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Fernando Matres

El Zaguán

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¿Qué puedes hacer tú por Andalucía?

El colapso de la Atención Primaria o la sequía no son responsabilidad de los andaluces, pero sí pueden contribuir con pequeños gestos a que no empeore la situación

Foto: Las personas utilizan la mascarilla en un centro de salud en Málaga. (Álex Zea/Europa Press)
Las personas utilizan la mascarilla en un centro de salud en Málaga. (Álex Zea/Europa Press)
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A Milton Friedman le reprocharon en una ocasión el alto precio que tenían las entradas para asistir a una conferencia suya, cuando tradicionalmente todas las charlas en esa Universidad eran gratuitas. El Premio Nobel de Economía respondió que el hecho de que los asistentes no tuviera que pagar para verla no significaba que fueran gratis, que todo tiene un precio: el alquiler del salón, la jornada de los trabajadores, el caché del conferenciante… “La palabra gratis es una de las peor usadas. No hay nada gratis. Lo que sucede es que las personas que asistieron a esas conferencias fueron subvencionadas por las que no asistieron a través de sus impuestos”, argumentó.

Al margen de la coincidencia o no con los planteamientos ultraliberales de Friedman, defensor a ultranza del libre mercado y contrario a cualquier intervencionismo por parte del Estado, su explicación, sostenida en la frase de que “nadie gasta el dinero de los demás tan cuidadosamente como gasta el suyo propio”, nos debe hacer reflexionar.

Recordaba el aforismo de Friedman al leer el extraordinario reportaje de Pablo D. Almoguera que nos contaba que los andaluces faltamos a 2,8 millones de citas con médicos de Atención Primaria durante 2023. En pleno colapso del servicio, con grandes retrasos y dificultades para conseguir una visita a un profesional médico, nos hemos permitido el lujo de no acudir todas esas veces sin notificarlo previamente, impidiendo por lo tanto que otra persona que sí tenía la necesidad de ir pudiera hacerlo. Parece una evidencia que si ese servicio tuviera un coste directo a buen seguro que no se actuaría con tanta ligereza a la hora de no acudir. Por eso son tan interesantes las “facturas sombra” para conocer el coste real, porque sanidad gratuita no quiere decir sanidad gratis.

Foto: Imagen de un centro de salud de Málaga. (Europa Press/Álex Zea)

Se trata de responsabilidad social, conciencia o como queramos llamarlo, y se explica a la perfección con una teoría muy simple, la del carrito del supermercado. En los aparcamientos de los centros comerciales hay habilitadas zonas en las que devolverlos y apilarlos una vez cargada la compra en el coche, pero a pesar de ello es habitual ver muchos abandonados por cualquier lugar. Dejarlos en el sitio adecuado no tiene ningún beneficio personal, ni tampoco se castiga no hacerlo, por lo que se trata de una decisión individual entre actuar de manera correcta o no. En resumen, de ser una persona cívica o no serlo.

De la misma manera, nadie premia avisar con antelación de que no se va a acudir a la cita médica para que pueda aprovechar el hueco otro paciente, ni tampoco se sanciona no notificarlo y hacer perder tiempo, oportunidades y recursos a los demás. Dice un aforismo de Baltasar Gracián en “El arte de la prudencia” que hay que “actuar siempre como si nos vieran”. Y eso, más que una cualidad del prudente, me parece el mejor consejo para conducirse por la vida para aquellos a quienes su propia moral no les invita a hacer el bien. Si no se comportan de la manera más beneficiosa para la sociedad por su propia voluntad, al menos que lo hagan por el temor a sufrir el reproche social.

Desgraciada o afortunadamente, la solución a todos nuestros problemas no está en las manos de los ciudadanos en su conjunto, aunque tampoco es aconsejable minimizar la importancia del papel que podemos jugar. “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, escribió Eduardo Galeano y, aunque suena a máxima buenista e inocente, no estaría de más que guiara nuestros pasos.

placeholder La manifestación de Marea Blanca para exigir mejoras en la atención primaria bajo el lema 'Nos roban la sanidad, nos quitan la vida' ocupan las calles de Málaga. (Álex Zea/Europa Press)
La manifestación de Marea Blanca para exigir mejoras en la atención primaria bajo el lema 'Nos roban la sanidad, nos quitan la vida' ocupan las calles de Málaga. (Álex Zea/Europa Press)

Al menos siempre será una actitud más inspiradora y positiva que la de culpar a los demás de todos los inconvenientes. Llevar hasta el extremo la inacción individual nos empuja hasta esa abulia ejemplificada en el popular dicho italiano Piove, Governo ladro (llueve, cochino Gobierno).

Puede afirmarse que los dos principales problemas a los que se enfrenta el Ejecutivo de Juanma Moreno en la actualidad son las críticas al funcionamiento del servicio sanitario y la acuciante sequía, que hace temer por inminentes restricciones de agua. Y resulta curioso que en ambos casos tengan una incidencia, no decisiva pero sí importante, el comportamiento cívico de los andaluces.

Obviamente la responsabilidad de que la Atención Primaria no funcione como debería no es de quienes renuncian a una cita concertada previamente sin avisar o hacen un mal uso o abuso del servicio. Como que los embalses y pantanos estén bajo mínimos no es culpa de aquellos que dejan correr el agua mientras se cepillan los dientes o llenan la bañera para relajarse. Pero cada uno de nosotros, con pequeños gestos, podemos contribuir en la medida de nuestras posibilidades al menos a no empeorar la situación.

John Fitzgerald Kennedy interpeló directamente a los estadounidenses en su mítico discurso de investidura. “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”. Seguramente cerrar el grifo mientras enjabonas los platos o cancelar una cita médica no esté a la altura de la épica de la frase, pero ya saben, haciendo cosas pequeñas se puede cambiar el mundo.

A Milton Friedman le reprocharon en una ocasión el alto precio que tenían las entradas para asistir a una conferencia suya, cuando tradicionalmente todas las charlas en esa Universidad eran gratuitas. El Premio Nobel de Economía respondió que el hecho de que los asistentes no tuviera que pagar para verla no significaba que fueran gratis, que todo tiene un precio: el alquiler del salón, la jornada de los trabajadores, el caché del conferenciante… “La palabra gratis es una de las peor usadas. No hay nada gratis. Lo que sucede es que las personas que asistieron a esas conferencias fueron subvencionadas por las que no asistieron a través de sus impuestos”, argumentó.

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