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Ábalos y Errejón entierran a Puigdemont
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Antonio Casado

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Ábalos y Errejón entierran a Puigdemont

Escaso eco mediático del Congreso de Junts que supone la vuelta de un farsante a la presidencia de del partido independentista con capacidad de interrumpir la balada de la Moncloa sobre los mil días de Sánchez

Foto: Congreso de Junts. (EFE)
Congreso de Junts. (EFE)
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Ábalos y Errejón entierran a Puigdemont, y sin haberlo deseado me ha salido un pareado. Aunque por distintas razones, el machismo y la corrupción no reconocen fronteras de rango intelectual, político o religioso, pero arrasan en las redes sociales y en los medios de comunicación.

El machismo de la izquierda, la foto de Sánchez con Aldama y los gritos racistas en el Madrid-Barça del sábado eclipsan el congreso a la búlgara (90% de apoyo) de Junts celebrado en Calella y entierran mediáticamente la vuelta de un farsante a la presidencia del partido que tiene en su mano el poder silenciador de la balada de los mil días compuesta por los teólogos de Moncloa. Y no es menos relevante que la incapacidad de Errejón para controlar sus apremios hormonales.

El Puigdemont que este fin de semana formalizó telemáticamente su liderazgo con mando en plaza para los dos próximos años, tras haberlo ejercido en la práctica, se aleja del ecosistema estrenado por Salvador Illa, "un presidente normal en país anormal", oigo decir en distancia corta a un dirigente de la parte más izquierdosa y menos identitaria de ERC. Conforme, porque Illa es gobernante de las cosas, no de las quimeras en este trozo de España marcado por la anormalidad.

Puigdemont se vende como criatura de esa anormalidad. De ahí viene con el compromiso de restaurarla, incluyendo al fantasmal Consell de la República con sede en Waterloo, llamado a terminar lo que se dejó a medias en octubre de 2017. Pero ahora desde el menguante poder de una organización de 6.300 militantes, en un Parlament sin mayoría dominante del independentismo, con siete diputados menos que el PSC, que no gobierna en ninguna de las grandes ciudades catalanes y que solo controla una de las cuatro diputaciones provinciales (Girona).

Quienes más interesados estaban en el desenlace del Congreso de Junts eran los estrategas de Sánchez, que necesita de sus siete votos

Es un juguete roto, pero no lo sabe. Y lo peor es que no quieren saberlo sus seguidores, seducidos por un charlatán cuya gracia no va más allá de prometer la "desespañolización" por el "incierto, pero irrenunciable camino" hacia la independencia, dijo en su arenga de ayer, mientras se mantiene en la confrontación con el Estado represor y el Gobierno incumplidor.

Frente a nombres del ala dura al alza en la nomenclatura (Miriam Nogueras, Antoni Castellá, Josep Rius), retrocede la alternativa posibilista de Jaume Giró, que queda jibarizado a una vocalía irrelevante, y las de otras figuras del separatismo de derechas (Madaula, Canadell, Morral), que encontraron la postura en este partido fundado por el propio Puigdemont (julio 2018) desde el autodestierro que se impuso después de una teatral y efímera declaración de independencia ahora hace siete años.

Pero en el Congreso de Calella los números se pusieron de su parte: 238 delegados del Congreso de Calella votaron a favor y solo 43 en contra de la lista única, cerrada y bloqueada que encabeza el líder ausente, "porque queremos acabar con las individualidades" (manda huevos, que diría Trillo), dicen sus cortesanos de primera fila. Todo un partido de creación ocasional, ahora en estado de sumisión a quien se pasó por el arco del triunfo, el anunciado mutis patriótico si no recuperaba la Generalitat tras las elecciones de mayo.

Según la ponencia política, Sánchez tiene motivos para cuestionar su "Gobierno para rato", aunque se ha dejado la puerta abierta al entendimiento

Sin embargo, y a pesar de su divorcio de la cotidianidad catalana, debido a su condición de fugado de la Justicia, recupera el liderazgo orgánico sin abandonar su confortable burladero de Waterloo, conservando a Jordi Turull como número dos y aparcando en una fundación del partido a la ya expresidenta, Laura Borrás.

Quienes más interesados estaban en el desenlace del Congreso de Junts eran los estrategas de Sánchez, necesitado de los siete votos que el prófugo controla en el Congreso justo cuando la marea especulativa que sugiere un acercamiento de la derecha catalana a la derecha nacional rivaliza con la marea especulativa que sugiere una apuesta por la continuidad de Sánchez si este accede a las exigencias de Puigdemont (competencias de inmigración, lengua catalana en Europa, reforma del CNI, que el "cupo" catalán no sea negociado sino decidido unilateralmente, más recursos para Cataluña y sus ayuntamientos, etc).

Si nos atenemos al contenido de la ponencia política aprobada ayer, Sánchez tiene motivos para cuestionar su lema de "Gobierno para rato" porque se clavetea la voluntad de confrontar en Madrid con el Estado "represor" y en Cataluña con el Gobierno "más españolista de la historia" apoyado en el "seguidismo" de ERC. Pero, atención, se ha dejado la puerta al entendimiento con Sánchez en una enmienda de última hora que suprimió la previa propuesta de ruptura del pacto Junts-PSOE en el otoño de 2023, aunque sin derogar el pasaje que reza: "Si el Gobierno del PSOE pierde nuestro apoyo, será porque incumple sus compromisos y la responsabilidad será suya".

O sea, en misa y repicando, como cuenta Marcos Lamela en su reseña informativa sobre el final del Congreso de Calella.

Ábalos y Errejón entierran a Puigdemont, y sin haberlo deseado me ha salido un pareado. Aunque por distintas razones, el machismo y la corrupción no reconocen fronteras de rango intelectual, político o religioso, pero arrasan en las redes sociales y en los medios de comunicación.

Junts per Catalunya Carles Puigdemont
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