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Al Grano
Por
Así se desangró el PSOE: sonrisas, abrazos, puñaladas
Relevancia judicial o política, cero. Nada nuevo sobre Sánchez, que ya estaba descifrado como persona y como dirigente. El culebrón se agota en sí mismo
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El volquete de mensajes Sánchez-Ábalos que colonizan las páginas del diario El Mundo retrata a un PSOE desangrado por un aventurero de la política. Eso es lo grave, no la intimidad atropellada de un presidente del Gobierno que chantajeó al pueblo soberano por asuntos de almohada compartida. Sin embargo, el culebrón se agotará en sí mismo cuando se haya saciado la voracidad de los tertulianos y dejen de llover las pedradas sobre la Moncloa.
Al tiempo.
Mucho chafardeo y poco recorrido, amén de rastrear al filtrador. Judicialmente, como proponen en la Moncloa. O por otro filtrador que buen filtrador será. En ambas hipótesis son candidatos el propio Ábalos o el consorcio Ábalos-Koldo. La piñata de mensajes se queda en los problemas de familia mal avenida, pero ni de lejos roza detalles relacionados con el empapelamiento de uno y otro. Así que, cero relevancia judicial, a la espera de saber si hubo tráfico de influencias en el rescate de Air Europa por parte del Estado, como parece sugerirse en el intercambio de mensajes entre Sánchez y Ábalos con la perturbadora presencia del comisionista Aldama de fondo. Y relevancia política, ninguna, porque nada nuevo se nos dice sobre un personaje que, a estas alturas, ya estaba absolutamente descifrado como persona y como dirigente político.
A ver si va a resultar más grave insultar a sus ministros o sus barones que amenazar a jueces y periodistas, pasarse por el arco del triunfo los mandatos constitucionales, gobernar el Estado con los enemigos del Estado, ignorar al Parlamento o convertir las instituciones, incluido un partido histórico como el PSOE, en herramientas de su desregulada ambición de poder.
A ver si va a resultar más grave menospreciar a su gente que amenazar a jueces y periodistas o pasarse la Constitución por el arco del triunfo
Vivimos en una anomalía permanente desde el punto de vista democrático, pero Sánchez sigue, sigue y sigue ¿Y ahora nos vamos a rasgar las vestiduras porque, puertas adentro, ordena a su fiel perro de presa (Ábalos, el corazón del sanchismo) que ahogue las voces discrepantes y se deshaga de los insumisos?
Si acaso, por decir algo, alguna vuelta podemos darle al hecho de que el reencuentro Sánchez-Ábalos en vísperas de las elecciones del verano de 2023 (denostado en el Gobierno, Ábalos entra inesperadamente en las listas electorales por Valencia) se produce cuando ya habían saltado los primeros indicios delictivos en el historial del exministro de Transportes y exsecretario de Organización del PSOE.
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Por el confeti de mensajes cruzados entre ambos sabemos que Sánchez arropó a Ábalos como presunta víctima de una campaña de bulos. Ahí lo relevante es saber si el presidente pecó por indolencia o por encubrimiento. Si lo sabía, es un cómplice. Si no lo sabía, es un gobernante incompetente que desconoce lo que ocurre en su primer círculo de confianza. Las dos versiones son compatibles con el mal mayor de un PSOE desnaturalizado, un régimen democrático con averías muy serias y el insoportable envilecimiento de la vida política nacional.
Es el fondo de la cuestión. Y no se arregla porque Ábalos haya experimentado en carne propia si es mejor la lisonja precursora de la puñalada o al revés, como se preguntaba Quevedo. Shakespeare habló de "puñales en la sonrisa de los hombres" y tal vez inspiró a la periodista que, en la rueda de prensa de Moncloa, preguntó a Félix Bolaños si en el Consejo de Ministros se habían hecho unas risas por cuenta del culebrón.
Con risas celebró el ministro la pregunta, pero maldita la gracia que hará esa doctrina a los damnificados. Margarita Robles, García-Page, Javier Lambán, Fernández Vara, Susana Díaz, etc, ya han aprendido que la postura para el abrazo es la misma que para la puñalada.
El volquete de mensajes Sánchez-Ábalos que colonizan las páginas del diario El Mundo retrata a un PSOE desangrado por un aventurero de la política. Eso es lo grave, no la intimidad atropellada de un presidente del Gobierno que chantajeó al pueblo soberano por asuntos de almohada compartida. Sin embargo, el culebrón se agotará en sí mismo cuando se haya saciado la voracidad de los tertulianos y dejen de llover las pedradas sobre la Moncloa.