Al Grano
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La desidia de Mazón y el tacticismo de Sánchez
El alcalde de Utiel se ha convertido en involuntario testigo de cargo contra dos gobernantes de mayor rango que el suyo. Por incapacidad de uno y oportunismo de otro
No podemos quedarnos en poner música al melancólico lema machadiano de que "solo el pueblo salva al pueblo". Tenemos pendiente un sanador reparto de culpas por la gestión de la tragedia y de sus efectos, en función de las obligaciones previamente asignadas en distintos niveles de responsabilidad. Y más vale afrontar el reto sin sectarismo y con propósito de la enmienda.
La lapidación social, política y mediática del presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, escenificada en la masiva manifestación del sábado en Valencia, es justa. Pero incompleta. No hay una sola causa. Tampoco hay un solo culpable. El trauma desborda los perímetros municipales y regionales. Es nacional, afecta al crédito de todas las instituciones y cuenta con mecanismos de respuesta bien perimetrados.
A eso voy:
El alcalde de Utiel, Ricardo Gabaldón, se ha convertido en testigo de cargo involuntario contra dos gobernantes de mayor rango. Por incapacidad de uno y oportunismo de otro. Si Gabaldón tenía en la mañana del 29 de octubre suficientes elementos de juicio para alertar a los vecinos de su pueblo, con la acertada decisión de suspender las clases en los colegios horas antes de la avalancha, ¿cómo no los iba a tener el presidente de la Comunidad, que además es del mismo partido? Si disponía de los datos, fue un insensato. Y si no, hubo desidia.
Lejos de apremiarle el Gobierno quiso evidenciar la incapacidad de Mazón a la espera de que la riada se lo llevara por delante políticamente
Cabe formular la misma pregunta para el caso del presidente del Gobierno: ¿cómo el máximo responsable del orden civil a escala nacional no iba a tener los datos que estuvieron disponibles para el alcalde de Utiel y otros alcaldes de la zona devastada? Aunque la respuesta es la misma, doy un paso más y me atrevo a elevar a definitiva una conclusión política: Mazón es culpable por desidia y Sánchez lo es por tacticismo.
Lejos de apremiar al presidente valenciano para que se pusiera las pilas, el Gobierno quiso hacer visible la dejadez de Mazón a la espera de que la riada se lo llevara por delante (políticamente hablando, claro). Fue su inhibitorio planteamiento inicial de la crisis por recurso a las generales de la ley. Es decir, acogerse a las competencias autonómicas en materia de protección civil ("Si quiere ayuda, que la pida"). Se trataba de dejar que Mazón se ahogara en su propia incapacidad. Insisto: en el plano político y, si acaso, el moral. Lo judicial ya vendrá por otras vías.
Politizar el latido social es inevitable, e incluso recomendable, dentro de los cauces instituidos y ahora desbordados. Los de la razón y el sentido común. No los que abren las reyertas partidistas, porque entonces la libertad de expresión y el derecho a la crítica se convierten en funciones venenosas.
Ya sabemos que a Mazón le venía grande el cargo. Ha demostrado incompetencia, dejadez e incapacidad en el desempeño del cargo, pero el raca-raca político y mediático contra él desde un lado de la barricada no resuelve nada. Parece un linchamiento oportunista, si no mercenario. Es inútil, por supuesto, en función del presunto objetivo común: ayudar a los damnificados y recuperar la normalidad en la zona devastada.
El argumento es de simétrica aplicación al otro bando de la reyerta (el derecho), con todos sus tirachinas apuntando sola y exclusivamente contra Sánchez.
No podemos quedarnos en poner música al melancólico lema machadiano de que "solo el pueblo salva al pueblo". Tenemos pendiente un sanador reparto de culpas por la gestión de la tragedia y de sus efectos, en función de las obligaciones previamente asignadas en distintos niveles de responsabilidad. Y más vale afrontar el reto sin sectarismo y con propósito de la enmienda.
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