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Sánchez y la viga en el ojo ajeno de Trump
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Antonio Casado

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Sánchez y la viga en el ojo ajeno de Trump

Tras el desembarco del Gobierno en Telefónica, gran anunciante en medios de comunicación, no era el mejor momento para cuestionar el poder mediático de los tiburones de Silicon Valley

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Carlos Barria)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Carlos Barria)
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El reproche minifundista de Sánchez al arrogante terrateniente que acaba de mudarse a la Casa Blanca se desvanece en Davos, donde aquel acude para vender el modelo español de éxito (económico, se entiende; del social no hablamos). En la cita del foro de Davos, ningún eco de su ofrecimiento como líder internacional del antitrumpismo. Ni siquiera podemos culparle por el cierre de la web de la Casa Blanca en lengua española.

Sin embargo, entre nosotros, la arremetida contra Trump nos da para dedicar un turno a esta curiosa revisión del romántico grito del movimiento obrero en España. Del UHP (Uníos Hermanos Proletarios) al UHD (Uníos Hermanos Demócratas). No llega a tanto el despropósito. Más bien se queda en las calenturas de Íñigo Errejón e Iglesias Turión cuando se metieron en política al grito de “No nos representan”.

Remedando los gritos adolescentes del 15-M de 2011, a Sánchez no se le ha ocurrido otra cosa que denunciar el poder “omnímodo” de la “tecnocasta” que pretende controlar el debate público en el ecosistema político occidental. A través de las redes sociales y al servicio de la ola reaccionaria que nos invade.

En ese punto es irresistible la tentación de recordar la cruzada del sanchismo contra los medios de comunicación que, por resistirse a marcar el paso de la Moncloa, se convierten en “fabricantes de fango” o, mucho peor, son objeto de inauditas iniciativas en nombre de la “regeneración democrática”. Nos lo pone a huevo cuando se ofrece a encabezar el reto europeo ante los vientos antidemocráticos que soplan desde EEUU Sánchez dice que “tenemos que rebelarnos y plantear alternativas”.

El ministro Albares salió al quite con intención de suavizar los eventuales efectos de la hostilidad declarativa de Sánchez contra Trump

Me explico:

Tras el desembarco de la Moncloa en Telefónica, uno de los grandes poderes anunciantes en medios de comunicación, no era el mejor momento para que Sánchez cuestionase el desembarco de los tiburones de Silicon Valley en el equipo de Trump para su segunda temporada en la Casa Blanca. So pena de arriesgarse a que muchos veamos en el ojo de Sánchez la misma viga que él ve en el ojo del presidente norteamericano.

Foto: Abascal y Trump, en una imagen de archivo. (EFE) Opinión

Salvando las distancias, claro, porque la de Trump siempre será de mayor tamaño. Pero denunciarlo en el modesto rincón mediático de este columnista no es lo mismo que denunciarlo desde la presidencia del Gobierno de un país aliado. Por español (tratado bilateral) y por europeo (UE y USA forman la columna vertebral del vigente orden geoestratégico).

Como buen diplomático, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, salió al quite con intención de suavizar los eventuales efectos de la hostilidad declarativa de Sánchez, donde se erigía en baluarte democrático frente a la ola ultraderechista que también ha llegado a Europa...

En declaraciones a Onda Cero, el ministro proclamó la voluntad de tener “la mejor relación posible con EEUU” porque “es el aliado natural de la UE” y porque “juntos salimos mejor de las crisis”. En el plano bilateral, recordó que las inversiones, la lengua compartida con 60 o 70 millones de norteamericanos, los intercambios comerciales, etc., crean unos lazos que están muy por encima de las relaciones entre Gobiernos.

Foto: José María Álvarez-Pallete. (Reuters)

Pero hay una ley de hierro que está por encima de cualquier otra consideración cuando lo que se avecina es una vuelta a la ley de la selva. En ese caso, lo realista será llevarse bien con el más fuerte. Albares lo sabe. Y no le falta razón cuando compara el retorno de Trump con la caída del muro de Berlín en 1989. Entonces fue para mejor. Ahora no es el caso.

El reproche minifundista de Sánchez al arrogante terrateniente que acaba de mudarse a la Casa Blanca se desvanece en Davos, donde aquel acude para vender el modelo español de éxito (económico, se entiende; del social no hablamos). En la cita del foro de Davos, ningún eco de su ofrecimiento como líder internacional del antitrumpismo. Ni siquiera podemos culparle por el cierre de la web de la Casa Blanca en lengua española.

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