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Al Grano
Por
Sánchez se crece en la guerra arancelaria
El presidente del Gobierno enjaula sus problemas (debilidad parlamentaria, corrupción de proximidad y arruinada imagen personal) en su plan de protección y relanzamiento del sistema productivo
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El relato nos confunde. Y si Donald Trump se presenta ante el mundo como el lobito bueno al que maltrataban los malvados corderos, tomándose como agravio intolerable el déficit comercial de EEUU con el resto del mundo (920.000 millones de dólares en 2024), Pedro Sánchez quiere enjaular sus problemas (debilidad parlamentaria, corrupción de cercanías y una averiada imagen personal) en un gesticulante plan de protección y relanzamiento de nuestro sistema productivo.
El plan viene coreado por un grito publicitario de inspiración patriótica: "Nuestros valores no están en venta, nuestros jamones, sí" ¿Será por relato?
Curiosa contraofensiva en nombre de la España comercial, sin esperar el margen negociador del que dispone la Unión Europea hasta el miércoles 9 de abril antes de proceder a la reciprocidad arancelaria y/o aplicar su reglamento anti-coerción (ACI) en defensa de los intereses europeos. Se viene arriba, se crece en el castigo y no se molesta en acompasar su reacción a la pausa decretada por Bruselas.
"Mantendremos la calma y calibraremos nuestra respuesta de forma unificada", ha declarado Ursula von der Leyen. Pero el presidente del Gobierno ignora o sobrevuela la doctrina de la solución negociada que propone la presidenta de la Comisión Europea. Tiene otros apremios y por eso necesita dar por consumado el ataque de Trump a los productos españoles (entre otros, claro).
Sánchez no regalará a Feijóo la imagen de ambos ilustrada con un pie de foto que les iguale frente a un asunto de Estado como este y otros
Sánchez va más deprisa porque, mientras se hunde la bolsa y el fantasma de la recesión planea sobre el orden económico mundial, la guerra de los aranceles dispara su autoestima y además le sirve para retirar de los circuitos políticos y mediáticos a su mujer, a su hermano, a sus primeros compañeros de viaje en la irresistible ascensión del sanchismo, a su fiscal general y a su presidente del Tribunal Constitucional.
Así que ha decidido tomar la iniciativa y ponerse en modo de respuesta rápida, dando por sentado que el PP no tendrá otro remedio que sumarse. Pero no regalará a Núñez Feijóo la imagen de ambos ilustrada con un pie de foto que les iguale frente a un asunto de Estado, aun sabiendo que el líder del principal partido de la oposición está básicamente de acuerdo en que no podemos quedarnos de brazos a cruzados ante los desafíos de la nueva política norteamericana.
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Por eso delega en el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, el trabajo de conseguir que las demás fuerzas políticas (todas menos Vox) nacionales y territoriales entonen juntas el amén a lo que diga la Moncloa.
Nunca vi a un presidente del Gobierno tan preocupado por la cuenta de resultado de empresas españolas que exportan bienes y servicios a los EEUU. Se concreta en un volquete de millones (14.100 por ser precisos) para las empresas y los sectores afectados por los aranceles norteamericanos.
Además de poner los millones sobre la mesa (créditos a devolver, en una buena parte) en "apoyo incondicional” a los eventuales damnificados, Sánchez volvió a caer en la tentación de auto jalearse ("somos el motor económico de Europa") y hacer comparaciones odiosas en las que sale ganando frente a lo que hubiera hecho un gobierno del PP en ese tipo de emergencias. No hacía ninguna falta, pero el relato es el relato.
El relato nos confunde. Y si Donald Trump se presenta ante el mundo como el lobito bueno al que maltrataban los malvados corderos, tomándose como agravio intolerable el déficit comercial de EEUU con el resto del mundo (920.000 millones de dólares en 2024), Pedro Sánchez quiere enjaular sus problemas (debilidad parlamentaria, corrupción de cercanías y una averiada imagen personal) en un gesticulante plan de protección y relanzamiento de nuestro sistema productivo.