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Fernando Matres

El Zaguán

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Política con dos dedos de frente

La maquinaria avanza rápida e imparable. Pero precisamente en estos días hemos vivido en Andalucía algunos episodios de esta peculiar manera de entender la vida siempre como un mundo de blancos y negros

Foto: El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz. (EP/María José López)
El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz. (EP/María José López)
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Como advirtió aquí el mismo Juan Soto Ivars, es tan sorprendente como preocupante la moda de abroncar a la gente por decir (o hacer) cosas razonables. El sentido común cotiza a la baja. Resulta extraño que nos cansemos de pedir que los políticos vuelvan a poner en el centro los intereses generales y no sus caprichos particulares y que cuando alguien apueste por ello se le recrimine. Es la triste consecuencia de que el ruido de la polarización gritona se eleve siempre por encima de la sensatez silenciosa y, aún queremos creer, mayoritaria.

En estos tiempos en los que los entresijos de la política parecen escribirlos retorcidos guionistas, siempre en busca del plot twist, aquel que piensa en lo que debe hacer y no en lo que tiene que hacer es un personaje pasado de moda. Los titulares tardan tan solo un día en prescribir y los argumentarios se autodestruyen en cinco segundos, como los mensajes en Misión Imposible.

Como la maquinaria avanza tan rápido e imparable, desgraciadamente hay ejemplos casi a diario, pero precisamente en estos días hemos vivido aquí en Andalucía algunos episodios de esta peculiar manera de entender la vida siempre como un mundo de blancos y negros, de buenos y malos, de los nuestros contra los otros.

Foto: El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, con el número dos de la Junta, Antonio Sanz. (Europa Press/Eduardo Briones)
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Ni siquiera el Ayuntamiento de Sevilla, que hasta el momento había vivido bastante ajeno al triste espectáculo de la politiquería del golpe de efecto y el cortoplacismo, tal vez por el carácter sensato y moderado de José Luis Sanz y Antonio Muñoz, ha podido permanecer al margen. Y todo por el revuelo creado por unas hipotéticas negociaciones para que Vox entre en el Gobierno, algo rotundamente desmentido por el PP, confirmado sin demasiada contundencia por el partido de Santiago Abascal y alimentado más por necesidad que por convicción por el PSOE.

Muñoz se ha visto forzado por los acontecimientos, y seguramente también por su partido, a recordar aquella vieja sentencia de Pío Cabanillas de que “en política no siempre significa no… de momento” para azuzar el miedo a la ultraderecha, si bien hasta el momento su estrategia estaba siendo otra muy diferente y mucho más sensata. El sucesor de Juan Espadas estaba protagonizando una oposición responsable y constructiva, incluso permitiendo con su apoyo o abstención que salieran adelante iniciativas para la ciudad del Gobierno del PP que se veían amenazadas por su falta de mayoría.

Contribuir a la aprobación de las ordenanzas fiscales o de modificaciones presupuestarias necesarias al tener las cuentas prorrogadas es un ejercicio de madurez y lealtad institucional que debe ser elogiado y reconocido, y no penalizado como ocurre a menudo en esta política de la inmediatez y los extremos. También lo hizo a la inversa el PP en el anterior mandato, apoyando el Presupuesto de 2018 o diferentes proyectos de ciudad.

Tacticismo político

Por eso es descorazonador que a veces la virtud sea interpretada como debilidad. O que lo que dicta la conciencia sea retorcido por la utilidad. Que se orille lo importante por lo urgente. Que se aparquen los valores en beneficio del tacticismo. En definitiva, que el PP se proclame víctima de una pinza de la oposición que no existe. O el PSOE vote ahora en contra de proyectos que en su día impulsaron sus alcaldes. O que Vox pase de presumible socio a opositor más firme como método de presión para entrar en el Gobierno.

Me gusta pensar, permítanme la ingenuidad, que no hay armas de persuasión más eficaces que la sinceridad y el sentido común. Y que la distancia más corta entre dos puntos siempre suele ser la línea recta. Que tomar decisiones escuchando a la calle y conociendo sus necesidades e intereses es mucho más provechoso que hacerlo atendiendo a los dosieres de prensa y a los ladridos de las redes sociales.

Tengo muy claro que Antonio Muñoz, aunque no pueda decirlo, no se encuentra cómodo en este escenario. La resaca de la ola nacional ya le costó la Alcaldía hace un año, ahora condiciona su labor en el día a día y hasta puede que en el futuro le lleve a no repetir como candidato.

Foto: Javier Fernández, líder del PSOE de Sevilla, saluda al exalcalde de la capital andaluza Antonio Muñoz. (Europa Press/M. J. López)

Especialmente relevador es lo vivido con la fotografía subida a sus redes sociales el pasado sábado, en la que aparecía junto a Juanma Moreno y su mujer en el festival de música Interestelar con el texto “porque las diferencias políticas, ideológicas, no deben separar a las personas”. Una imagen amable e incluso necesaria que fue aplaudida por muchas personas, pero que curiosamente fue utilizada por el presidente de la Diputación de Sevilla y secretario general del PSOE provincial, Javier Fernández, para reprochar al presidente de la Junta que “mientras usted está de conciertos hay 15 municipios de Sevilla en los que los vecinos y vecinas no tienen urgencias médicas”. Consecuencias de no entender nada… o de entenderlo todo.

Este panorama hace pensar que la mayoría de la clase política tristemente tiene la misma consideración de sus electores que Adlai Stevenson. Célebre es la vieja anécdota de dos veces candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, a quien después de un acto de la campaña en la que se enfrentaba a Dwight Eisenhower, una mujer le expresó su apoyo fervientemente. “Después de escucharle, tengo claro que cualquier persona con dos dedos de frente le votaría”. A lo que Stevenson le contestó con ironía, “sí, con esos ya cuento, lo que pasa es que necesito una mayoría”.

Como advirtió aquí el mismo Juan Soto Ivars, es tan sorprendente como preocupante la moda de abroncar a la gente por decir (o hacer) cosas razonables. El sentido común cotiza a la baja. Resulta extraño que nos cansemos de pedir que los políticos vuelvan a poner en el centro los intereses generales y no sus caprichos particulares y que cuando alguien apueste por ello se le recrimine. Es la triste consecuencia de que el ruido de la polarización gritona se eleve siempre por encima de la sensatez silenciosa y, aún queremos creer, mayoritaria.

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