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Ética, estética y progreso ¿incompatibles?
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Mariano Vergara

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Ética, estética y progreso ¿incompatibles?

El progreso es que los trenes funcionen y las luces no se apaguen por razones volátiles, o panelísticas, que la gente no muera de hambre, ni de frío, ni de drogas socialmente aceptadas o toleradas

Foto: Ábalos este martes realizando declaraciones ante los medios tras el registro de la UCO en su casa (EFE/ Ana Escobar)
Ábalos este martes realizando declaraciones ante los medios tras el registro de la UCO en su casa (EFE/ Ana Escobar)
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Hablar o escribir sobre una cuestión ética en estos momentos en España puede parecer cínico, o sarcástico, con la que está cayendo. Pero puedo asegurar que voy a intentar hacerlo desde un punto de vista de mera suposición, aunque intentaré apoyarme en ejemplos de la vida diaria, tomados de la ciudad en la que vivo y el país en el que nací y al que amo. Con el simple afán de intentar desentrañar si estos términos son inconciliables entre sí por pura incompatibilidad en términos generales, o solamente es un fenómeno que puede que solamente ocurra aquí. Propio de nuestros genes.

Para ello acudo al Diccionario de la RAE, que define el adjetivo ético como “recto, conforme a la moral”, siendo el “conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, si lo aplicamos como sustantivo. Por su parte el calificativo de estético es definido como “artístico, de aspecto bello y elegante”, mientras que en su acepción de sustantivo es “disciplina que estudia la belleza y los fundamentos filosóficos del arte”.

Lo podemos entender fácilmente si miramos la foto de Ábalos ayer en camiseta a la puerta de su casa. Está claro que carece de conexión alguna con las disciplinas antes mencionadas. Ninguna relación. Podría ser calificado propiamente como un zarrapastroso. Incluso esta foto puede servirnos para descubrir el concepto que este individuo sostiene del progreso: ir en camiseta, a ser posible procedente de un lugar exótico, aunque sea incapaz de ubicarlo en el planeta, para demostrar que no es un muerto de hambre, cosa que no hace falta que nos jure, pero a la vez carente de cualquier atisbo de elegancia, distinción, o respeto a la más mínima norma de educación. Hoy en día, cuando es considerado chic y deseado poder comprar unos vaqueros absolutamente destrozados, el progreso es más auténtico si se trata de algo que incorpore un mínimo de grosería visual, sin entrar en el campo olfativo. Su concepción de la ética, la del tío de la camiseta, ya la conocemos y no tiene nada de inmaculada.

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Hace unos días quedé gratamente sorprendido al pasar por delante de los grandes ventanales del restaurante de un nuevo hotel en Málaga, proliferación que constituye un fenómeno digno de investigación veterinaria por su multiplicación conejil. Caminaba levemente deprimido después de haber asistido a la presentación de un libro, que me había dejado mal sabor de boca por el planteamiento del mismo, que se había llevado a cabo. Del nuevo vocabulario que se utiliza comúnmente hoy en día por las clases presuntamente ilustradas, que incluyen como ejemplos destacables distopía, relato, cartografía urbana, no lugar, no binario y genocidio - sobre todo por los que jamás han estudiado griego – este último se llevó la palma por su repetida utilización. No hacen falta más explicaciones. Miré hacia el interior del salón a través de los cristales.

El comedor despoblado presentaba un elegante aspecto con las mesas ordenadas y dispuestas con manteles blancos hasta el suelo, hermosa cubertería, vajilla y cristalería… Y sobre todo velas encendidas y flores frescas a la espera de los clientes, que aún no habían llegado. Era un perfecto ejemplo de un comportamiento ético en la forma de plantear un negocio con el resultado de una estética inusual, al menos en esta ciudad. Y a la vez era un comportamiento progresista, porque la propietaria del hotel y restaurante estaba intentando no solo ganar dinero, sino también crear riqueza de una forma civilizada, utilizando elementos naturales, que seguramente al ex ministro camisetero y no digamos a su colega Koldo, les habrían parecido perfectos para arrasarlos en una copia de la orgía turolense.

Ignoro la opinión al respecto de otra de las hasta hace poco desconocidas propietarias de nuestras vidas y maltrechas haciendas - y puede que estricta gobernanta - llamada de forma impropia Leire, bellísimo monasterio benedictino del románico navarro, digno de un más hermoso destino toponímico. Todo esto, aunque a algunos no les quepa en la mollera, como decía mi abuela, es considerado progreso ético y estético hoy en día en España, término que ha sido traducido por algunos lexicólogos como tierra de conejos, vaya por Dios. O sea que, de incompatibilidades esenciales nada de nada. El problema parece radicar en que es considerado así por la gran mayoría de la población, de la misma forma que la libertad y la democracia, dos de las facetas del ser humano más difíciles de llevar a la práctica y defender, consisten en hacer literalmente lo que a cada cual le dé la gana. Recuerdo haber oído en tiempos de la muy despreciada y denostada Transición – una de las gestas más gloriosas de nuestra historia – algo tan borrico como “si ellos han robado antes, ahora nos toca a nosotros”.

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La ética no tiene la más mínima relación con la indecencia y la ignominia, la estética carece de sentido si todo consiste en manifestar lo peor de la condición humana en sentido de animal piloso de forma ostentosa, la libertad es tan difícil de ejercer que hay que defenderla cada segundo de nuestra existencia, pero siempre que vaya unida de forma inseparable a la democracia, que no es más que actuar de forma que, nada de lo que cada uno haga en el estrecho campo de su actuación moleste, contradiga o invada el terreno ajeno y la libertad de acción de nuestro vecino. Así de fácil y así de difícil. Y por supuesto no tolerar ni una mentira, imposición, latrocinio, o abuso de autoridad por parte de ningún poder, que está ahí porque nosotros lo hemos elegido, le pagamos con nuestros impuestos y podemos legítimamente destituirlo cuando lleve a cabo alguna de las anteriores aberraciones. Más aún si se trata de un pretendiente a Dorian Gray.

Y el progreso… A ver, el progreso, en sentido de avance y perfeccionamiento, no tiene nada que ver con los muebles de Ikea, ni con destruir lo antiguo para sustituirlo por presunta belleza contemporánea, ni con despreciar la memoria, ni con eliminar la competitividad, ni con tirar los libros al vertedero, porque todo está en Wikipedia - ese artefacto diabólico - ni con comer comida basura en platos de cartón después de hacer cola, ni en utilizar, si ello fuera posible, que hoy no lo es, nada que tuviera algo que ver con el plástico, ni en defender a los animales hasta hacerlos titulares de derechos, consiguiendo con ello que convivamos en nuestras calles con cerdos asilvestrados y cabras monteses, ni en construir aberraciones conceptuales como que cada cual puede sentirse del género que quiera cada vez que quiera, o como mejor le convenga, ni tampoco en construir torres o artefactos considerados símbolos de modernidad, en lugares insospechados e innecesarios, incluso peligrosos, o devastadores del paisaje.

El progreso es que los trenes funcionen y las luces no se apaguen por razones volátiles, o panelísticas, que la gente no muera de hambre, ni de frío, ni de drogas socialmente aceptadas o toleradas, ni de desconocidas enfermedades pandémicas, que no se sabe de dónde han salido, ni quién las ha creado, ni qué nos están metiendo en presuntas vacunas creadas sobre la marcha, en la soledad abandonada del corredor de un hospital. Como las palomas enfermas que engullen repugnantes gaviotas en el centro de la ciudad a la vista de todos. En el fondo todos sabemos lo que es el progreso, lo tenemos muy claro. Pero siempre es más cómodo culpar al otro y decir: “¡Y tú más!”.

Hablar o escribir sobre una cuestión ética en estos momentos en España puede parecer cínico, o sarcástico, con la que está cayendo. Pero puedo asegurar que voy a intentar hacerlo desde un punto de vista de mera suposición, aunque intentaré apoyarme en ejemplos de la vida diaria, tomados de la ciudad en la que vivo y el país en el que nací y al que amo. Con el simple afán de intentar desentrañar si estos términos son inconciliables entre sí por pura incompatibilidad en términos generales, o solamente es un fenómeno que puede que solamente ocurra aquí. Propio de nuestros genes.

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