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Fernando Matres

El Zaguán

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El elefante tiene tres letras

Vox condicionará la campaña electoral en Andalucía por su previsible subidón —algunos sondeos le conceden hasta 24 diputados— y por explotar su figura de 'outsider'

Foto: Macarena Olona, durante el acto que organizó Vox en 2021 con motivo del Día de Andalucía. (EFE/Raúl Caro)
Macarena Olona, durante el acto que organizó Vox en 2021 con motivo del Día de Andalucía. (EFE/Raúl Caro)
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En marzo de 2015, Santiago Abascal proclamaba sus consignas megáfono en mano subido en un banco de una calle de Sevilla sin despertar el más mínimo interés en los transeúntes que pasaban a su lado ignorándole. En diciembre de 2018, Vox conseguía en Andalucía convertirse en fuerza parlamentaria por primera vez en España, irrumpiendo en el Parlamento con 12 escaños que superaban sus mejores expectativas. En abril de 2022, la formación verde ya condiciona las diferentes estrategias de los partidos en esta casi eterna precampaña electoral.

Vox se ha convertido en un enorme elefante plantado en el medio de la antesala de las inminentes elecciones andaluzas, en la equis común a resolver en todas las ecuaciones de los equipos de campaña. Pese a no tener a estas alturas una cabeza de cartel confirmada, si bien Macarena Olona actúa desde hace tiempo como candidata in péctore, todos los sondeos le auguran un resultado espectacular e incluso alguno le dispara hasta los 24 representantes, más del doble de su grupo parlamentario actual.

Foto: Macarena Olona durante la presentación de la campaña 'Devolved lo robado' en Sevilla. (EFE/Raúl Caro) Opinión
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Andalucía fue la puerta por la que Vox entró al juego parlamentario, como primer síntoma de un imparable ascenso nacional, y el pacto alcanzado en Castilla y León acaba de marcar el hito de su estreno en la gestión. O, al menos, en ocupar despachos de Gobierno, porque lo de gestionar aún está por ver. De hecho, Juan García-Gallardo no ocupa ninguna consejería. O sea, y parafraseando a Abascal en la noche electoral: tiene cara de vicepresidente pero no cartera.

Así que la comunidad andaluza no romperá el hielo de los pactos de gobierno con la ultraderecha, pero sí puede marcar tendencia. Repetir fórmula en San Telmo sembraría el camino para trasladarla a las generales si el “efecto Feijóo” hace cuadrar la aritmética. Por eso el PSOE es plenamente consciente de lo que está en juego una vez que Juanma Moreno deje de amagar y active la maquinaria electoral.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. (EFE/Julio Muñoz)

Ocurre no obstante que la durísima situación económica y la propia idiosincrasia de Vox no hacen nada fácil combatirla ni desarmarla. En primer lugar, porque azuzar el miedo a la derecha, un recurso tan utilizado por los socialistas desde el célebre dóberman de la campaña de 1996, ya no sólo ha dejado de ser efectivo, sino que empieza a ser hasta contraproducente. Señalar a quienes protestan por el elevado precio de la gasolina o la luz como ultraderechistas provoca incluso un sentimiento de identificación. Si alzar la voz por no poder llegar a fin de mes es ser de extrema derecha, pues le voto sin complejos, viene a ser la conclusión que algunos extraen.

Por otro lado, la experiencia de estos años ha evidenciado que a las bravuconadas mitineras y el día a día de la política les separan tantas cosas como a Macarena Olona y Teresa Rodríguez. Vox inició el mandato con la amenaza constante de condicionar la acción del Gobierno del PP y Ciudadanos o hacerlo saltar por los aires ya que necesitaban sus votos para tener mayoría y a la hora de la verdad todo ha quedado en gestos o en titulares testosterónicos para agitar a sus fieles.

Foto: El presidente andaluz, Juanma Moreno. (EFE/Julio Muñoz)

Sabido es que la moqueta domestica, y si Podemos pasó de querer asaltar el cielo a contemplar las estrellas desde el jardín del chalé, Vox arrancó exigiendo la introducción del pin parental, el cierre de Canal Sur y la eliminación de las subvenciones a las asociaciones LGTBI y se va a disolver el Parlamento sin que nada de eso se haya producido. Y, además, con la dimisión de su candidato, Francisco Serrano, imputado por fraude, y una diputada por Almería abandonando el partido entre acusaciones de machismo y acoso laboral, que además luce orgullosa en su despacho de parlamentaria no adscrita una bandera de Falange.

Pero aunque en el fondo se haya adaptado rápidamente a la política real, sus formas siguen siendo diferentes y por eso no sólo condiciona por su previsible buen resultado, sino también por explotar su figura de “outsider”. Pasear un autobús con los rostros de Manuel Chaves y José Antonio Griñán y la frase “devolved lo robado” o entrar al debate faltón en redes sociales -“ponte a currar, pesao”, le contestó Olona al alcalde de Cádiz- son ejemplos de una línea de actuación que llegará a su extremo durante la campaña.

Foto: Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros, durante una sesión en el Congreso. (EFE/Zipi)
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Marcar los temas con actitudes extravagantes para no hablar de propuestas ni datos de gestión, sino de polémicas de brocha gorda que inunden Twitter y Whatsapp, es su gran objetivo. Basta recordar a Pablo Iglesias abandonando el debate electoral de Madrid en la Cadena Ser ante la sonrisa satisfecha de Rocío Monasterio y su “cierre al salir”.

El PP teme que buena parte del subidón de Vox sea a su costa, pero sabe que lo necesitará para gobernar; el PSOE es consciente de que le está arrebatando mucho de su tradicional voto rural y que después de Castilla y León y Andalucía vendría la Moncloa; Ciudadanos quiere presentarse como la garantía para frenarle y “centrar” aún más a Juanma Moreno; y la extrema izquierda dividida irá al cuerpo a cuerpo más para retroalimentar a los propios fieles que para convencer a indecisos.

Y, mientras, Vox se frota las manos y se dispara en las encuestas sin tener aún ni cabeza de lista al recoger el voto del enfado y el hastío, el que en otros momentos rentabilizaron Podemos y Ciudadanos. Ya llegará el tiempo de volver a exigir presumiendo de relevancia para después hacer concesiones. De llevar en su programa electoral la supresión de los parlamentos autonómicos a querer sentarse en sus gobiernos. María Zambrano no lo pudo definir mejor: “Todo extremismo destruye lo que afirma”.

En marzo de 2015, Santiago Abascal proclamaba sus consignas megáfono en mano subido en un banco de una calle de Sevilla sin despertar el más mínimo interés en los transeúntes que pasaban a su lado ignorándole. En diciembre de 2018, Vox conseguía en Andalucía convertirse en fuerza parlamentaria por primera vez en España, irrumpiendo en el Parlamento con 12 escaños que superaban sus mejores expectativas. En abril de 2022, la formación verde ya condiciona las diferentes estrategias de los partidos en esta casi eterna precampaña electoral.

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