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El Zaguán
Por
María Jesús, Juanma y el botón del ascensor
Son como esos vecinos que no se aguantan y discuten en las reuniones de la comunidad, pero se sonríen y saludan cortésmente cuando coinciden en las zonas comunes
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Todavía no comparten Parlamento y ya están María Jesús Montero y Juanma Moreno hartos de verse. Igual practican el juego de las sillas en el palco de la final de la Copa del Rey, que ensayan un gesto de reflexión interior en el palco de autoridades de la Gran Procesión del Jubileo en Roma, que ponen cara de entender el funcionamiento del acelerador de partículas en el acto de colocación de la primera piedra del edificio del IFMIF-Dones en Granada. Son como esos vecinos que no se aguantan y discuten en las reuniones de la comunidad, pero se sonríen y saludan cortésmente cuando coinciden en las zonas comunes. Aunque luego aprieten discretamente el botón de cierre de puertas en el ascensor si ven llegar al otro a lo lejos para que no le dé tiempo a entrar.
Los fotógrafos deben editar las imágenes de sus saludos para evitar el reflejo de sus amplias dentaduras en esos saludos tan forzadamente cariñosos que se dedican cada vez que se encuentran en un acto, con las manos bien aferradas a los brazos del otro y esos "me-alegro-mucho-de-saludarte" que son de Primero de ojana, esa cualidad tan andaluza del aparentar, la adulación por conveniencia y la hipocresía. Como aquella anécdota de esos dos desconocidos a los que presentaron en cierta ocasión y durante la conversación salieron a colación las profesiones de ambos. "Ah, ¿trabajas allí? Entonces conocerás a Fulano de tal, que es muy amigo mío, dale un abrazo de mi parte", dijo uno de ellos. "Yo soy Fulano de tal", respondió el otro con sequedad. Ojana pura.
Difícilmente se verán en un apuro así la vicepresidenta primera del Gobierno de España y el presidente de la Junta de Andalucía, porque ambos atesoran educación, buenas formas, prudencia y varios trienios en política, si bien la procesión en este caso no va por Roma, sino por dentro. Así que en las distancias cortas hay cortesía y, cuando hay micrófonos por medio, aparecen los reproches. Cosas de la política que, en ocasiones, al igual que atribuyen al rugby, es "un deporte de bárbaros jugado por caballeros".
Ya bastante difuminado el efecto que provocó su nombramiento entre las alicaídas filas socialistas, María Jesús Montero intenta protagonizar un cambio de ritmo, al valorar muy seriamente la posibilidad de que se produzca un adelanto electoral e, incluso, que Pedro Sánchez decida hacer coincidir las elecciones generales con las andaluzas para favorecer la movilización. "Esto no es un paso adelante, es un salto que sólo es posible atreviéndose a introducir audacia, ideas disruptivas, valientes. Si somos capaces de romper con los límites del pasado, de abrir caminos nuevos donde ahora sólo parece que hay resignación", arengó a los suyos en la primera reunión del Comité Director bajo su presidencia, celebrado la pasada semana.
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Aprovechó la cita para lanzar la que pudiera considerarse como primera promesa electoral de la candidata Montero: aprobar una Ley para limitar los conciertos con las clínicas privadas. Así a botepronto suena valiente, aunque más contradictorio que disruptivo, porque cuando fue consejera de Salud recurrió sin pudor alguno a estos conciertos. Sería demasiado ingenuo pensar que ha sido un error de cálculo apostar por este compromiso, así que concedamos que responde a esa audacia pregonada, a una candidatura sin complejos que intenta partir de cero.
Porque precisamente en esa hemeroteca eternamente cruel, como un adiós prematuro, está el segundo gran enemigo de Montero. Después de Juanma Moreno, claro, su enemigo público número uno. "Mañana llegaremos a San Telmo, pasado mañana a los ayuntamientos", proclamó con ese tono permanentemente mitinero, ahora más que nunca, como si versionara a Leonard Cohen.
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Si Roberto Fontanarrosa afirmaba con ironía que no fue futbolista tan solo por dos detalles, su pierna derecha y su pierna izquierda, seguro que María Jesús Montero no querrá lamentarse en el futuro de que nunca llegó a ser presidenta de la Junta de Andalucía precisamente por su pasado. Como borrar nuestras huellas resulta imposible en esta época de Internet e Inteligencia Artificial, lo mejor es asumirlas sin avergonzarse y, como dicen ahora los cursis, "reivindicar el derecho a cambiar de opinión".
Tampoco ayuda demasiado de cara al electorado su condición de Ministra de Hacienda, no ya porque sea una tarea que requiere de mucha dedicación y provoque que entre en contradicciones, sino sobre todo porque es como si se presenta a delegada de clase la niña repelente que apunta en la pizarra quién se porta mal cuando se va la profesora. Nunca va a ser la más popular en el recreo. Si la persona que maneja las cuentas habitualmente es odiada hasta por sus compañeros de Gobierno…
Y además su adversario se siente fuerte, tranquilo en una plácida mayoría absoluta que apenas le trae sobresaltos y crecido tras el encargo recibido de elaborar la ponencia política del Congreso Nacional del PP en julio. Un respaldo más definir junto a Alfonso Fernández Mañueco, el otro barón que primero tendrá que someterse a revalidar la confianza, el proyecto político que aspira, ahora sí, a volver a La Moncloa.
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En ese camino hasta que se abran las urnas, María Jesús y Juanma coincidirán una y mil veces, poniendo a prueba esa cortesía impostada, porque a medida que el tiempo pase la convivencia será más difícil. Igual que el roce diario de quienes viven pared con pared va engordando las discrepancias y reduciendo los puntos de entendimiento. Ya avisaba Chesterton de que la Biblia recomendaba que amemos a nuestros vecinos, pero también a nuestros enemigos, probablemente porque generalmente son las mismas personas.
Todavía no comparten Parlamento y ya están María Jesús Montero y Juanma Moreno hartos de verse. Igual practican el juego de las sillas en el palco de la final de la Copa del Rey, que ensayan un gesto de reflexión interior en el palco de autoridades de la Gran Procesión del Jubileo en Roma, que ponen cara de entender el funcionamiento del acelerador de partículas en el acto de colocación de la primera piedra del edificio del IFMIF-Dones en Granada. Son como esos vecinos que no se aguantan y discuten en las reuniones de la comunidad, pero se sonríen y saludan cortésmente cuando coinciden en las zonas comunes. Aunque luego aprieten discretamente el botón de cierre de puertas en el ascensor si ven llegar al otro a lo lejos para que no le dé tiempo a entrar.