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El Zaguán
Por
El PSOE andaluz, en su decorado de cartón piedra
Pasó el Congreso y Juan Espadas se quedó solo, barriendo el confeti que lanzaron para otros, sin saber bien si alegrarse por seguir allí o lamentarse por no haber alzado la voz
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No creo que Juan Espadas contara con soplar las velas de la tarta en el fin de fiesta del Congreso Federal del PSOE, que a estas alturas ya debe saber quién tiene el protagonismo, aunque seguro que al menos esperaba probar un trozo, no tener que asistir a la celebración de otros y además recoger todos los restos sin recibir ni siquiera un guiño cariñoso. “Querido Juan, gracias por la hospitalidad. Esta tierra volverá a ser socialista” fueron las únicas palabras que Pedro Sánchez le dirigió, muy lejos de un apoyo expreso a alguien cuyo futuro está cada vez más cuestionado.
El Presidente del Gobierno elogió a Diana Morant, ensalzó la labor del díscolo Emiliano García-Page en la gestión de la DANA. Allí se aplaudió a todo el que subía al estrado como si fuera un “triunfito” cruzando la pasarela. La investigada Begoña Gómez, sin cargo en el PSOE que se sepa, fue recibida como una estrella de cine… Hasta se ovacionó, a instancias del propio Espadas, a los condenados por el “caso ERE”, por extraño que parezca, que acogieron esta restitución saludando puestos en pie junto a Susana Díaz, qué casualidad. Pero ni un mínimo respaldo evidente para quien debería liderar la recuperación de un feudo tradicionalmente socialista más allá de agradecerle que fuera un buen anfitrión, como quien se despide después de una cena en casa ajena: “oye, muy bueno todo, y qué bien organizado, ya si eso nos llamamos y a ver si quedamos otro día”… Una actitud con cierto aroma a la recordada frase de la ministra de Vivienda en Málaga: “Si no hay dónde vivir, quién va a atender a los turistas, dónde se van a alojar los camareros que nos sirven un vino o un espeto”. Pues eso.
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Fiel a su costumbre de no llevar la contraria más que a Juanma Moreno, incluso cuando no debe, el líder de los socialistas andaluces disculpó a Pedro Sánchez, apreciando en su actitud prudencia y respeto estatutario, no falta de interés en apoyarle. “El respaldo se demuestra en la composición de la Ejecutiva”, dijo Espadas ufano por la presencia de 21 andaluces en ella y la ausencia del secretario general del PSOE de Cádiz, Juan Carlos Ruiz Boix, públicamente crítico con su gestión. Pero, cosas de la vida, tan solo un día después Ferraz lo incluyó en la lista tras subsanar lo que calificó como “un error tipográfico”. Igual soy yo, pero suena un poquito a “ghosting”.
No ha acreditado hasta ahora Pedro Sánchez demasiado compromiso con quienes le rodean, más bien no ha dudado en ir prescindiendo de sus colaboradores a medida que entendía que ya no los necesitaba. Reflejar aquí el listado de caídos en acto de servicio ocuparía más espacio del recomendable. Uno tiene la sensación de que en su día fue ungido Juan Espadas porque parecía el apropiado para quitar de en medio a Susana Díaz, que era el objetivo, más que por una fe ciega en él. Igual que en su momento fue considerado también útil como portavoz en el Senado. Y la realidad es que ni sus resultados electorales, ni el control del partido, ni su trabajo de oposición demuestran por ahora que haya sido un acierto.
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Seis años después de haber perdido el Gobierno de Andalucía, que ostentó durante cuarenta, no hay signos objetivos de que el PSOE esté cerca de recuperarlo. Los mensajes que hemos leído estos días, como el del presidente de los socialistas andaluces, Manuel Pezzi, que habla de que “ha quebrado ahora al intocable PP de Moreno Bonilla con la ciudadanía en calle”, o el del diputado por Cádiz, Rafael Márquez, que asegura que “tenemos contra las cuerdas a Moreno Bonilla”, obedecen más a una autoafirmación y un exceso de moral que a una certeza. Espadas lo sabe, y lo peor es que Pedro Sánchez también, por eso duda si tomar medidas ya o esperar.
Tras confirmarse que el 41 Congreso Federal del PSOE sería en Sevilla, el 10 de octubre en este mismo Zaguán imaginamos cómo sería la actitud de Espadas hacia Sánchez en él y cualquier parecido con la realidad ha resultado más que una mera coincidencia. “Después lo escuchará desde la primera fila, con su sonrisa de los domingos, levantándose solícito para aplaudir cuando oiga alguna expresión clave, como ‘financiación singular’, ‘solidaridad entre territorios’, algún elogio a los condenados injustamente por los ERE o tal vez ‘fachosfera’. Y, más tarde, lo despedirá agitando su mano en el aire, mientras la comitiva se marcha veloz, sin detenerse, como en la escena final de Bienvenido, Míster Marshall”.
Pasó el Congreso, y el todavía líder de los socialistas andaluces se quedó solo, entre el decorado de cartón piedra, barriendo el confeti que lanzaron para otros. Y, lo peor de todo, sin saber bien si alegrarse por seguir allí, mientras Juan Lobato ya está fuera y suenan aires de cambio forzado en Aragón, Castilla y León o Extremadura, o lamentarse de que no le ha servido de nada jamás alzar la voz. Aún no tenemos demasiado claro si dijo queda Juan Espadas para rato, o para un rato, que ya se sabe que el diablo está en los detalles.
No creo que Juan Espadas contara con soplar las velas de la tarta en el fin de fiesta del Congreso Federal del PSOE, que a estas alturas ya debe saber quién tiene el protagonismo, aunque seguro que al menos esperaba probar un trozo, no tener que asistir a la celebración de otros y además recoger todos los restos sin recibir ni siquiera un guiño cariñoso. “Querido Juan, gracias por la hospitalidad. Esta tierra volverá a ser socialista” fueron las únicas palabras que Pedro Sánchez le dirigió, muy lejos de un apoyo expreso a alguien cuyo futuro está cada vez más cuestionado.