Al sur del sur
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Mecenazgo y coleccionismo en la Casa de Alba
Selección inédita de tesoros artísticos, documentos y objetos familiares de la Casa de Alba se exhiben en Málaga, revelando siglos de historia y su vínculo con la monarquía española
La Fundación Unicaja inauguró el pasado 31 de julio una muestra más, no siempre bien conocida por el gran público, del nuevo camino emprendido hace ya un tiempo, consistente en realizar grandes exposiciones en el barroco y bellísimo Palacio Episcopal de Málaga, hoy Centro Cultural Unicaja. En esta ocasión, que se mantendrá hasta el próximo enero, presenta con este título bien descriptivo una muy buena selección de la vasta colección de obras de arte, documentación, numismática y bibliografía propiedad de la Fundación Casa de Alba, en la que se reflejan los personajes, las obras, los acontecimientos y los avatares de toda una vida colectiva al servicio leal a la Corona de España, generación tras generación. Los apellidos de los depositarios del título van cambiando en función de los acontecimientos familiares a lo largo de los años, pero Alba, como institución secular y cabeza de la nobleza española, sigue, incluso en los peores tiempos, fiel en su servicio al Rey.
La primera impresión que causa la exposición al comenzar el recorrido es la de un verdadero despliegue de poder, al encontrar en la primera sala un espectacular retrato de una dama Palafox y Portocarrero en tamaño natural, obra de Goya, flanqueada por dos árboles genealógicos en los que se explica de forma minuciosa el porqué de la acumulación de títulos y grandezas, tanto españolas, como inglesas, o francesas. Transitar por las ramas de esos árboles es como gatear por la historia de España y de Europa, desde un Henríquez, primo hermano de Fernando el Católico, hasta un Berwick, pasando por un Churchill, los Álvarez de Toledo, durante varias generaciones, Stuart - es decir, Estuardo – Montijo, Teba, y así ad infinitum.
Pero el coleccionismo en este caso se basa más en los retratos de los grandes personajes de la familia, que la pura acumulación de obras de arte por placer, o por demostración de grandeza como pueda ser el caso de Venecia, por ejemplo. Aquí la familia ha tenido una enorme deferencia al mostrar piezas nunca antes exhibidas, algunas de las cuales forman parte de la propia vida diaria de un grupo familiar. Con la gran diferencia de que se trata de objetos familiares de gran valor.
En segundo lugar, la muestra pivota de forma muy inteligente sobre los principales inmuebles que han cimentado semejante grandeza, que en ocasiones abruma. El castillo de Alba de Tormes, origen de la familia y del que solo queda un torreón, el Palacio de Monterrey en Salamanca, el Palacio de las Dueñas en Sevilla y el de Liria en Madrid. Narrar en unas líneas algo referente a los avatares que en cada uno de esos edificios han ocurrido sería tan vano como pretender resumir aquí gran parte de la historia de España.
Opinión En tercer lugar, si bien se recogen en las salas los hechos y personajes más relevantes de tantos siglos, bien es verdad que se hace especial hincapié en algunos de ellos, que fueron verdaderos seres excepcionales. Desde el Gran Duque Fernando Álvarez de Toledo, pasando por Carlos Miguel Fitz-James Stuart, el marqués del Carpio, la duquesa de Goya, la emperatriz Eugenia de Montijo y su hermana María Francisca – "doña María Manuela tiene dos hijas, una se llama Eugenia y otra Francisca", cantaba la gran Concha Piquer – hasta el duque Jacobo y su hija Cayetana, que se convirtieron en verdaderos impulsores, no solo de lo atesorado hasta ese momento histórico, sino también en nuevos coleccionistas, restauradores de los antiguos tesoros y sobre todo en terminar la ingente labor de catalogación de las colecciones de la Casa de Alba.
Y todo esto entre las cartas manuscritas de Isabel I de Inglaterra y de María Estuardo de Escocia, el testamento de los Reyes Católicos, las cartas de Colón, el recibo de Lope de Vega por la pensión que la Casa le pasaba. Coleccionistas y mecenas, siempre, que descansan de tanta pompa y boato en el hermoso Panteón de Loeches, incluido el Conde Duque de Olivares.
Y la selección de obras que va desde Joshua Reynolds a Sorolla, pasando por Winterhalter o Singer – Sargent, me hace recordar cuando Málaga empezó a cambiar profundamente su imagen, porque todo esto nos produce espanto por su grandeza y diera lo que fuera por describirla, pero lo vemos como algo que empieza a ser cotidiano entre nosotros, como si también fuéramos unos Alba. No he olvidado la primera vez que vi un Canaletto o un Guardi colgado en una pared en esta ciudad en la exposición sobre paisajismo europeo en el XVIII en cuya realización algo tuve que ver, mientras algunos hablaban de "museos franquicias".
Hay en la exposición una sala especialmente hermosa en la que varias de las mujeres de la familia se exhiben como amazonas en cuadros de gran formato y entre las que brilla el retrato de la condesa de Teba en un caballo enjaezado a la andaluza, con arneses propios de un museo de equitación trasladados especialmente a París para ser pintados. Desde María Manuela Kirkpatrick hasta Cayetana de las "madrugas "del Cristo de los Gitanos ante Dueñas, los Alba se convierten en parte de Andalucía y Sevilla los recibe como la rama familiar que vuelve a casa.
Opinión Si hay un personaje verdaderamente descollante en la saga es sin duda el Gran Duque, Fernando Álvarez de Toledo, el que según cuentan producía terror en los pálidos niños belgas. Bélgica, un conato de país como el animal emblema de su gastronomía, el mejillón, así es el país, dos valvas de flamencos y valones, unidos por la charnela de la corona, cuyo titular tiene que llamarse Rey de los Belgas, para no herir a nadie.
La propaganda protestante, anglicana y calvinista hizo una muy encomiable y meritoria labor, creando un monstruo de un hombre del Renacimiento, que tuvo entre sus maestros a Garcilaso de la Vega, Luis Vives, Juan Boscán y Alonso de Palencia, que entre los clásicos y el latín, le empapan de las lecciones de Erasmo de Róterdam, pero que ejerció el poder con la firmeza y el poder precisos, primero como Virrey de Nápoles para luego ir hacia el norte por "el camino español" hasta Bruselas para ser Regente y Gobernador de los Países Bajos.
Bellísimo su cuadro con el Toisón colgante en el elegante estilo español, la banda por encima de la armadura y la bengala del poder en la mano diestra. Hace unos años estuve asistiendo a unas jornadas sobre la leyenda negra que se celebraron en el Parlamento Europeo. Asistió, entre otras varias personas de alto nivel intelectual, un genetista belga, hombre honrado, profesional y técnico que tuvo que demostrar que las personas con ojos y cabello oscuro no eran, como creían los belgas, descendientes de violaciones de los Tercios de Flandes a las rollizas belgas rubenianas, entre otras cosas por verdadera falta de tiempo, siendo ellas tantas y ellos tan pocos. Su abuela, nos contaba aquel científico, había dejado de hablarle porque decía que le había destruido lo que le habían enseñado en la escuela, había acabado con su fe. ¿Les suena a algo mucho más cercano en el espacio y el tiempo?
Opinión La exposición termina con una impresionante sala con cierto aire espectral de novela gótica en la que se exponen los coloridos y elegantes uniformes de Alfonso XII y Alfonso XIII sobre calculados maniquíes en una escalonada disposición, que produce un cierto temor reverencial, pero también un escalofrío, al estar situados frente a una vitrina en la que se guardan los vestidos de niños y trajes de cristianar de los mismos monarcas, cuya guarda y custodia son privilegio de la Casa de Alba. Impactante el golpe de efecto.
Vayan a ver la exposición. Si es posible en visita guiada. Es demasiada la carga histórica, literaria y artística para contemplarla sin una base intelectual sólida. Aunque una visita en solitario en horas de no mucha concurrencia suponen un salto al vacío de la historia. Pasada, presente y hasta casi futura. Es posible que les cueste entenderlo, pero la imaginación todo lo puede.
La Fundación Unicaja inauguró el pasado 31 de julio una muestra más, no siempre bien conocida por el gran público, del nuevo camino emprendido hace ya un tiempo, consistente en realizar grandes exposiciones en el barroco y bellísimo Palacio Episcopal de Málaga, hoy Centro Cultural Unicaja. En esta ocasión, que se mantendrá hasta el próximo enero, presenta con este título bien descriptivo una muy buena selección de la vasta colección de obras de arte, documentación, numismática y bibliografía propiedad de la Fundación Casa de Alba, en la que se reflejan los personajes, las obras, los acontecimientos y los avatares de toda una vida colectiva al servicio leal a la Corona de España, generación tras generación. Los apellidos de los depositarios del título van cambiando en función de los acontecimientos familiares a lo largo de los años, pero Alba, como institución secular y cabeza de la nobleza española, sigue, incluso en los peores tiempos, fiel en su servicio al Rey.