalitat, del mismo modo que la ley de amnistía cursó como prenda canjeable por el alineamiento de los siete escaños de Puigdemont en la causa del sanchismo.

Foto: El presidente del gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Sergio Pérez) Opinión

Los independentistas supeditan el huevo al fuero al desvincular la investidura de Illa del derecho inalienable a recaudar el 100 por 100 de los impuestos para hacer con ellos de su capa un sayo, como resultado de una exigencia de tú a tú al Estado español y no como el negociado efecto de un canje político. Miriam Nogueras, portavoz de Junts, lo clavó el otro día en el Congreso: "O sea, que, ¿si no apoyamos a Illa, que nos vayan dando…?".

Ha sido la mejor manera de reflejar al mismo tiempo el desvarío separatista y el oportunismo de Sánchez-Illa que, por querer colmar sus respectivas ambiciones de poder, se pasan por el arco del triunfo la partitura moral que, como predica Felipe VI, debe inspirar la tarea del gobernante.

El asunto está abierto y sería temerario apostar por un desenlace u otro.

Bronca permanente, conflictos institucionales e instituciones fallidas. El pan nuestro de cada día. La caducidad del sistema de financiación autonómica compite con la del CGPJ, por citar las dos más politizadas. Y es una de las cuatro hogueras donde arde el sanchismo: Cataluña. Corrupción de cercanías, amnistía y el deconstruido pacto Frankenstein son las otras tres.

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