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Pactos tengas, y los cumplas
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Fernando Matres

El Zaguán

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Pactos tengas, y los cumplas

Lo importante es marcar las líneas desde el inicio, sean cuales sean, y mantenerlas, no ir moviéndolas a capricho como si fuera una linde con la que ganar unos metros

Foto: Abascal y Feijóo coinciden en la celebración del 12 de Octubre. (EFE/Zipi)
Abascal y Feijóo coinciden en la celebración del 12 de Octubre. (EFE/Zipi)
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Pleitos tengas, y los ganes, reza la vieja maldición que alude a las múltiples complicaciones que acarrea un juicio, por más que la sentencia sea favorable. Pactos tengas, y los cumplas, podríamos adaptar la frase a estos tiempos en los que unos y otros se arrojan a la cara sus respectivos acuerdos. Curioso mundo éste, en el que el diálogo y entendimiento con otros partidos, que debería ser la razón de ser de la política, es reprochado como el peor de los pecados. Algo hemos hecho muy mal para llegar hasta aquí.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Miquel A. Borrás)

Si gobiernas con mayoría absoluta, utilizas un rodillo intolerable. Si lo haces en coalición, le abres la puerta de las instituciones a sus enemigos. Si apuntalas la gobernabilidad con apoyos puntuales, estás blanqueando a las peligrosas minorías. Definitivamente, ser político se está convirtiendo cada vez más en una profesión de riesgo.

Lo de la viga y la paja se ha quedado pequeño. Ya hay quien es capaz de detectar una minúscula mota en los ojos ajenos sin pestañear por el rascacielos que asoma en los propios. Los enemigos de la democracia, como el infierno para Sartre, siempre son los otros. La Ley es igual para todos, los principios parecen admitir interpretaciones. Lo importante es marcar las líneas desde el inicio, sean cuales sean, y mantenerlas, no ir moviéndolas a capricho según la conveniencia como si fuera una linde con la que ganar unos metros. Con esas reglas del juego, cualquier acuerdo con un partido legal y constitucional debería ser viable y asumible, guste más o menos. Pero el movimiento se demuestra andando y los pactos, gobernando.

Foto: Ortuzar (izquierda), junto a Otegi (centro), en un homenaje a los lendakaris que vivieron el exilio. (EFE/Miguel Toña)

Por eso, hay tres planos dignos de análisis dentro de las negociaciones, ya sean de Gobierno, de investidura o de gobernabilidad. Uno es el de las declaraciones públicas, lo que dicen unos y otros en ese clásico ejercicio de esgrima dialéctica que acompaña a todos estos procesos. Otro es el de los documentos, los puntos que se firman para dejar establecidos los compromisos mutuos. El último, el de los hechos, las decisiones que se toman en la práctica. Obviamente, todos tienen importancia, pero hay matices que nos hacen recordar la fábula del plato de huevos con jamón, ésa en la que el cerdo se quejaba amargamente de que la gallina solo se implicaba mientras que él se comprometía. Quien dice, firma y hace siempre lo mismo, se compromete. Y como cumple su palabra, incluso sorprende.

De la importancia que tienen esos matices encontramos uno de los mejores ejemplos en Andalucía, el Parlamento en el que Vox tuvo representación por vez primera en España. Allí llegaron en enero de 2019 presumiendo de ser “la fuerza decisiva del cambio en Andalucía” y prometiendo influir en las nuevas políticas y derogar la Ley de violencia de Género. Eso fue lo dicho. En el acuerdo de investidura que suscribieron con el PP, incluyeron reivindicaciones ideológicas como crear una Consejería de Familia y perogrulladas como cumplir con la legislación vigente en materia de inmigración o colaborar con todos los medios al alcance para prevenir la amenaza del fundamentalismo islámico. Tal fue lo firmado. Durante la legislatura, sus planteamientos iniciales quedaron en nada ante la labor eficaz y callada del Gobierno del PP y Ciudadanos, pese a las reiteradas amenazas de retirar el apoyo y tumbarlo. He aquí la realidad, el hecho.

placeholder Moreno, en el pleno de investidura de hace un año. (EFE/Julio Muñoz)
Moreno, en el pleno de investidura de hace un año. (EFE/Julio Muñoz)

Esta historia terminó con la mayoría absoluta de Juanma Moreno hace ahora un año y Vox condenado a la mayor de las irrelevancias. Precisamente a este antecedente se aferra ahora para pedir, más bien exigir, entrar en todos los gobiernos allí donde el PP les necesite. Y también en este caso tienen todos los compañeros del presidente andaluz un magnífico espejo en el que mirarse. A la ultraderecha le hace grande entrar en su juego y le minimiza actuar sin complejos, con sentido común y llamar a las cosas por su nombre.

Lo acaba de demostrar a la perfección también la candidata popular en Extremadura, María Guardiola. No hay que perder ni un segundo en debates ya superados, ni siquiera para reafirmarlos. La lucha contra la violencia machista y los derechos de la mujer, los inmigrantes y el colectivo LGTBI no se negocian, afortunadamente nuestra sociedad lo tiene asumido plenamente de manera mayoritaria y no se da ni un paso atrás, ni siquiera por meras cuestiones de terminología. Contra el ruido, normalidad; ante las provocaciones de brocha gorda, la sensatez; frente a la guerra cultural, las cosas del comer.

Foto: María Guardiola. (EFE/Jero Morales)

Todo un contraste con Pedro Sánchez, incapaz de argumentar los pactos con Bildu que tanto daño le han hecho. Va preguntándose por las esquinas por qué los votantes no valoran la subida de las pensiones y el salario mínimo, la reforma laboral o las medidas contra la inflación y no comprende que su problema es que ya no le ven como alguien de fiar. Que el motivo es esa pregunta de Carlos Alsina cuyo eco sigue retumbando: “¿Por qué nos ha mentido tanto, presidente?”.

Lo importante no es con quién pactas, se defiende, sino lo que pactas. Y tiene razón, ha pactado entre otras cosas “presos por Presupuestos”, como dijo Otegi, o retirar las competencias a la Guardia Civil en Navarra para contentar a sus socios. Ni ETA ni Cataluña son ya una preocupación para los españoles como lo eran antes, alega. Claro, como el niño coñazo deja de protestar cuando le concedes todos los caprichos.

Pleitos tengas, y los ganes, reza la vieja maldición que alude a las múltiples complicaciones que acarrea un juicio, por más que la sentencia sea favorable. Pactos tengas, y los cumplas, podríamos adaptar la frase a estos tiempos en los que unos y otros se arrojan a la cara sus respectivos acuerdos. Curioso mundo éste, en el que el diálogo y entendimiento con otros partidos, que debería ser la razón de ser de la política, es reprochado como el peor de los pecados. Algo hemos hecho muy mal para llegar hasta aquí.

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