Sánchez le ha dicho a un periodista de Bloomberg en Nueva York que se presentara "sin duda" a las próximas elecciones generales de 2027 para "repetir mayoría y seguir avanzando" porque ya lo tiene hablado con su familia y con su partido.
Está en su derecho, pero no está en sus cabales. Y su propio historial desacredita la fiabilidad del doble compromiso: no habrá adelanto electoral y él volverá a presentarse ¿Pero a quién le sorprendería un cambio de opinión?
El anuncio desafía las evidencias factuales y demoscópicas. Por tanto, es inservible como pasto fresco para finos analistas. Poca cosa frente a la generalizada percepción de estar en la cuenta atrás de un ciclo. Esto no da más de sí. Sánchez está más preocupado por la agenda judicial que por la electoral, su sindicato de socorristas ya no garantiza su flotabilidad y es dato incontestable de la realidad que todos los sondeos, excepto el de su encuestador de cabecera, predicen una sobradísima mayoría absoluta de las derechas nacionales.
Tantas señales no se borran con la voluntarista mirada del Gobierno a la marcha de la economía o su justa campaña contra la política criminal de Netanyahu (un cabestro en la ONU). Lo uno no quita lo otro, aunque otras nubes negras asoman en cada curva de una senda aquejada de continuos sobresaltos. Sin ir más lejos, en el estado mayor del PP están convencidos de que en el PSOE va a saltar un caso de financiación ilegal cuyo "autor intelectual" sería el expresidente Zapatero.
Dice Sánchez que ya tiene hablada con el partido —o sea, pactada— su intención de repetir como candidato a la Moncloa. De eso no me cabe ninguna duda porque en este PSOE lincharían al niño de Andersen si se le ocurriese decir que el jefe está desnudo. Pero en un PSOE derrotado en las urnas y con la cesta del pan vacía, al niño del cuento lo sacarán en procesión entre salmos de vuelta al credo socialdemócrata y el reencuentro con unas mayorías sociales cansadas de vivir en la agitación y el conflicto político permanente.
Todo tiene su fin. Y la cancelación de la ortodoxia sanchista, impuesta a machamartillo por las falanges mediáticas de la Moncloa (acojona el tono guerracivilista de algunos compañeros y compañeras de oficio), llegará con su derrota en las urnas. Ese será el paso indispensable para que el PSOE deje de ser una herramienta al servicio de un líder, cuando debería ser al revés. Entonces volverá a respirar como partido y tomará impulso de cara a un nuevo tiempo político.
A estas alturas el viento no va a soplar de la noche a la mañana a su favor de Sánchez por cuenta de sus soflamas pro-palestinas
A estas alturas de la película el viento no va a soplar de la noche a la mañana a su favor por cuenta de sus soflamas pro-palestinas, aunque haya quien quiera verlas como balón de oxígeno nacional e internacional del todavía presidente del Gobierno. De nada le va a servir la recolocación de sus ministros en el tejido territorial de la organización a modo de futuro blindaje como líder del PSOE ya fuera de la Moncloa.
Al PSOE le queda una larga travesía del desierto desde su cada vez más cercano paso a la oposición. De modo que el secreto de vuelta a los buenos tiempos tampoco lo tiene la tercera edad del partido, reunida el miércoles pasado en Madrid. Lo tiene el estrato más joven y más autocrítico, no más desleal, al que también le duele este PSOE. Y eso si lo recalcó Jordi Sevilla, uno de los asistentes a la cita convocada por WhatsApp. "Pero con nuestra ayuda", añadió el exministro en una mera apelación de los jóvenes socialistas a la pedagogía de la memoria.
Sánchez le ha dicho a un periodista de Bloomberg en Nueva York que se presentara "sin duda" a las próximas elecciones generales de 2027 para "repetir mayoría y seguir avanzando" porque ya lo tiene hablado con su familia y con su partido.