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Al PP le falta fineza en el culebrón hispano-venezolano
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Antonio Casado

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Al PP le falta fineza en el culebrón hispano-venezolano

La sal gorda no le va bien al guiso diplomático. Y los regates de consumo interno tampoco favorecen a las relaciones internacionales. La bilateralidad es contraproducente

Foto: Feijóo y Cayetana Álvarez de Toledo, en el Congreso tras la moción para reconocer a Edmundo González. (Reuters/Susana Vera)
Feijóo y Cayetana Álvarez de Toledo, en el Congreso tras la moción para reconocer a Edmundo González. (Reuters/Susana Vera)
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La sal gorda no le va bien al guiso diplomático. Y los regates de consumo interno tampoco favorecen a las relaciones internacionales. La bilateralidad es contraproducente en un caso que desvela a la Unión Europea y ya está sobre la mesa del fiscal de la Corte Penal Internacional.

Por desgracia para la buena marcha del país, en términos de progreso, estabilidad y paz social, Sánchez nos regala a diario suficientes motivos de reprobación en las cuatro esquinas de la política nacional. Pero en el culebrón hispano-venezolano que obliga a distinguir entre pueblo y élite chavista, el Gobierno hace lo que debe hacer en sintonía con Bruselas.

Falta fineza en el discurso del PP contra los movimientos del Gobierno ante el descarado fraude electoral del régimen chavista: asilo político a Edmundo González interpretado por los equipos de Feijóo como enésimo favor de Sánchez a Maduro, el voto socialista contrario a la proposición parlamentaria del PP (piensa insistir en el Senado) por el reconocimiento de González como presidente electo y el informal paseo de Sánchez con el exiliado por los jardines de la Moncloa sin darle "el tratamiento que merece".

En el Gobierno y en Ferraz han sido demasiado complacientes con el chavismo desde que, ante el precedente similar de 2018, el reconocimiento de Juan Guaidó como "presidente encargado" fue una pifia porque cursó como arranque de caballo y parada de burro, pues con las mismas los países del mundo democrático lo dejaron de reconocer dos años después.

Foto: El presidente de España, Pedro Sánchez, recibe al candidato venezolano, Edmundo González. (Reuters)

Ahora podría ocurrir lo mismo si un apresurado reconocimiento bilateral de Edmundo González como presidente electo diera lugar a males mayores de los que se quieren evitar respecto a un país hermano. Pero donde quiebra la carga argumental del PP es en la ira del chavismo contra España.

Carece de lógica interna la intención de casar la supuesta complicidad del Gobierno de Sánchez, que es la pedrada favorita del PP en clave de política nacional, con la reclamada ruptura de relaciones bilaterales por parte del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, uno de los personajes más influyentes de la nomenclatura chavista.

Si esa amenaza se materializase —ojalá que no—, los defensores de la posición del PP tendrían muchas dificultades para explicar cómo y por qué el chavismo le iba a dar un sartenazo en el bajo vientre a sus amigos españoles. Así, Maduro sería el primero en reventar ese discurso del PP que presenta al Gobierno español como un aliado incondicional de lo que, según la mismísima ministra Robles, "es una dictadura".

Maduro sería el primero en reventar ese discurso del PP que presenta al Gobierno como un aliado de lo que, según Robles, "es una dictadura"

¿Cómo explicar que el régimen amigo crea semejante problema a un Gobierno amigo por algo que ni siquiera es vinculante y que, por supuesto, no viene del Gobierno amigo, sino de su Parlamento solo a modo de recomendación?

Es mucho lo que nos jugamos en Venezuela. En lo tangible y en lo intangible. No solo por los intereses de las empresas españolas integradas en el tejido económico de aquel país. Además, el Gobierno tiene la obligación de mantener abiertos los lazos con el pueblo de aquel país: la lengua, la historia, la cultura y, por encima de todo, la referencia democrática, que es lo que los venezolanos echan de menos.

Por eso entiendo que ese discurso de Feijóo está mal elaborado, porque se ciñe al enfoque bilateral del conflicto e ignora vectores cardinales del conflicto, como el deber moral de acoger a un perseguido político en un país tercero, la condición europea de nuestro país que obliga a sincronizar la remada con Bruselas (tres meses para explorar la vía negociadora hacia la normalización democrática) y el hecho de que al concederle el asilo a González ya se está reconociendo el carácter antidemocrático del régimen de Maduro.

La sal gorda no le va bien al guiso diplomático. Y los regates de consumo interno tampoco favorecen a las relaciones internacionales. La bilateralidad es contraproducente en un caso que desvela a la Unión Europea y ya está sobre la mesa del fiscal de la Corte Penal Internacional.

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