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Lo que tienen en común Mazón y el fiscal general
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Antonio Casado

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Lo que tienen en común Mazón y el fiscal general

García Ortiz y el todavía presidente en funciones valenciano, por distintas razones, son dos muestras vivas, no las únicas, en el uso del cargo público para acabar consiguiendo que la gente ya no crea en nada

Foto: Carlos Mazón, president de la Generalitat. (EFE/Ana Escobar)
Carlos Mazón, president de la Generalitat. (EFE/Ana Escobar)
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Álvaro García Ortiz, el fiscal de Sánchez, y Carlos Mazón, el barón de Núñez Feijóo, son las rutilantes estrellas de la semana. Dos contravalores distintos y distantes compitiendo en la escalada de la desvergüenza en la vida pública. Desde el punto de vista político y moral, la permanencia de ambos en el cargo es insostenible

Distintas razones y distintos ámbitos institucionales. Pero ambos comparten un mismo papel en el intercambio de golpes entre el que gobierna y el que quiere gobernar. Eso les hace reconocibles en su coincidente salto a la fama de la temporada otoño-invierno. Además, el paralelismo nos cura en salud ante quienes, con toda seguridad, utilizarán un caso para tapar el otro.

En el Tribunal Supremo se juzga a partir de hoy al fiscal general del Estado, convertido en presunto delincuente por descender al barro (Sánchez contra Ayuso, Ayuso contra Sánchez), mientras el todavía presidente en funciones de la Comunidad Valenciana vive de propina antes de pasar al trastero de los juguetes rotos de la vida política nacional por el "absentismo laboral" (Arcadi dixit) de luctuoso resultado (los muertos de la "dana").

Pendiente de lo que la periodista Maribel Villaplana le cuente a la jueza, Mazón bracea por asegurarse un futuro medio de vida. "Lo mejor que nos podría ocurrir en el Partido Popular es que le tocase el euromillón", oigo decir en distancia corta a un dirigente de ese partido. Y García Ortiz, todavía fiscal general, pendiente de lo que la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, cuente a los siete magistrados del Supremo, bracea por no acabar en la cárcel y además inhabilitado para seguir ejerciendo como alto funcionario del Estado.

Foto: fiscalia-revelacion-secretos-gobierno-1hms Opinión

No serán vidas paralelas, según Plutarco, pero se suman a los dirigentes políticos empeñados en el uso de la mentira como una forma de conseguir que ya nadie crea en nada, según la conocida tesis de la doctrina de Hannah Arendt.

A saber: "Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira tampoco puede distinguir entre el bien y el mal". Rematando de este modo su famoso ensayo de ensayo de 1967: "Con gente así puedes hacer lo que quieras".

García Ortiz y Carlos Mazón (insisto, por distintas razones) son dos muestras vivas en el uso del cargo público, aunque no las únicas, para ir consiguiendo que la gente ya no crea en nada. Aquel más sofisticado, este más tosco, han causado graves daños a la imagen de las instituciones que representan.

"Uno más sofisticado y otro más tosco, los dos han causado graves daños en la imagen de las instituciones que representan"

No son de mejor condición los motivos de Mazón para eludir sus responsabilidades que las de García Ortiz para eludir las suyas. Sin embargo, eso es lo de menos en su protagonismo político y mediático, donde ambos campean solo como pedradas del Gobierno contra el PP y del PP contra el Gobierno.

Leemos por ahí que García Ortiz da oxígeno a Feijóo, pero con las mismas puede afirmarse que Mazón da oxígeno a Sánchez. Lo desalentador es que ambos se comportan como si el único consenso posible entre ellos sea el de persistir en su común mirada dormilona sobre el uso de la mentira, la evasiva, las medias palabras, para eludir los deberes del cargo, uno como primer promotor de la acción de la justicia en defensa de la legalidad y el otro como máximo responsable de la protección civil en la Comunidad Valenciana.

Álvaro García Ortiz, el fiscal de Sánchez, y Carlos Mazón, el barón de Núñez Feijóo, son las rutilantes estrellas de la semana. Dos contravalores distintos y distantes compitiendo en la escalada de la desvergüenza en la vida pública. Desde el punto de vista político y moral, la permanencia de ambos en el cargo es insostenible

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