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Fernando Matres

El Zaguán

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¿Y tú, de quién eres?

Los candidatos socialistas del 28 de mayo huirán de Pedro Sánchez para no verse arrastrados en la caída de su popularidad: volverán las campañas personalistas y los logos arrinconados en una esquina del cartel

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Víctor Lerena)
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En ocasiones, cuando la campaña entra por la puerta, las siglas saltan por la ventana. Y eso suele ser el síntoma inconfundible de que el aire político general sopla en contra de la propia formación y de que se acercan las elecciones municipales. En las autonómicas también ha habido algunos sonados ejemplos, aunque ocurre sobre todo a la hora de elegir alcalde o alcaldesa, cuando el nombre y el rostro en las distancias cortas suman mucho más que una marca que lastra.

Ha pasado desde siempre, y seguirá ocurriendo mientras haya candidatos que se jueguen su futuro en medio de una caída en picado de la popularidad del partido en el que militan. Aunque eso es lo de menos, porque cada vez que se repite la fórmula del “por mí primero, y después por todos mis compañeros”, siempre hay alguien que lo echa en cara y otra persona que trata de justificarse. Y hasta puede que a los cuatro años el mismo juego sea la inversa.

Foto: Juanma Moreno y Ximo Puig en una imagen de archivo. (EFE/Raúl Caro)
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En esta montaña rusa perpetua que es la política, ahora le toca a los socialistas afrontar el descenso abrupto, el vértigo que supone enfrentarse a unas elecciones con el hándicap de que tu jefe de filas no sólo no te sume, sino que te reste. Como subir el Everest enfundado en un traje de buzo. Si la política es cabalgar contradicciones, algunos han hecho un arte de ello, hasta el punto de que son capaces de cambiarse hasta de caballo en pleno galope con mayor destreza de la que mostraba Buffalo Bill en su famoso espectáculo sobre el Salvaje Oeste.

Las cartas empezaron a enseñarse cuando el anuncio de Juanma Moreno de eliminar el Impuesto de Patrimonio provocó un efecto mariposa que desató una batalla fiscal y marcó el debate. Frente a la apuesta del PP de bajar los impuestos para atraer inversión, el PSOE quiso marcar un terreno de juego tan simple como el mecanismo de un botijo, sonrojante incluso para los tiempos actuales de titulares líquidos y promesas que se autodestruyen en 24 horas. La derecha le perdona dinero a los ricos mientras nosotros ayudamos a los que más lo necesitan, venía a ser su planteamiento.

Visto su currículum, nadie puede garantizar que Sánchez saldrá del Gobierno la próxima vez que se someta a las urnas

En su cabeza era espectacular, que dirían los Pantomima Full, pero con la luz y la gasolina a precio de oro, el carrito de la compra cada vez más menguante y la inflación disparada hasta los dos dígitos, el mantra no cuajó como esperaban. Para una sociedad mayoritariamente harta de hacer sacrificios de manera permanente por petición del Gobierno, el crédito de Pedro Sánchez está tan bajo mínimos como las cuentas corrientes.

Foto: María Jesús Montero, en una imagen de archivo. (EFE/Fernando Alvarado)

Visto su currículum, nadie se atreve a garantizar que el tiempo de Pedro Sánchez en el Gobierno acabará la próxima vez que se someta a las urnas, pero a día de hoy lo que los barones socialistas tienen claro es que su popularidad está en caída libre y ninguno quiere verse arrastrado por ella.

Por eso Ximo Puig rompió la disciplina de partido, pero a sabiendas y por derecho, no a lo Alberto Casero. Ni la llamada de María Jesús Montero le hizo reconsiderar su postura, a pesar de que destrozaba el relato. Por eso también Emiliano García-Page marca distancias con la política de Sánchez. Y por el mismo motivo Javier Lambán reparte elogios en su visita a Juanma Moreno mientras reivindica un cambio del modelo de financiación autonómica. No hay tiempo que perder y detrás del último no va nadie.

Los presidentes autonómicos del PSOE van a hacer todo lo posible por desmarcarse de la rueda de Sánchez, que ahora mismo es la peor para subir el Tourmalet de las elecciones. No quieren correr la misma suerte de Juan Espadas en Andalucía, destrozado por una mayoría absolutísima (suficiente según el siempre prudente Juanma) tras una campaña en la que las visitas del presidente y los ministros eran vistas por el candidato socialista como un suplicio más que como una ayuda. Te lo agradezco, pero ya me defiendo yo solo, debió pensar más de una vez el exalcalde de Sevilla.

Foto: El presidente Pedro Sánchez saluda a un vecino de Pino Montano flanqueado por Antonio Muñoz y Juan Espadas. (EFE/Julio Muñoz)

Ese descalabro en el Sur vaticina la Gran Ola, que no sólo amenaza con devorar las barcazas como la de Kanagawa, sino hasta el propio Monte Fuji. La pulsión de cambio se intuye por todos los rincones y la cita electoral del próximo 28 de mayo se antoja dura para el PSOE. Vencer en las municipales equivale tradicionalmente a llegar a la Moncloa, con la contada excepción de 2008, por lo que Sánchez necesita a sus alcaldes… pero los alcaldes intentarán huir de él como de los malos augurios.

Volverán las campañas personalistas, las alusiones a que la buena gestión no es de derechas ni de izquierdas, los logos inapreciables arrinconados en una esquina del cartel… algo que hasta el propio Alberto Núñez Feijóo ha cultivado con éxito cuando la popularidad del charrán volaba muy baja. Hasta tal punto, que puede incluso que a algún candidato un votante despistado le pregunte “¿y tú, de quién eres?”, como si fuera un visitante desconocido en un pueblo de la España vaciada.

En ocasiones, cuando la campaña entra por la puerta, las siglas saltan por la ventana. Y eso suele ser el síntoma inconfundible de que el aire político general sopla en contra de la propia formación y de que se acercan las elecciones municipales. En las autonómicas también ha habido algunos sonados ejemplos, aunque ocurre sobre todo a la hora de elegir alcalde o alcaldesa, cuando el nombre y el rostro en las distancias cortas suman mucho más que una marca que lastra.

Pedro Sánchez PSOE