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Antonio Casado

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La derecha está de moda

A todos nos envuelve la ola reaccionaria. Por eso, Pedro Sánchez aplica el mismo diagnóstico para la ola española y europea que para la americana: "Es un peligro público"

Foto: Javier Milei. (Reuters)
Javier Milei. (Reuters)
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Dentro y fuera de España la derecha está de moda. Dentro y fuera de Europa, lo progre ya no es lo políticamente correcto. Desde Feijóo (España) a Merz (Alemania), pasando por Marine Le Pen, Meloni, Orban, etc., las encuestas cantan el advenimiento de la ola derechista a las cancillerías europeas.

En América, Donald Trump y Javier Milei son las estrellas de la temporada otoño-invierno. Comparten la fama con un telonero llamado Elon Musk. En su grito de la selva de hace unos días (gruñidos de macho alfa, puños fuera y uno de los brazos que se dispara al modo nazi) delegó Donald Trump el anuncio del retorno a la ley del más fuerte.

La moda influye, por supuesto, en la zurrada política española, donde las terminales políticas y mediáticas de la izquierda hacen comparaciones odiosas, o no, y se escandalizan ante la irresistible ascensión de la derecha empujada al poder por la ultraderecha. Pero uno se pregunta por qué, aquí entre nosotros, es de mejor condición poner la gobernabilidad en manos de los enemigos de España, arropados por la izquierda, que en las del españolismo gesticulante arropado por la derecha.

Todo viene mezclado en la ola reaccionaria que nos envuelve, pues los líquidos presentan tensión superficial y capilaridad, a diferencia de lo que ocurre con los gases. Por eso, Pedro Sánchez aplica el mismo diagnóstico para la ola española que para la americana: "Es un peligro público". En clave doméstica, supone creer que la claudicación ante un enemigo declarado del Reino de España es una fuente de bendiciones si se compara con el acceso de la ultraderecha al poder.

El capitalismo desregulador va contra la libertad de movimientos de personas y mercancías al grito de "Viva la libertad, carajo"

Volvamos a la "conversación global", como dirían los nuevos teólogos de las Ciencias Sociales. Los profetas del capitalismo libertario predican el desarme fiscal del Estado. Eso sí, en las fronteras Trump se pasa por el arco del triunfo la libertad de movimientos de personas (migrantes) y mercancías (aranceles por doquier). ¿A qué viene el grito de ¿"Viva la libertad, carajo" en boca de sus dinamiteros?

Curiosa forma de reconocerse en la obsesión desreguladora, siendo más regulador que nadie. Lo cual nos hace sospechar que los tecno-libertarios quieren el poder para acabar con el Estado "opresor" (Trump quiere imitar a Milei, que ya ha despedido en Argentina a 40.000 empleados públicos) y luego reconstruirlo, como en el mito de Sísifo.

Malos tiempos para quienes nos sentimos enjaulados en la tríada Democracia-Derecho-Humanismo. Así vinimos de fábrica. Pero la tríada parece obsoleta frente a los que han desempolvado ahora, más de tres siglos después, el viejo mantra de Benjamín Franklin: "La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre lo que van a comer". O sea, la ley del más fuerte.

Siempre habrá una manada de derechas a la caza del "rojo de mierda", y otra de izquierdas dispuesta a colgarte el sambenito de "facha"

Pie en pared contra ese arrollador discurso que surfea esta ola neoreaccionaria y ultraindividualista que declara incompatibles los conceptos democracia y libertad. Pero pueden caernos los siete males si nos rebelamos contra el desguace de esa arquitectura (urnas-leyes-derechos humanos) hoy por hoy convertida en un montón de piezas desordenadas. Empezando por España, donde esa rebelión, en nombre de san Indalecio Prieto (socialista a fuer de liberal) debería hacerse extensiva al sanchismo que nos gobierna.

El antisanchismo también es práctica de alto riesgo. Y si te empleas a fondo en defensa de la tríada, siempre habrá una manada de genios sin diagnosticar por la derecha a la caza del "rojo de mierda", y otra por la izquierda dispuesta a colgarte el sambenito de "facha". En este segundo bando hay codazos por encabezar la cola por ser más progre que nadie. Siempre al acecho de cualquier chispazo, mayor o menor, para ver quién atiza con más ardor y más desenvoltura al fascista que aparece donde menos se espera.

Dentro y fuera de España la derecha está de moda. Dentro y fuera de Europa, lo progre ya no es lo políticamente correcto. Desde Feijóo (España) a Merz (Alemania), pasando por Marine Le Pen, Meloni, Orban, etc., las encuestas cantan el advenimiento de la ola derechista a las cancillerías europeas.

Javier Milei Donald Trump
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