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Al Grano
Por
¿Es Sánchez un tonto útil de Xi Jinping?
La españolidad de la amenaza norteamericana ("Aliarse con China es cortarse el cuello") reforzó la condición del presidente como enviado especial de la UE. Un acto reflejo de carácter defensivo
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Pedro Sánchez ha estado prudente y conciliador en su “face to face” con Xi Jinping en Pekín. Mejor así en tiempo de vientos huracanados con caprichosos cambios de dirección. Todo medido y muy leído para atar en corto a las palabras. Que no hagan la guerra por su cuenta después de la pedrada antiespañola del secretario norteamericano del Tesoro, Scott Bessent: “Aliarse con China es como cortarse el cuello”.
La españolidad de la amenaza reforzó la condición de enviado especial de la Unión Europea, seguramente como acto reflejo de carácter defensivo. Más que opinión es pura reseña constatar que el presidente del Gobierno español ha vendido en Pekín un discurso cien por cien europeísta.
Es la mejor vacuna frente a una epidemia arancelaria con tendencia a contagiarse por bloques más que por países, en la geoestrategia del poder. Conviene estar en el lado correcto de la batalla. Por si la dirección del viento se mantiene estable, y también por si cambia, durante los noventa días que EEUU y la UE se han dado mutuamente para olvidar el pasado inmediato después de haberle visto las orejas al lobo a uno y otro lado del Atlántico.
También Xi Jinping sobrevoló la españolidad de Sánchez. Vio a un interlocutor habilitado para acusar recibo de propuestas tan atrevidas como la de forjar una entente chino-europea de resistencia frente a la chulería de Donald Trump. Sánchez no entró a ese trapo. Se limitó a enunciar las generales de la ley vigentes en los dogmas compartidos en esta parte del mundo. Básicamente, cooperación internacional y multilateralismo en base a reglas del juego democrático y libre comercio.
Xi Jinping propuso formar un muro de resistencia UE-China frente a las amenazas de Trump, pero Sánchez no entró al trapo
Se dirá con razón que justamente esa doctrina convierte a Sánchez en un objetor de las políticas desplegadas por quien acaba de entrar en la Casa Blanca como caballo en cacharrería. Me tomo la libertad de endosar a Sánchez la creencia de que, al fin y al cabo, Trump solo es una contingencia caducable más pronto que tarde en esta parte del mundo.
En ese punto zozobran los análisis más o menos malintencionados que durante estos días se han referido al presidente del Gobierno español como un tonto útil de la China comunista. Aunque solo sea porque desde su “profundo europeísmo” desbordó el perfil nacional al ofrecerse como interlocutor de la UE, mientras el propio Xi Jinping se adhería con otras palabras a la misma declaración de principios: “China y la UE deben cumplir con sus responsabilidades internacionales, salvaguardar conjuntamente la globalización económica, un entorno internacional justo y resistir las prácticas unilaterales e intimidatorias”.
Eso sí, ni media palabra sobre el respeto a los derechos humanos en los respectivos discursos de Sánchez y Xi Jinping. Se entiende en el caso del mandatario chino, al que no le gusta que le recuerden su condición de país puntero en aplicación de la pena de muerte, según el último informe de Amnistía Internacional. O que alguien le pregunte por qué es un secreto de Estado el número de personas ejecutadas.
Ni media palabra sobre el respeto a los derechos humanos en los respectivos discursos de Pedro Sánchez y Xi Jinping
Eso se entiende, insisto. Más difícil es explicarlo en el caso del mandatario español, teóricamente adherido a la ecuación formulada recientemente por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, cuando explica sus amagos de acercamiento a China en plena guerra arancelaria: país tratable en intereses y rival en valores.
Nada que no supiéramos respecto al cinismo como ingrediente fijo de las relaciones internacionales.
Pedro Sánchez ha estado prudente y conciliador en su “face to face” con Xi Jinping en Pekín. Mejor así en tiempo de vientos huracanados con caprichosos cambios de dirección. Todo medido y muy leído para atar en corto a las palabras. Que no hagan la guerra por su cuenta después de la pedrada antiespañola del secretario norteamericano del Tesoro, Scott Bessent: “Aliarse con China es como cortarse el cuello”.