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Fernando Matres

El Zaguán

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¿Quiénes hemos ganado?

Reeditar el 'efecto bandwagon' apelando al voto útil: la apuesta de Juanma Moreno para que Feijóo esquive las preocupantes excentricidades de los pactos recientes

Foto: Feijóo pasea acompañado de Ayuso y Moreno. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Feijóo pasea acompañado de Ayuso y Moreno. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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“Un perdedor es alguien que tiene ansia, un ganador es alguien que tiene suerte”, decía Silvio Fernández Melgarejo, el genial rockero sevillano, autor de numerosas sentencias como esta, a medio camino entre lo filosófico y lo etílico. Salvo que se quiera cultivar esa aura misteriosa y bohemia que caracterizaba al cantante, nadie quiere ser un perdedor. Todo el mundo quiere ser un ganador, o al menos sentirse así. En la vida y en la política, que es como la vida, pero rodada por Luis García Berlanga.

A ese instinto natural de querer sentirse ganador ha apelado desde siempre la publicidad, transmitiendo la creencia de que alguien pertenece al grupo de los elegidos por consumir un determinado producto o servicio. Vestir como un ganador, oler como un ganador, comer donde comen los ganadores… Hacer uso de una marca de éxito hace pensar que se comparte ese mismo éxito, por eso el propio incremento de la demanda aumenta la necesidad de quienes aún no son usuarios.

Foto: Una urna aún vacía momentos antes de la apertura en un colegio electoral. (EFE/Archivo/Javier Etxezarreta) Opinión

Este efecto, conocido como bandwagon, también opera en el mundo de la política y condiciona no sólo las encuestas, sino también el propio voto. Una amplia mayoría de ciudadanos lo tiene decidido de antemano, por militancia, tradición o convencimiento, pero siempre hay un porcentaje de indecisos, que los expertos cuantifican en un millón de personas para el 23J, que busca una razón de última hora para elegir. Y buena parte de ellas sucumbirán ante ese efecto arrastre, que es optar por la candidatura que presumiblemente resultará ganadora, en base a los sondeos, las informaciones de los medios de comunicación o los comentarios de la calle.

¿Y por qué lo hará? Para creerse en el lado bueno de la historia, como quien se compra el reloj de moda más vendido, al igual que quien lee el periódico con la línea editorial que comparte para reafirmarse en sus opiniones, en lugar de para informarse. Para sentirse un ganador, en definitiva, un winner de manual. Para poder decir en la noche electoral como el protagonista de esa deliciosa anécdota, atribuida al exministro Pío Cabanillas: entonces, ¿quiénes hemos ganado?

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el candidato popular en la Región de Murcia, Fernando López Miras. (EFE/Marcial Guillén)

Los resultados del 28M y las encuestas publicadas señalan a Alberto Núñez Feijóo como más que posible ganador, por más que Pedro Sánchez se haya lanzado a una estrategia a la desesperada en busca de la remontada, amparándose en los recelos que despierta un posible pacto PP-Vox. Y precisamente ese mismo comodín que trata de rentabilizar el Presidente del Gobierno para revalidar el cargo es empleado por el aspirante para apelar a ese concepto de moda que todo el mundo quiere utilizar a su favor: el voto útil.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, lo expresó esta semana con nitidez: “Alberto Núñez Feijóo va a ser presidente, que no le quepa duda a nadie. La pregunta es cómo quieren que sea presidente ¿solo o acompañado? La pregunta es si queremos un gobierno condicionado y limitado o un gobierno sin ataduras”. El mensaje es tan directo como relevante su emisor, porque precisamente ha sido uno de los pocos líderes capaces de armar dos gobiernos consecutivos sin que Vox haya tenido incidencia alguna en ellos. Primero, firmando un pacto de apoyo a la investidura. Después, con una aplastante mayoría absoluta. Es una apelación a la fórmula que tan buen resultado le dio en Andalucía, concentrar el respaldo al bloque de la derecha en el PP para impedir las preocupantes excentricidades vividas recientemente en comunidades y ayuntamientos cogobernados.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en un congreso en Málaga con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. (EFE/Jorge Zapata)

De la misma brillante hoja de servicios puede presumir Isabel Díaz Ayuso, que utilizó igualmente al partido de Santiago Abascal como socio externo hasta que el pasado marzo alcanzó la mayoría absoluta. Idéntico resultado, aunque camino opuesto, porque si Juanma Moreno lo ha recorrido ofreciéndose como antídoto frente a los excesos desde la moderación, la presidenta madrileña ha preferido hacerlo por absorción, protagonizando ella misma esos excesos.

Diríase que Feijóo tiene en ellos dos espejos en los que mirarse para eludir el abrazo del oso de Vox: hacerlo inútil desde la sensatez y la moderación como en Andalucía o arrebatándoles su propio discurso a base de una confrontación directa ejemplificada en su lema “Comunismo o libertad”. Aunque la afirmación resultaría paradójica porque el líder popular ya lo hizo antes con más efectividad, encadenando cuatro mayorías absolutas en las que borró del mapa a la derecha más extrema. No debería tener que mirar a nadie para saber lo que hacer en esta situación, pero...

Foto: Irene Montero y Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Si bien con el voto útil ocurre como con algunas chaquetas, que son reversibles. El PP lo pide para no depender de Vox, el PSOE para frenar a la ultraderecha, Sumar para obligar a Pedro Sánchez a adoptar medidas más sociales y Vox para ser influyente y forzar a los populares a escorarse más hacia la diestra. Sucede, no obstante, que la tozuda realidad de los porcentajes ratifica que no todo voto es útil, sobre todo cuando, por obra y gracia de la Ley D’Hondt, hay provincias en las que resulta muy complicado o imposible obtener un escaño para las fuerzas políticas que no quedan en los dos primeros lugares en el recuento.

Y ahí tenemos al votante que quiere dejarse seducir por ese efecto arrastre tratando de discernir cuál es el caballo ganador al que debe subirse en marcha. Las señales externas parecen claras y apuntan a una pulsión de cambio, por más que Pedro Sánchez se faje en demostrar, a base de sonrisas en su carrusel de entrevistas, que hay partido. Tal vez alguien necesita que le recuerden las palabras que el abuelo de esa maravillosa película que es Pequeña Miss Sunshine le dedicaba a su insegura nieta: “El verdadero perdedor no es aquél que no gana, el verdadero perdedor es aquél que tiene tanto miedo a no ganar que ni siquiera lo intenta”.

“Un perdedor es alguien que tiene ansia, un ganador es alguien que tiene suerte”, decía Silvio Fernández Melgarejo, el genial rockero sevillano, autor de numerosas sentencias como esta, a medio camino entre lo filosófico y lo etílico. Salvo que se quiera cultivar esa aura misteriosa y bohemia que caracterizaba al cantante, nadie quiere ser un perdedor. Todo el mundo quiere ser un ganador, o al menos sentirse así. En la vida y en la política, que es como la vida, pero rodada por Luis García Berlanga.

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