Lo mejor que puede hacer el PP es alquilar balcones para asistir a los funerales del sanchismo desde una prudente distancia. No hace falta que empuje a Sánchez. Se cae solo
Me obliga el periodista y escritor sueco, Nathan Shachar, buen amigo, a sintetizar en pocas palabras la respuesta a su apresurada pregunta de circunstancias: ¿Crees que es pronto para afirmar que Pedro Sánchez caerá por todo esto?
No, no es pronto. Sostenerlo es incluso una reacción tardía tras el enésimo motivo. El Gobierno está en fase terminal desde el punto de vista político, ético y estético. Un presidente noqueado, una sociedad perpleja, una militancia socialista avergonzada. También sangran las propias terminales mediáticas de la Moncloa: "No hay relato que valga para matizar la indignación", leímos ayer en el editorial de El País titulado "Credibilidad rota".
Disyuntiva: convocatoria inmediata de elecciones o muerte a cámara lenta del Gobierno y del PSOE. Punto.
Todo lo demás es hojarasca especulativa descolgada de una de esas dos premisas indiscutibles: elecciones ya o dos años de agonía. Que decidan los españoles o que decidan los socorristas de Sánchez en el Parlamento. No hay más.
En su manchego rincón de pensar del fin de semana, el presidente del Gobierno y líder del PSOE parece haber optado por jugársela en el Congreso (el formato es lo de menos), con movimientos añadidos de vuelo corto: nueva ejecutiva en Ferraz mientras tantea un pacto presupuestario con sus costaleros del Congreso, se deja entrevistar por ciertos medios, hace los deberes del miércoles que viene en la sesión de control y especula sobre una hipotética cuestión de confianza. En ninguna de las alternativas manejadas en sus consultas del fin de semana con personas de su entorno aparece la disolución de la legislatura.
Con su negativa a convocar elecciones ya (por si las pierde, que sería lo más probable) se desmiente a sí mismo por enésima vez. También hace dos años, tras el descalabro socialista en las elecciones territoriales del 28 de mayo, dominó el ambiente la sensación de cambio de ciclo.
El espanto crecerá al explorarse todas las entregas de Koldo, gracias al que conocemos solo una parte del historial de los tres tenores
El PSOE perdió el poder territorial pero no hubo cambio de ciclo a escala nacional porque para evitarlo. Sánchez, ese viejo amigo del conmigo o contra mí, del todo o nada en política, convocó inesperadamente unas elecciones generales. Quiso que los españoles tomasen la palabra "para definir el rumbo político del país". Así que las urnas volvieron a repartir cartas aquel 23 de julio de 2023. Y su sindicato de palmeros lo calificó de jugada maestra porque había salido airoso del reto plebiscitario sobre su liderazgo, que había sido cuestionado en las urnas municipales y autonómicas del 28 de mayo (¿O yo o un Gobierno con la extrema derecha?, fue el leit motiv).
¿Por qué no lo hace ahora? Pues, porque su credibilidad se ha desplomado. Dar la palabra a los votantes sería ir a una muerte súbita y él está por alargar su esperanza de vida política, aunque se en fase terminal.
Frente a este cuadro de la realidad, lo mejor que puede hacer el PP es alquilar balcones para asistir a los funerales del sanchismo desde una prudente distancia. No hace falta empujar a Sánchez. Se cae solo. Su propia gente cree que el espanto irá a más cuando se iluminen otras entregas de Koldo el despechado, gracias al que hemos conocido solo una parte del historial de los tres tenores (Koldo-Ábalos-Cerdán) que reventaron la partitura.
La última bala de Feijóo no es la de los diputados sino la de los votantes. Nada tiene a ganar con una moción de censura en la que tendría que fajarse contra el PSOE, Vox y los socorristas de Sánchez. Demasiado para el aspirante
Me obliga el periodista y escritor sueco, Nathan Shachar, buen amigo, a sintetizar en pocas palabras la respuesta a su apresurada pregunta de circunstancias: ¿Crees que es pronto para afirmar que Pedro Sánchez caerá por todo esto?