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La reforma fiscal y la desconstrucción de Frankenstein
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Antonio Casado

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La reforma fiscal y la desconstrucción de Frankenstein

Bastó que ERC perdiese la Generalitat y Podemos saliera del Gobierno para que la barricada ideológica (izquierda-derecha) reventase la impostada cohesión "plurinacional" del sindicato de costaleros de Sánchez

Foto: Varios diputados durante la Comisión de Hacienda y Función Pública, en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Jesús Hellín)
Varios diputados durante la Comisión de Hacienda y Función Pública, en el Congreso de los Diputados. (Europa Press/Jesús Hellín)
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Como en el famoso cuadro Explosión en una catedral (1630, Monsu Desiderio), que tanto motivó a Carpentier en el Siglo de las Luces, lo ocurrido en la noche del lunes en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados fue una foto fija de la explosión (implosión en este caso) tomada en las fracciones de segundo previas al derrumbamiento, cuando se da por amortizada la ética fundacional del arquitecto y las piezas del edificio ya flotan en el aire con olor a pólvora.

No es el primer episodio, pero puede ser definitivo de lo que todo el mundo se malició desde el principio. Que el heterogéneo pacto de investidura de Sánchez (ahora hace un año), anticipado a su pesar por Pérez Rubalcaba con su acertada analogía relativa al monstruo de Frankenstein, no podía ser de legislatura a la vista de los intereses contrapuestos de sus componentes.

Bastó que ERC fuera desalojado de la Generalitat y Podemos saliera del poder reñido con Sumar (socio de coalición del Gobierno) para que la barricada ideológica (izquierda-derecha) reventase la impostada cohesión “plurinacional” del sindicato de costaleros de Sánchez. Y la causa no ha sido el fango de Valencia, la corrupción de cercanías, el machismo de Errejón o el secuestro de las instituciones. Ha sido la vieja manzana de la discordia entre quienes piden bajar impuestos para favorecer la creación de riqueza y quienes piden subirlos para repartirla mejor.

Sobre tan virtuoso e histórico debate floreció la mala hierba de una caótica negociación. La que se produjo el lunes por la noche en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados y la que se está desarrollando furtivamente en vísperas de la votación en el pleno. Ahí llega mañana, jueves, una reforma fiscal descafeinada.

Cae el impuesto extraordinario a la banca, la equiparación de la gasolina con el diésel y la exención a las primas de seguros privados, entre otras planeadas por Moncloa y ahora pendientes de la votación de mañana. El inicial volquete de medidas que ha retratado la debilidad del Gobierno ya no va mucho más allá de la obligatoria trasposición -so pena de sanción y frenazo del quinto desembolso de los fondos europeos- de la directiva europea sobre el gravamen mínimo del 15% a multinacionales en el impuesto de sociedades.

La polémica sobreimposición fiscal a las energéticas (prórroga por un año más) sale del dictamen y pasa a ser un compromiso del Gobierno en diferido (futuro decreto-ley) que tendría el respaldo de Junts si solo se aplica a las compañías no comprometidas con la descarbonización y que puede tumbar Podemos (“No aceptamos tomaduras de pelo”), mientras que el Gobierno, por medio de una enmienda que también se vota mañana, lograba la conformidad de la izquierda autonómica (ERC, Bildu y BNG) a tipos impositivo más altos a la banca con recaudación destinada a las comunidades autónomas.

Foto: La secretaria general de Podemos, Ione Belarra. (Efe)

Pero lo relevante de este enredo no es tanto el nudo del brazo izquierdo del Gobierno con el brazo derecho. Lo verdaderamente significativo aparece en el derroche del lenguaje implosivo de los informadores que fueron testigos del cómico pasilleo del lunes. A saber: “desconcierto”, “colapso”, “confusión”, “al borde del abismo” “fin de ciclo” “Gobierno agonizante”, mientras los móviles echaban humo y las idas y venidas parecían un vodevil de puertas.

Ahora todo depende de los siete escaños de Junts, por la derecha, y los cuatro de Podemos, por la izquierda, cuyas posiciones son contrapuestas, por desgracia para Sánchez. Los dos se retratarán en la votación de mañana. ¿Habrá sido el caos de lunes un anticipo del caos del jueves? La cosa va a ser de alquilar balcones, como diría el inolvidable Pedro Arriola.

Y una pregunta más: ¿tendrá algo que ver la inseguridad que el Gobierno traslada a los emprendedores el hecho de que las inversiones extranjeras hayan caído un 20% durante el año 2023 y estén todavía muy por debajo de los niveles prepandemia?

Como en el famoso cuadro Explosión en una catedral (1630, Monsu Desiderio), que tanto motivó a Carpentier en el Siglo de las Luces, lo ocurrido en la noche del lunes en la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados fue una foto fija de la explosión (implosión en este caso) tomada en las fracciones de segundo previas al derrumbamiento, cuando se da por amortizada la ética fundacional del arquitecto y las piezas del edificio ya flotan en el aire con olor a pólvora.

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