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Al Grano
Por
La engañosa sintonía de Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo
Si la tramitación legislativa de la reducción de jornada laboral no va tan deprisa como se dice, puede acabar en el congelador por un eventual colapso de la legislatura
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No es verdad el aireado fin de hostilidades entre la vicepresidenta, Yolanda Díaz, y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, por cuenta de la reducción de la jornada laboral pactada con los sindicatos. Simplemente, se aplaza. Y es que el agujero negro de la inestabilidad no sólo se manifiesta en el Parlamento, donde el sindicato de costaleros de Sánchez es un rompecabezas. También aparece en el propio Gobierno.
Más larvada que la descarada extorsión de Junts, pero igualmente incómoda, como china en el zapato de Sánchez, es la permanente búsqueda de Sumar de su propia razón de ser. La de reclamarse más social que nadie, “para darle alma al Gobierno”, dice Yolanda Díaz, como no podía ser de otro modo en una fuerza política a la izquierda del PSOE.
A esos efectos, ayer fue un mal día para la vicepresidenta que, a pesar de su dimisión como coordinadora de Sumar en junio del año pasado, pastorea a los cuatro ministros afines. El paso delante de su obra predilecta, llevar al BOE antes del 31 de diciembre de 2025 la reducción de la jornada laboral de 40 a 37 horas y media semanales, se perdió en la polvareda del reformateado “decreto ómnibus” al gusto de Carles Puigdemont.
Por razones distintas, el prófugo y Yolanda Díaz están necesitados de visibilidad política. En esta ocasión la eclipsada fue ella. Su protagonismo quedó reducido a un “desayuno informativo”, cuyas reseñas desaparecieron en el oleaje mediático causado por la DeepSeek china y la externalización de la estabilidad del Gobierno en tierras de Flandes.
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El lunes 27 iba a ser un día de gloria para la vicepresidenta. Por sus declaraciones sobre la necesidad de recuperar a Podemos para la causa común (“Voy a trabajar para que lo que ha pasado no vuelva a pasar”). Y además, por el anteproyecto de ley sobre la reducción de la jornada laboral, que ese día levantó el vuelo en la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, camino del Consejo de Ministros del martes que viene. La noticia de su acuerdo con Carlos Cuerpo para llevarlo al telar parlamentario por vía de urgencia ni siquiera está asociado al “escudo social” pregonado por Sánchez en su mini-rueda de prensa. Todo por los pensionistas, los damnificados de la DANA y los usuarios del transporte público, merecedores de un decreto-ley de aplicación inmediata. La reducción de la jornada laboral puede esperar al más premioso procedimiento del proyecto de ley.
En teoría, tramitar la iniciativa por vía de urgencia acorta los plazos. Solo en teoría, porque en la práctica se pueden forjar mayorías habilitadas para frenar las prisas concertadas por la vicepresidenta y el ministro. Sobre todo, en las fases de presentación de enmiendas, donde son habituales las “prórrogas” nacidas de los particulares intereses de los distintos grupos parlamentarios.
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A esa contingencia imprevisible se viene remitiendo Cuerpo en su pulso con Díaz, cuando plantea sus dos objeciones. Una es que el proyecto acabará en el BOE solo si logra una mayoría de momento dudosa. Y la otra es que él mismo está por matizar los pasajes de un borrador totalizante que puede resultar poco realista si no se acomete gradualmente y si ignora las necesidades de las pequeñas empresas.
Cuerpo cree que no será fácil salvar las objeciones empresariales, con una CEOE que considera “anticonstitucional” la medida. Ni las parlamentarias, justo cuando los componentes de la llamada ecuación Frankenstein tienden a centrifugarse y complican la forja de una mayoría. Y si finalmente la tramitación del proyecto no va tan deprisa como se pretende, puede acabar en el congelador por un eventual colapso de la legislatura, ya malherida de incertidumbre.
No es verdad el aireado fin de hostilidades entre la vicepresidenta, Yolanda Díaz, y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, por cuenta de la reducción de la jornada laboral pactada con los sindicatos. Simplemente, se aplaza. Y es que el agujero negro de la inestabilidad no sólo se manifiesta en el Parlamento, donde el sindicato de costaleros de Sánchez es un rompecabezas. También aparece en el propio Gobierno.