Al Grano
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Puigdemont: el Estado soy yo
El expresidente de la Generalitat y líder de Junts podría ser el mejor aliado del PP en forzar la cancelación de la legislatura y la convocatoria de elecciones generales. Vienen días decisivos
Unos le engañaron con lo de "unidad de acción" y el otro con lo de "socio preferente". Así que Carles Puigdemont, cabreado al mismo tiempo con Sánchez y con ERC, empeñados en hacer 'president' al "españolista" Salvador Illa, podría ser el mejor aliado de Feijóo en forzar la cancelación de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones generales. Se avecinan días decisivos. Puede que horas.
¿Tira más entre los militantes de ERC el separatismo fiscal (financiación singular) que los seductores cantos de sirena borracha de Puigdemont a la Cataluña una, grande y libre que impiden la "toga nostra" y el Estado "represor"?
De nuevo vuelve a ponerse de manifiesto que, más que el PP y las admoniciones de Feijóo y sus escuderos, son ERC y Junts los únicos partidos capaces de deshacer el nudo gordiano de la política nacional. Pero estas dos fuerzas principales del independentismo catalán están enredadas entre sí en una singular carrera de sacos por madrugarse en el objetivo secesionista. En esa clave hay que interpretar el anunciado fin de la escapada de Carles Puigdemont sin dejar de mirar hacia las negociaciones a tres bandas (Gobierno-ERC-PSC) para encumbrar a Illa.
Cuando la estabilidad del Estado democrático en Cataluña y en el resto de España depende de los enemigos del Estado, hay que ponerse en lo peor. Sobre todo, si esas fuerzas, en las que Sánchez ha decidido externalizar la tarea, compiten hasta el borde del cainismo por ver quién desestabiliza más y mejor como especies protegidas del ecosistema político-mediático del sanchismo reinante.
Más que el PP y las admoniciones de Feijóo, son ERC y Junts los partidos capaces de deshacer el nudo gordiano de la política nacional
La teoría política desplegada este fin de semana en su acalorado mitin al sur de Francia por el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, me recuerda el famoso grito de Luis XIV en el Parlamento de ese país (1655, "el Estado soy yo") y la fallida concepción fascista (fallida a medias) pensada por Ramiro Ledesma Ramos para la España de los años treinta.
El fascismo y la monarquía absoluta son concepciones totalizadoras del poder, en favor del Estado o de un solo individuo. Y el discurso de Puigdemont encaja en ambas cuando, en un sistema democrático en la forma y en el fondo, dicta al presidente del Gobierno, a los jueces y al fiscal general del Estado lo que han de hacer para que un prófugo de la justicia pueda volver a España en olor de santidad judicial, política y moral, so pena de incurrir a una flagrante ilegalidad.
Valiéndose de su determinante aportación a la gobernabilidad de España, por los siete escaños de Junts que repusieron a Sánchez en la Moncloa hace unos meses, Puigdemont se ha permitido anticipar que cometerá un delito cualquier juez que se atreva a detenerle en su dizque inminente retorno a Cataluña que, tras sus siete años de autodestierro, ya solo podría impedir "un golpe de Estado" (sic).
Y desde que lo leí y lo releí en las crónicas, no paro de hablar solo.
Unos le engañaron con lo de "unidad de acción" y el otro con lo de "socio preferente". Así que Carles Puigdemont, cabreado al mismo tiempo con Sánchez y con ERC, empeñados en hacer 'president' al "españolista" Salvador Illa, podría ser el mejor aliado de Feijóo en forzar la cancelación de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones generales. Se avecinan días decisivos. Puede que horas.
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