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Los muertos de la riada y el fango de la política
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Antonio Casado

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Los muertos de la riada y el fango de la política

La reyerta partidista no casa con el idioma común de la condición humana en la hora del desamparo, mientras miles de voluntarios marchan a pie sobre la zona afectada y la ministra Robles ofrece la ayuda de los 120.000 militares en activo

Foto: Pedro Sánchez junto a Carlos Mazón. (EFE)
Pedro Sánchez junto a Carlos Mazón. (EFE)
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El luto oficial, los minutos de silencio y las frases hechas de la clase política sobre las desgracias de la gente no llegan a ocultar que llueve sobre mojado. Y no me refiero a la vigencia de la alerta meteorológica, que también, sino a la estupidez de los dirigentes ante los padecimientos de los dirigidos.

Sobre un distópico escenario de vidas y haciendas malogradas, árboles por el suelo, pillaje, grotesco amasijo de coches, puentes colapsados, calzadas fracturadas, drenajes destruidos, los muertos de la riada se embarran con el fango de la política. Una vez más, la absurda reyerta partidista nos distrae de la tragedia. Y también de la capacidad de los españoles para dar lo mejor de sí mismos cuando toca ser solidarios en la desgracia.

Desde el primer momento de la tragedia valenciana, el líder del PP quiso confrontar con el Gobierno. Claro que con anterioridad Sánchez y sus costaleros se solidarizaron con las víctimas de la gota fría, un rato sí y otro rato no. Apoyaron la suspensión de la parte ordinaria del pleno de la semana en el Congreso (control al Gobierno) en humano gesto de compasión corporativa, aunque no la parte extraordinaria sobre el nuevo régimen organizativo en RTVE (convalidación del consabido decreto-ley).

Feijóo se lanzó a la yugular de Sánchez y el ministro Puente lo atribuyó a la obsesiva sed de relato del PP, mientras el presidente valenciano, Carlos Mazón (PP) resaltaba la coordinación con el Gobierno y agradecía a su presidente la visita a la zona castigada. Y en Vox cargaron contra Mazón por ser amable con el "felón corrupto" (sic). Ítem más, la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, y el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, daban versiones diferentes sobre el momento que la Comunidad pidió realmente la intervención de la UME (Unidad Militar de Emergencias) en la tarde del miércoles. Bernabé dejó en buen lugar a Mazón (lo pidió a las 15:21 h) desmintiendo al ministro Torres (sostuvo que se había pedido a las 20:36).

Toca aplaudir la apuesta de Mazón por remar junto al Gobierno en la movilización de los recursos necesarios para superar el trauma

El despropósito es dato fijo en la política nacional. La politización de una tragedia colectiva no casa con los llamamientos a la unidad del Rey de España y la presidenta de la Comisión Europea ("llorar juntos, levantarse juntos"), cuando miles de voluntarios marchan a pie sobre las zonas afectadas para echar una mano y la ministra Robles pone a disposición de los damnificados los 120.000 militares en activo de las Fuerzas Armadas.

Es imposible mezclar la reyerta partidista con el idioma común de la condición humana en la hora del desamparo, la angustia y la pérdida de los seres queridos. Por tanto, toca aplaudir la apuesta del presidente valenciano, Carlos Mazón, del mismo partido que Feijóo, por la remada conjunta con el Gobierno central en la movilización de todos los recursos públicos que sean necesarios para superar el trauma.

Nada va a evitar que se nos caiga la cara de vergüenza por haber vuelto a politizar una desgracia nacional

En el aire quedan las fechas del retorno a la normalidad en las comunicaciones con Valencia; el impacto sobre la inflación que va a tener el colapso en la huerta de España, o lo que pudo ocurrir, pero afortunadamente no ocurrió, si es verdad que el cauce del Turia estuvo a punto de volver por donde solía antes del desvío practicado después de la famosa riada de 1957.

Pero nada de eso va a evitar que se nos caiga la cara de vergüenza por haber vuelto a caer en la tentación de politizar una desgracia nacional respecto a la que solo cabe exigir a los poderes públicos, en sana y leal cooperación, tengan estos el color político que tengan, el debido respeto a las víctimas y el mayor grado de compromiso en la movilización de recursos cuando la cifra de víctimas mortales ya supera los dos centenares.

El luto oficial, los minutos de silencio y las frases hechas de la clase política sobre las desgracias de la gente no llegan a ocultar que llueve sobre mojado. Y no me refiero a la vigencia de la alerta meteorológica, que también, sino a la estupidez de los dirigentes ante los padecimientos de los dirigidos.

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