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El Zaguán
Por
Esto NO es política
Mientras la calle intenta vivir, sus dirigentes se empeñan en enredarse en querellas cruzadas e insultos mutuos y hacer de cada solución, un problema
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“La vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”, cantaba John Lennon en la emotiva Beautiful boy, la canción de cuna a su hijo Sean. La política, en cambio, debe ser eso de lo que los políticos y los periodistas hablamos mientras la gente intenta vivir. La realidad y el deseo. La teoría y la práctica. El ruido y la furia. Las pisadas firmes ahogadas por las mullidas moquetas y los pasos cansados sobre el asfalto, que crean un rumor creciente que ya va generando algunas proclamas. “Lo que pasa en la calle”, que escribiría en la pizarra el alumno de Juan de Mairena, al hilo de la maravillosa exposición Los Machado. Retrato de familia, comisariada por Alfonso Guerra y recientemente inaugurada en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla.
Al igual que para conocer en realidad a un hijo tienes que hacer una media entre cómo se comporta en casa, cuál es su actitud en clase y de qué manera interactúa con su pandilla, para medir eso que tan pomposamente se llama el pulso de la calle no basta con atender a los titulares de los medios de comunicación y las consignas de las redes sociales. Hay que rascar el barniz de la apariencia hasta entender la realidad. Aparcar el relato para descubrir la verdad.
Pensaba en estas cuestiones después de leer las conclusiones de los últimos barómetros del Centro de Investigaciones Científicas (CIS) y el Centro de Estudios Andaluces (Centra). Bueno, pensaba en esto y también recordaba la cita de Mark Twain, esa que nos advierte de que hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Aunque podemos esquivarlas si huimos de las valoraciones de brocha gorda y buceamos en las tripas de los datos. Si aparcamos las respuestas de manual, aquello de que un sondeo no es más que una fotografía de un momento y que la única encuesta válida llega el día de las elecciones, para intentar ir más allá.
De entrada, llama la atención que, aunque el barómetro del Centra apunta un ligero desgaste de Juanma Moreno y un sutil crecimiento del PSOE andaluz, Juan Espadas censurara “la falta de transparencia de sus metodologías de trabajo”. Qué se podría decir entonces del CIS, que no solo no contempla que cuestiones como la Ley de Amnistía, el pacto fiscal o las investigaciones judiciales a José Luis Ábalos, Begoña Gómez o el hermano del presidente erosionen el crédito del Gobierno, sino que incluso detecta un aumento en intención de voto a Pedro Sánchez.
Aunque no quiero centrarme en las estimaciones electorales, por más que sean precisamente las que más reflejo tengan en la prensa, sino en cuáles consideran los ciudadanos cuestionados que son los problemas que más les afectan personalmente. Aquí encontramos que lo que más preocupa a los andaluces es, por este orden, el paro, la sanidad, el acceso y el precio de la vivienda y el funcionamiento de la economía. En general, al margen del cuidado de la salud, la cuestión económica es la que más inquieta, pues varias respuestas pueden agruparse en este mismo tema. Además del genérico “el funcionamiento de la economía” que ocupa el cuarto lugar nos encontramos con “precios elevados, inflación, pérdida de poder adquisitivo”, “sueldos bajos”, “impuestos elevados”, “pensiones bajas”, “desigualdad social/pobreza”…
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Seguro que cualquiera de estos temas ocupa también bastante tiempo en sus conversaciones cotidianas. El temor a perder el trabajo de una amiga, la dificultad para encontrarlo del hermano, los problemas para alquilar un piso del hijo que se va a estudiar fuera o quiere independizarse, la complicación de conseguir una cita médica pronto para la madre o los malabarismos que hace cualquiera para llenar el carro de la compra cuando sobra mes al final del sueldo.
Y mientras estos asuntos quitan el sueño noche tras noche a una mayoría de la población, el día a día de la política transcurre entre querellas sin una mínima base cruzadas entre los partidos, casos de corrupción que unos y otros se lanzan a la cara, acuerdos por debajo de la mesa para rentabilizar la aritmética parlamentaria o mandar mensajes a supuestos socios e insultos cruzados para debatir si la presidenta de una comunidad autónoma debe acudir o no a una reunión con el presidente del Gobierno.
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Sin pecar de buenismo, la política debería ser el arte de hacer más fácil la vida a los ciudadanos, y no más difícil a los adversarios, pero se ha convertido en realidad aquella humorada de Woody Allen cuando dijo que la verdadera vocación del político es hacer de cada solución, un problema. Urge más política y menos politiqueo, escuchar más la voz de la calle y menos los consejos de los pasillos, pensar en la siguiente generación y no en el próximo sondeo.
Como siempre hay que volver a The newsroom, recordemos el arranque del primer capítulo, cuando Will McAvoy participa en una mesa redonda en la Universidad. Una alumna pregunta a todos por qué Estados Unidos es el mejor país del mundo. “Diversidad y oportunidad”, responde una política. “Libertad y libertad”, contesta su adversario. Cuando llega su turno, el periodista primero bromea para intentar eludir la cuestión, pero después sentencia: “No es el mejor país del mundo, no hay una sola prueba que apoye esa afirmación”. Y a continuación enumera una serie de datos estadísticos que demuestran que, efectivamente, no es el mejor país del mundo. Ojalá un Will McAvoy que nos explique a todos que esto NO es política.
“La vida es eso que pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes”, cantaba John Lennon en la emotiva Beautiful boy, la canción de cuna a su hijo Sean. La política, en cambio, debe ser eso de lo que los políticos y los periodistas hablamos mientras la gente intenta vivir. La realidad y el deseo. La teoría y la práctica. El ruido y la furia. Las pisadas firmes ahogadas por las mullidas moquetas y los pasos cansados sobre el asfalto, que crean un rumor creciente que ya va generando algunas proclamas. “Lo que pasa en la calle”, que escribiría en la pizarra el alumno de Juan de Mairena, al hilo de la maravillosa exposición Los Machado. Retrato de familia, comisariada por Alfonso Guerra y recientemente inaugurada en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla.