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Menos Pimpinela y más 'We are the world'
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Fernando Matres

El Zaguán

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Menos Pimpinela y más 'We are the world'

Los ciudadanos quieren una clase política que aparque sus egos y falsas discusiones y se centre en trabajar de la mano para alcanzar acuerdos por el bien común

Foto: Juanma Moreno, en el acto con el que se iniciaron las obras de la línea 3 del Metro de Sevilla. (J.Olmo/EP)
Juanma Moreno, en el acto con el que se iniciaron las obras de la línea 3 del Metro de Sevilla. (J.Olmo/EP)
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En la maravillosa última novela de Daniel Ruiz, Mosturito, el niño protagonista confiesa la angustia que le provocan las canciones de Pimpinela que escucha su tía. "Me ponen triste, triste, porque na más que hay mosqueos y cuernos", reconoce con lástima, por lo que La Tata le consuela, "tranquilo, sielo, no es de verdad, se quieren mucho, en la vida real son hermanos". Si la historia dura, pero tierna de Periquillo no reflejara la Sevilla de los años 80, sino la de los 70, por el patio de vecinos se oiría a Juanito Valderrama y Dolores Abril, que popularizaron sus célebres "peleas en broma" mucho antes que la pareja argentina.

Recordaba la alusión a esas falsas discusiones que invitaban a olvidar y pegar la vuelta mientras contemplaba el paripé protagonizado por los responsables de las administraciones local, autonómica y nacional durante el acto de colocación de la primera piedra de las obras del tramo 1 de la Línea 3 del Metro de Sevilla. Una magnífica noticia, que supone dar un impulso a una infraestructura necesaria y largamente demandada por la ciudad, eclipsada por el empeño de todos los participantes en escenificar impostadamente sus desacuerdos en lugar de destacar y celebrar el acuerdo que hace posible esta ampliación.

Que el Gobierno central y la Junta de Andalucía hayan alcanzado un entendimiento para financiar conjuntamente este proyecto, con la aprobación del Ayuntamiento de Sevilla respecto al trazado y los plazos, no es una cuestión menor. Dicho de otra manera, es cosa mayor, como la cerámica de Talavera de la Reina, según Mariano Rajoy. Con la que está cayendo, que una administración gobernada por el PSOE y otra presidida por el PP desbloqueen de la mano este asunto cuando ya se han cumplido 15 años de la inauguración de la Línea 1 debería ser un motivo de alegría.

Foto: Pedro Sánchez habla con Juanma Moreno durante el acto de colocación de la primera piedra de la ampliación del Metro de Sevilla. (Europa Press / Francisco J. Olmo)

Por el contrario, lo que vivimos fue una sucesión de discursos cargados de reproches, nulo reconocimiento a la colaboración ajena y autoimposición de méritos como impulsores necesarios e imprescindibles de la iniciativa. Y todo ello, además, adornado con los silbidos, abucheos e incluso insultos procedentes de dos grupos adversarios apostados al otro lado de la calle. Como si en lugar de en un acto oficial estuviéramos en un partido de alto riesgo.

Ni siquiera hubo lugar para la tradicional foto de familia como recuerdo de la efeméride, aunque hubiera sido colocando a los "contrarios" en una esquina, al igual que se hace con el yerno recién llegado a la familia para poder cortarlo en caso de ruptura con la niña. Es más, es que unos y otros casi que jugaron al gato y al ratón para no coincidir, como quien hace malabarismos para evitar al pesado de turno en una fiesta.

El ciudadano que desea que sus dirigentes solucionen los problemas y les ofrezcan oportunidades para tener una vida mejor no quiere estas escenificaciones en las que cada uno solo piensa en sus propios intereses, sino que espera que tengan la capacidad para colaborar y trabajar juntos. Y cuestiones como la ampliación del metro o el Pacto por Doñana demuestran que es posible con buena voluntad, incluso en medio de uno de los mayores climas de polarización y crispación política. La lástima es que todo se emborrone con actitudes infantiles de cara a la galería que únicamente buscan el zasca cortoplacista. Sobre todo, porque sabemos que, en el fondo, no lo hacen por convicción, sino por dar espectáculo, como en las falsas discusiones de Pimpinela.

Foto: Juanma Moreno junto a Pedro Sánchez en el barrio sevillano de Pino Montano. (EFE / Julio Muñoz)

Porque de verdad no se entiende que un ministro del Gobierno de España que visita una ciudad no acceda a reunirse con su alcalde, como ha pasado con Óscar Puente e Isabel Rodríguez en Sevilla, pero sí lo haga con el presidente de la Diputación, por el mero hecho de compartir o no formación política. O que unos y otros se comporten como niños, retorciendo el protocolo, para ver quién se sienta al lado del Rey en el palco en la final de Copa. Los ciudadanos deben estar siempre por encima de las siglas. Un minuto de silencio por la lealtad institucional.

Decía Winston Churchill que un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Y la clase política de hogaño no es que ya sea la peor de toda la democracia, como ha reconocido con acierto y autocrítica Alberto Núñez Feijóo, es que solo piensa en el titular del siguiente informativo y en la encuesta de mañana. Como el futbolista tribunero que esprinta en busca de un balón imposible que ya sabe que se marcha por la línea de fondo para arrancar la ovación de la grada.

Hay un interesante documental titulado La gran noche del pop que rememora la complicada grabación en 1985 de We are the world, la célebre canción con fines benéficos que consiguió recaudar 147 millones de dólares para los países más necesitados de África. En él se relata cómo 46 grandes estrellas de la música internacional se reunieron durante toda una larga noche, aprovechando la celebración de los American Music Awards, para registrar el histórico tema. Para que todo saliera bien fue fundamental que los artistas hicieran caso al cartel que el productor Quincy Jones colocó en la entrada del estudio: "Por favor, aparquen sus egos en la puerta". Queridos políticos, por favor, menos Pimpinela y más We are the world.

En la maravillosa última novela de Daniel Ruiz, Mosturito, el niño protagonista confiesa la angustia que le provocan las canciones de Pimpinela que escucha su tía. "Me ponen triste, triste, porque na más que hay mosqueos y cuernos", reconoce con lástima, por lo que La Tata le consuela, "tranquilo, sielo, no es de verdad, se quieren mucho, en la vida real son hermanos". Si la historia dura, pero tierna de Periquillo no reflejara la Sevilla de los años 80, sino la de los 70, por el patio de vecinos se oiría a Juanito Valderrama y Dolores Abril, que popularizaron sus célebres "peleas en broma" mucho antes que la pareja argentina.

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