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Al Grano
Por
Rey emérito: frivolidad, codicia y sexo recreativo
Nos llega a través de algunos medios una sobredosis de vergüenza para la magullada sensibilidad del pueblo soberano por cuenta de la lamentable figura de Juan Carlos de Borbón
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Aunque el mantra constitucional de un rey que reina, pero no gobierna, está plenamente vigente en la España de Felipe VI, que algunos vemos como una república coronada, no es de aplicación al primer tramo del reinado de don Juan Carlos I.
Su figura fue determinante en el tránsito de la dictadura a la democracia. Cuando decidió abrir por dentro las puertas del régimen franquista (la llave la tenía él porque era el número uno) y cuando desactivó el golpe de Estado del 23-F.
Fue telonero de la barrida electoral de los socialistas que, al año siguiente, vino a consolidar la recuperación de las libertades, el asentamiento de las nuevas instituciones, el saneamiento económico y la reinserción internacional. Y aquello le garantiza un sitio en la historia y el reconocimiento de una tarea difícil que superó con nota. Pero no está reñido con las reseñas de su posterior falta de ejemplaridad.
Ahora, más de cuarenta años después, en los bajos fondos de los circuitos informativos (no todos los medios se han prestado) bulle el culebrón de los audios del rey emérito con Bárbara Rey (solo nos faltaba el apellido de la vedette). Le pongo nombre: una sobredosis de vergüenza ajena para la magullada sensibilidad del pueblo soberano por cuenta de la lamentable figura de don Juan Carlos de Borbón.
En los bajos fondos de los circuitos informativos bulle el culebrón de los audios del rey emérito con Bárbara Rey
Imposible no citar a don Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, cuando escribía irónicamente que "el adulterio es un privilegio de los monarcas" y que "la fornicación cobra grandeza si es obra de la persona reinante".
Si antes fueron los paraísos fiscales, el origen inconfesable de su patrimonio, el dinero negro o las sociedades instrumentales, a la codicia se suma ahora el sexo recreativo. Es la cara B de un personaje retirado a tiempo del escenario institucional. Por su propio hijo, el rey Felipe VI, una vez constatada la ruptura de su contrato con el pueblo soberano.
La prescripción, la inmunidad y las regulaciones tributarias lo alejaron del banquillo. Pero quedar fuera del radar de la Justicia y de la Hacienda Pública, mientras él sigue viviendo en un proceso interno de victimismo y autojustificación, no le redimió de sus deberes con los ciudadanos después de la abdicación en junio de 2014. Es su causa pendiente, su deuda moral con los españoles. Les debe una explicación por incumplir su compromiso de ejemplaridad.
Azaña escribió irónicamente: "el adulterio es un privilegio de los monarcas"
No basta con la carta dirigida a su hijo en marzo de 2022, en la que hablaba de "acontecimientos pasados de mi vida privada que lamento sinceramente". Un "mea culpa" que se perdió en la polvareda cuando, dos meses después, en su primer viaje a Sanxenxo se hizo famoso su televisado desplante ante la pregunta de un periodista sobre su predisposición a dar explicaciones: "¿Explicaciones, de qué?",
Todo lo cual confirma el acierto de su alejamiento de España y la privación de sus funciones institucionales.
Aunque el mantra constitucional de un rey que reina, pero no gobierna, está plenamente vigente en la España de Felipe VI, que algunos vemos como una república coronada, no es de aplicación al primer tramo del reinado de don Juan Carlos I.