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Una fétida ola de hipocresía envuelve las balas de Israel
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Antonio Casado

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Una fétida ola de hipocresía envuelve las balas de Israel

La coartada virtuosa vuelve a resultar de un chantaje de los socorristas de Sánchez. Ahora, por la izquierda, un espacio "potencialmente inflamable", como la cocina de la taberna de Iglesias

Foto: Pedro Sánchez, en el Congreso. (EP)
Pedro Sánchez, en el Congreso. (EP)
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Rectificar en la buena dirección, sin esperar a que Netanyahu nos diga cuál es (solo nos faltaba eso) no es darse un tiro en el pie. Lo indefendible es estar en el negocio de las armas con un Gobierno genocida y negarlo al mismo tiempo. Lo indecente es alzar la bandera de los derechos humanos y ser el segundo proveedor de armamento (solo por detrás de EEUU) a un país tan reñido con esos derechos como Arabia Saudí.

El culebrón de las balas israelíes ha generado una fétida ola de hipocresía. Cuantitativamente no es comparable con la compra de armamento a ese país después de iniciarse la guerra de Gaza (46 contratos por valor de más de 1.000 millones de euros). Nada que ver con los misiles israelíes que compró España en vísperas de la visita de Sánchez a Gaza (imprescindible releer la delatora pieza de Olmo y Requeijo, ayer en EC), donde el presidente denunció la falta de respeto al Derecho Internacional por parte de Israel y condenó la matanza indiscriminada de civiles.

Sin embargo, parece que el pecado de alternar con un Estado genocida solo lo ha cometido el ministro del Interior. Como si Marlaska hubiera decidido gastarse 5,49 millones de euros en balas como cosa suya, a espaldas de Sánchez, que ahora ha tenido que pararle los pies, según cuentan los medios más afines a la Moncloa. Manda huevos.

Durante mucho tiempo y sólo en campos de tiro habilitados para el adiestramiento de sus agentes podría haber consumido la Guardia Civil, que es un brazo armado del Estado muy querido por la ciudadanía, los 15 millones de balas rechazadas de pronto por imperativos morales. Una buena causa: poner en evidencia los crímenes de guerra cometidos en la franja de Gaza. Es la parte virtuosa del culebrón. Resulta de un nuevo chantaje del sindicato de socorristas de Sánchez. Al órdago de Puigdemont por la derecha se suma el de la izquierda, esa barandilla de Sánchez que, desde dentro del Gobierno (Sumar) o desde fuera (Podemos), ha devenido en espacio "potencialmente inflamable", como la cocina de la taberna de Iglesias en Lavapiés.

Foto: marlaska-diana-sanchez-sumar-garantia-escrita

A la virtud por el chantaje de esos partidos que se sientan en el Consejo de Ministros: Movimiento Sumar, IU, Comunes y Más Madrid. O se abraza el pacifismo por tierra, mar y aire o se rompe la baraja. Más o menos convencidos, se plantearon su continuidad en la ecuación de poder durante una reunión telemática que sus jefes celebraron el jueves pasado. De ahí viene el oleaje por el doble culebrón buenista que quita el sueño al todavía presidente del Gobierno:

Por un lado, el "no" al rearme exigido por la UE. Por otro, el ya cancelado contrato con una empresa israelí para el suministro de munición con destino a la Guardia Civil. En cuestión de días se pasó de mantener el compromiso inicial de llegar al 2% de gastos en defensa en 2029 a improvisar un plan (10.500 millones de euros) para hacer los deberes en 2025. Y en cuestión de horas se pasó de publicar en el BOE el contrato de las balas a rasgarse las vestiduras por tratar con quienes han convertido la franja de Gaza en un "campo de exterminio", según la autorizada voz del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

Sánchez vuelve a externalizar sus ataques de contrariedad. Ahora, en el ministro Marlaska. Hace un año, en el pueblo soberano

Ante la impostada sorpresa al saber que se iban a comprar esas balas, Sánchez y Yolanda Díaz vendieron la desautorización de Marlaska. Como si hubiese sido ocurrencia personal de quien horas antes había dicho que la marcha atrás se basaba en un informe de la Abogacía del Estado.

Nada nuevo. Sánchez ha vuelto a externalizar sus ataques de contrariedad. Ahora, en el ministro Marlaska. Y hace un año en el mismísimo pueblo soberano, al que amenazó con abandonar su puesto de trabajo si jueces y periodistas (enredadores los unos, seudomedios fabricantes de bulos los otros) no dejaban en paz a su querida esposa.

Rectificar en la buena dirección, sin esperar a que Netanyahu nos diga cuál es (solo nos faltaba eso) no es darse un tiro en el pie. Lo indefendible es estar en el negocio de las armas con un Gobierno genocida y negarlo al mismo tiempo. Lo indecente es alzar la bandera de los derechos humanos y ser el segundo proveedor de armamento (solo por detrás de EEUU) a un país tan reñido con esos derechos como Arabia Saudí.

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