Al Grano
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Siria: entre el miedo y la esperanza
El bando "rebelde" ha conseguido cancelar sin sangre una tiranía hereditaria: no ruedan cabezas, no hay ejecuciones públicas y se prohíbe el asalto a los edificios oficiales
Primer milagro de la renovada Notre Dame de Paris. En la tierra donde hace dos mil años Pablo de Tarso cayó del caballo y se puso a pregonar el cristianismo en las sinagogas después de haber perseguido con saña a los cristianos. El milagro aparece en modo de inesperado regalo al mundo: un dictador menos. Ha caído Bashar Al Asad, asilado en Rusia por "razones humanitarias". Las invoca ahora el oculista que cegaba a sus enemigos con fósforo blanco durante la cruenta guerra civil que acabó ahogando en sangre la llamada "primavera árabe" (2011-2013) y provocó la mayor crisis de trasterrados del siglo XXI.
El bando "rebelde" ha conseguido cancelar sin sangre una tiranía hereditaria (más de medio siglo en la suma del padre y el hijo) de casi un cuarto de siglo en apenas diez días. Se abren las cárceles y retornan millones de desplazados. Tras un apacible paseo militar hacia Damasco, sin resistencia por parte del descreído y mal pagado ejército del autócrata, no vemos frenéticas prisas por desmantelar el régimen, sino abrazos y celebraciones en la calle. No ruedan cabezas, no hay ejecuciones públicas y se prohíbe el asalto a los edificios oficiales en un toque de queda sin incidentes reseñables.
Momento de incertidumbre, aunque el derrocamiento pacífico de un sistema represivo ofrece al mundo civilizado un desenlace igualmente pacífico. Pero se está moviendo una pieza en el conflictivo tablero de Oriente Próximo y todavía no sabemos lo que bulle bajo la línea de flotación de estos supuestos planes de transición moderada. Los actores presentes en la región aún no han dado la cara. Y el castigado pueblo sirio se mueve entre el miedo a los radicales del frente ganador (HTS islámico y PKK turco, considerados "terroristas" por la comunidad internacional, aunque ahora son vistas como fuerzas liberadoras) y la esperanza de una transición pacífica hacia la democracia.
Nada está escrito. Y nada puede darse por hecho en la evolución de acontecimientos de difícil pronóstico en un país con focos de estabilidad en todas sus fronteras:
Por ejemplo, el grado de compromiso de la Unión Europea en la ayuda a una población civil que ha sufrido lo indecible por encontrarse en medio de un choque de intereses de las grandes potencias (A Trump solo se le ocurre aplaudir la caída de Al Asad como síntoma de debilidad rusa e iraní). O la reacción de los fatigados costaleros en los que Al Asad había externalizado su blindaje militar: Rusia, Irán y la milicia libanesa de Hezbolá, que acabaron convirtiendo el supuesto poder militar del tirano en un tigre de papel, pues ya tienen ellos bastante con lo suyo en Ucrania y Oriente Próximo.
Se está moviendo una pieza en el conflictivo tablero de Oriente Próximo y sin saber lo que bulle bajo los planes de transición moderada
También nos topamos con otros acontecimientos indescifrables. Como el hecho de que el primer ministro del régimen cancelado, Ghazi al Jalali, se ofrezca a colaborar con los rebeldes. O sea, con una sindicación de fuerzas heterogéneas (kurdos, yihadistas de Al Queda, nacionalistas apoyados por Turquía, etc) de difícil encaje en una eventual remada conjunta, a su vez con los desalentados seguidores de Al Asad (partido Baas). Todo ello en un mosaico social y religioso perimetrado artificialmente por Francia e Inglaterra: las famosas líneas en la arena del furtivo acuerdo Sykes-Picot en 1916. Uff.
En cualquier caso, estamos ante una buena noticia, celebrada pacíficamente este domingo en Paseo del Prado. Junto a su embajada, unos 400 sirios residentes en Madrid saludaron que los verdugos del régimen y el ex primer ministro de este coincidan en la voluntad de hacer una transición ordenada que favorezca la reconciliación y remita el futuro de Siria a la democrática voz del pueblo. Sin violencia, sin revanchismo, con respeto a las minorías y sin demoler sus instituciones, a fin de que sigan prestando servicio a los ciudadanos.
Primer milagro de la renovada Notre Dame de Paris. En la tierra donde hace dos mil años Pablo de Tarso cayó del caballo y se puso a pregonar el cristianismo en las sinagogas después de haber perseguido con saña a los cristianos. El milagro aparece en modo de inesperado regalo al mundo: un dictador menos. Ha caído Bashar Al Asad, asilado en Rusia por "razones humanitarias". Las invoca ahora el oculista que cegaba a sus enemigos con fósforo blanco durante la cruenta guerra civil que acabó ahogando en sangre la llamada "primavera árabe" (2011-2013) y provocó la mayor crisis de trasterrados del siglo XXI.