Al Grano
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Trump contra Trump: el palo y la astilla
El candidato tiroteado se extraña de que "estas cosas" ocurran en "un país como este". Pero es precisamente en un país como este donde pueden ocurrir
El magnicidio falló, afortunadamente, por un providencial giro de cuello de Trump. El cabeceo le salva la vida y el alta médica le refuerza como candidato. Ese puño emergente tras el disparo puede reabrirle las puertas de la Casa Blanca. Entre otras cosas porque movilizará a los votantes republicanos indecisos respecto a quien este mismo lunes (Convención Republicana en Milwaukee) va a convertirse en su candidato oficial. La trayectoria desviada de la bala les acabó de convencer.
Por otra parte, la división interna, hasta ahora viva en los partidos competidores, se va a quedar solo en uno de ellos. En el Partido Republicano, el atentado compensará los antecedentes penales de Trump, mientras el Partido Demócrata seguirá en bucle respecto a las limitaciones físicas y mentales de Joe Biden.
El giro de cuello de Trump le va a resultar tan rentable como a los españoles nos resultó el acrobático cabezazo de Mikel Merino contra Alemania. Aunque esto no va de fútbol, sino de lucha por el poder en un país donde la compraventa de armas está normalizada.
Según datos de la plataforma Gun Violence Archive, ya han muerto más de 20.000 personas en lo que llevamos de año por tiroteos públicos y privados. Casi dos mil por mes. Sin embargo, no conviene distraerse con el hecho de que el “quién” importa más que el "cuántos". Me explico:
El giro de cuello de Trump le resultará tan rentable como a los españoles nos resultó el cabezazo de Mikel Merino contra Alemania
Poco después de volver a nacer en un pueblo de Milwaukee, Donald Trump se mostró perplejo de que "estas cosas" ocurran en "un país como este". Es precisamente en un país como este donde pueden ocurrir, donde la violencia es "enfermiza" (Biden dixit), incluso ensalzada por un aspirante a la Casa Blanca.
Aquí encaja el viejo dicho castellano el palo y la astilla. El propio Trump respalda el uso de la violencia y la insurrección para fines que, por supuesto, él considera "legítimos", como asaltar el Parlamento (6 de enero de 2021) si entiende que le han hecho trampas los enemigos de la nación.
El autor del atentado abatido por la policía, Thomas Matthew Crooks, 20 años, votante republicano de Pensilvania, vendría a ser una criatura de la camada de intolerantes que, como si eso fuera "el auténtico carácter americano" (Trump dixit) crece abrazada al dogma de que la violencia es justa si el fin lo merece.
Tampoco es edificante la reacción de Biden, solidario pero escéptico sobre el origen del ataque: "Tengo mi opinión, pero no tengo datos"
¿A qué viene, entonces, ese rasgado de vestiduras de Trump por el magnicidio que le pasó rozando el larguero? Tampoco es edificante la reacción del otro candidato en torno al debate sobre la autoría del magnicidio fallido: ¿solo o en compañía de otros?, ¿lobo solitario o conspiración organizada? Y ahí es donde Joe Biden mezcla su protocolaria solidaridad con la víctima y el deslizamiento de una sospecha sobre el origen del atentado: "Tengo mi opinión, pero no tengo datos".
Lo dicho, ambos echan leña al fuego de la polarización, la violencia y la fractura social, que están resultando contravalores exportables dentro y fuera del llamado mundo civilizado a través de las redes sociales. Incendios no sofocados por unas élites que nos hacen añorar las políticas aburridas.
El magnicidio falló, afortunadamente, por un providencial giro de cuello de Trump. El cabeceo le salva la vida y el alta médica le refuerza como candidato. Ese puño emergente tras el disparo puede reabrirle las puertas de la Casa Blanca. Entre otras cosas porque movilizará a los votantes republicanos indecisos respecto a quien este mismo lunes (Convención Republicana en Milwaukee) va a convertirse en su candidato oficial. La trayectoria desviada de la bala les acabó de convencer.
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