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La industria de la guerra está de buen año
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Antonio Casado

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La industria de la guerra está de buen año

"En el mercado de la defensa, todos los pedidos están en lista de espera", dice Antonio Bueno, presidente de la rama europea de General Dynamics, en un encuentro informal con periodistas al que asistió El Confidencial

Foto: Industria militar. (Reuters)
Industria militar. (Reuters)
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El rearme se impone en el ecosistema geopolítico a esta parte del mundo. Cursa en las cancillerías como una contingencia más de las relaciones internacionales tras la llegada de un insensato a la Casa Blanca y el consiguiente subidón de Putin, que nos amenaza con una guerra nuclear si Trump y Zelensky deciden ningunearle. A los ciudadanos todo esto nos pone sobre aviso de que la guerra está llamando a las puertas de Europa, mientras que los directivos de la industria militar ven una oportunidad de negocio, pues lo suyo es vender, no es organizar el mundo.

En política de cercanías el viento pasa por la comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno este miércoles 7. Las inversiones en seguridad y defensa (debate sin votación) se confundirán con el apagón y el decreto anti-aranceles. Pero es el plan de rearme militar (10.471 millones de euros) el que tiene mayor capacidad desestabilizadora en el muy pacifista sindicato de socorristas de Sánchez. Es muy improbable un apaciguamiento simultáneo a derecha e izquierda. Aunque ni siquiera una doble sintonía con el PP, por un lado, y sus socios y aliados por otro (Sumar y, Podemos, básicamente) serviría para rescatar al presidente de sus horas más bajas.

Alarmante es lo que subyace al "Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa", que es la denominación técnica de la declaración de intenciones enviada por el Gobierno a la UE y a la OTAN para llegar al 2% del PIB a finales de 2025 y al 3% lo antes posible. Lo alarmante, digo, es que se ha actualizado el mantra decimonónico de Clausevitz, según el cual "la guerra es la continuación de la política por otros medios".

Leer a los expertos que hablan de un espectacular aumento de la demanda de productos relacionados con la defensa, verificar los fichajes de militares profesionales para empresas del sector o escuchar en distancia corta al presidente de una multinacional de la industria de la guerra te pone al día de lo que significa el compromiso del Gobierno de Sánchez -no compartido por cinco de sus ministros- con el rearme europeo. Pero te encoge el alma si lo conjugas con el hecho de que la motivación de las guerras siempre es la lucha por el poder, que el mundo ha llegado al pico más alto en conflictos bélicos desde la Segunda Guerra Mundial, que la ONU ya es una inservible herramienta como apagafuegos y que el poder pacificador de las armas nucleares, decisivo en los años de "guerra fría", también ha desaparecido.

Foto: Antonio Maíllo, coordinador general de Izquierda Unida, en el centro de Sevilla. (Cedida / Gabi Palma / IU)

De un reciente encuentro de periodistas con Antonio Bueno, presidente de GDELS (General Dynamics Europea Land Systems), de matriz norteamericana y equipo directivo mayoritariamente español, me quedo con su descriptiva valoración del minuto y resultado de la actividad comercial en este sector de la economía: "En el mercado de la defensa todos los pedidos están en lista de espera".

O sea, que la industria de la guerra está de buen año. Incluidas las cuatrocientas empresas españolas (cifras del Ministerio de Defensa) de un sector muy fragmentado, aunque gira en torno a media docena de grandes compañías que operan en nuestro país, como INDRA, EM&E (Escribano Mechanical & Engineering), Navantia, Airbus Defence &Space o la filial española de la multinacional mencionada (GDELS- Santa Bárbara Sistemas). La guerra les ha venido a ver y de bajón estamos quienes creímos aquel principio de la ONU que decretó la renuncia al uso de la fuerza entre los Estados miembros (artículo 2.4 de la Carta de las NN. UU) como forma de resolver los conflictos internacionales.

El rearme se impone en el ecosistema geopolítico a esta parte del mundo. Cursa en las cancillerías como una contingencia más de las relaciones internacionales tras la llegada de un insensato a la Casa Blanca y el consiguiente subidón de Putin, que nos amenaza con una guerra nuclear si Trump y Zelensky deciden ningunearle. A los ciudadanos todo esto nos pone sobre aviso de que la guerra está llamando a las puertas de Europa, mientras que los directivos de la industria militar ven una oportunidad de negocio, pues lo suyo es vender, no es organizar el mundo.

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