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Al Grano
Por
¿Será más grave cuestionar a Begoña Gómez que injuriar al Rey?
Sánchez presenta un plan de "regeneración democrática" con el que quiere desquitarse de los disgustos que le causa la figura del "mensajero" en un régimen de opinión pública
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Con el plan de regeneración democrática que presenta hoy en el Congreso, Sánchez quiere desquitarse de los disgustos que le causa la figura del “mensajero” en un régimen de opinión pública. Es un producto de sus ejercicios espirituales de finales de abril, motivados por el ataque de contrariedad sufrido a raíz del cerco mediático y judicial a su esposa, Begoña Gómez, investigada por tráfico de influencias y corrupción en los negocios en un juzgado de Madrid, y también en la Fiscalía Europea por si estuvieran afectados los fondos de la UE.
En las últimas horas hemos sabido de la entusiasta aportación de la líder de Sumar, la vicepresidenta, Yolanda Díaz. Presume de haber convencido en un grupo de trabajo al socio mayoritario, el PSOE, de incluir la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana (2015), más conocida como ley mordaza, al menos en lo referido a los delitos de injurias contra los símbolos del Estado y los sentimientos religiosos.
Si el plan se inspira en un noble impulso solidario de Sánchez, por la “indefensión” de su esposa, y en la no menos generosa intención de reforzar la declinante figura política de Díaz, me temo que, en el hipotético caso de llegar hasta el BOE, puede haber barra libre para injuriar al Rey en nombre de la libertad de expresión, pero no para que los medios cuestionen los negocios particulares de Begoña Gómez.
Lo de hoy cursará con el nombre de “Plan de Acción por la Democracia”. Y no es formalmente una iniciativa legislativa, sino una declaración de intenciones con vocación de distraernos de las hogueras en las que se está quemando lentamente el crédito que le queda a este Gobierno. Empezando por la de esta misma cruzada por la “regeneración democrática” contra los fabricantes de fango, pues traslada el mensaje de que el pecado es de otros. Como si Sánchez y su Gobierno fuesen ajenos al estado de reyerta permanente en la política nacional.
Sánchez habla de regeneración democrática como si el pecado fuera de otros y él fuera ajeno al estado de reyerta permanente
Todo eso le empuja a retomar la iniciativa o al menos aparentarlo, en medio de un alarmante proceso de banalización institucional, que no va a mejorar si la gente percibe que, al paso que vamos, va a ser más grave cuestionar a una “indefensa” Begoña Gómez que injuriar a un Rey amparado en los delitos de opinión.
Las injurias son injurias en el Código Penal, se profieran contra el rey o contra el ruidoso vecino, digo yo. Así que desde la Moncloa enfrían los ardores izquierdistas de Díaz y Urtasun al advertirles de que las eventuales reformas van a negociarse con el resto de los grupos parlamentarios a partir de septiembre. Sin prisas. Y menos en vísperas del informe anual de la UE sobre el Estado de derecho en los países miembros.
Por tanto, no se trata por ahora de un texto articulado como futuro proyecto de ley, o proposición en su caso, sino la enumeración de unas cuantas reformas que afectarían a ciertas normas legales, como la ya mencionada ley mordaza, la de publicidad institucional, del derecho al honor, del derecho de rectificación. Han de encajar en la letra y el espíritu de la normativa de la UE contenida en la Ley de Libertad de Medios de Comunicación, aprobada en marzo por el Parlamento Europeo.
Esa norma, pendiente de trasposición a nuestro ordenamiento, protege la libertad de periodistas y medios. Así que no da para aplacar la cólera del macho alfa de la política española contra “medios de la derecha y la ultraderecha” que fabrican bulos, “seudomedios con recursos, pero sin lectores”, o los que sobreviven con dinero público y trampas en la medición de audiencias.
Por ahí vamos bien. Bienvenido ese debate, dentro y fuera del Parlamento, sobre transparencia y financiación de los medios.
Con el plan de regeneración democrática que presenta hoy en el Congreso, Sánchez quiere desquitarse de los disgustos que le causa la figura del “mensajero” en un régimen de opinión pública. Es un producto de sus ejercicios espirituales de finales de abril, motivados por el ataque de contrariedad sufrido a raíz del cerco mediático y judicial a su esposa, Begoña Gómez, investigada por tráfico de influencias y corrupción en los negocios en un juzgado de Madrid, y también en la Fiscalía Europea por si estuvieran afectados los fondos de la UE.