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Al Grano
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¿De qué va León XIV?
Bergoglio era del santo de los pobres (San Francisco). Prevost es más de San Agustín, santo de los pensadores, a quien nada de lo humano le era ajeno. Pero ambos, lejos de la ola conservadora que nos invade
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Aún no sabemos de qué va este Papa, pero va dejando pistas. Quedamos pendientes de sus mensajes a los mandatarios de todo el mundo presentes en la misa inaugural del Pontificado el próximo 18 de mayo. Ahora el rastreo se limita a su aparición del jueves en el balcón de la plaza de San Pedro y la homilía de su misa del viernes ante los cardenales.
Quienes somos ajenos a la jerga vaticanista nos conformamos con una breve inmersión en las figuras referentes de su pensamiento, sus principios y sus intenciones. A saber: San Agustín, uno de los fundadores de la teología cristiana; León XIII, el gran teórico de la doctrina social católica y el Papa Francisco, el reformista que no gustaba al sector conservador del cardenalato.
Las tres figuras están en su personal libro sobre vidas ejemplares. Reconocemos a Agustín de Hipona (354-430), tan santo y tan humano, en un salmo de Prevost: "Dios ama a la humanidad incondicionalmente", en línea con el famoso "Nada de lo humano me es ajeno" de Publio Terencio. De aplicación al de Hipona, su pensador de cabecera (el del nuevo Papa), que antes de ser santo llevó una vida desordenada, como reveló en sus "Confesiones", donde aludió a los "crueles tormentos que sufría tratando de saciar mi insaciable concupiscencia".
Prevost Martínez no ha elegido por casualidad del nombre de León XIV. Es palmaria la evocación de León XIII el autor de la encíclica "Rerum Novarum (mayo, 1891), que sorprendió al mundo y a muchos católicos, extrañados de que un líder de lo sobrenatural hablase del capital, el trabajo, los sindicatos y las jornadas laborales ciento veintinueve años antes de que lo hiciera Yolanda Díaz y de que Pedro Sánchez sentenciara que "la religión no debe salir de las iglesias" (19 febrero 2016).
Por mucha voluntad reformista que endosemos a Francisco y al sucesor, no cambiará la marcha de la Iglesia de un día para otro
Y la tercera en la frente. León XIV ha mencionado reiteradamente la figura del Papa Francisco, quien le nombró cardenal en 2023. Aunque aquel era franciscano (santo de pobres) y este agustiniano (santo de pensadores), se deduce la intención de apuntarse a la inercia reformista, alejados ambos de la ola conservadora que nos invade, si es que puede hablarse de progresismo solo porque aquel fuese odiado por las derechas.
Seguirá intentando poner al día a una institución religiosa que se resiste a los cambios doctrinales y funcionales. Francisco fue reformista, pero sólo hasta cierto punto. La eutanasia, el aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo (la Iglesia solo legitima parejas heterosexuales) o el acceso de las mujeres al sacerdocio siguen siendo tabúes.
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A esas derechas no les van a faltar motivos de confrontación, pues León XIV viene dispuesto a heredar el papel de Francisco como faro moral -no solo espiritual- de una sociedad desmoralizada. Ya en su primera declaración de principios, trasladó su marco mental aplicable a la sociedad en torno a tres ejes: paz, justicia y diálogo. Con una misión especialmente reservada a la Iglesia: construir puentes y no muros. Ahí es nada.
No resistimos la tentación de especular sobre la incompatibilidad con las oscuras doctrinas de Donald Trump, quien, dicho sea de paso, había apostado públicamente por un papa norteamericano, pero no este, sino Timothy Michael Dolan, arzobispo de Nueva York, con imagen de ultraconservador. Especulemos, que es gratis. Por mucha voluntad reformista que endosemos a Francisco y a su sucesor, no va a cambiar de la noche a la mañana la mastodóntica marcha de esta institución, más allá del color de unos zapatos y otros gestos del lenguaje no verbal.
Aún no sabemos de qué va este Papa, pero va dejando pistas. Quedamos pendientes de sus mensajes a los mandatarios de todo el mundo presentes en la misa inaugural del Pontificado el próximo 18 de mayo. Ahora el rastreo se limita a su aparición del jueves en el balcón de la plaza de San Pedro y la homilía de su misa del viernes ante los cardenales.