El Zaguán
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El sacrificio de dama de Juanma Moreno
La dimisión inducida de la consejera de Salud es un acierto, aunque llegara con retraso, que el Gobierno andaluz no puede empañar echando la culpa a María Jesús Montero
El 17 de octubre de 1956, en el Marshall Chess Club, un niño de 13 años llamado Robert James Fischer maravilló al mundo por su precocidad, inteligencia y audacia al ganar a Donald Byrne, de 26 años, maestro internacional de ajedrez y campeón del Abierto de Estados Unidos, en la conocida como "partida del siglo". Quien pasaría a la Historia como Bobby Fischer, campeón del mundo y el gran maestro internacional más joven con solo 15 años, sorprendió a todos en el decimoséptimo movimiento al sacrificar a su dama, en lo que aparentaba ser un error propio de un principiante. Pero no era una decisión fruto de su inexperiencia, sino de una arriesgada pero astuta estrategia, que acabó otorgándole el triunfo con negras en una partida que aún sigue estudiándose.
Casi 70 años después, Juanma Moreno también ha tenido que sacrificar a una dama, la consejera de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía, Rocío Hernández, para amortiguar la polémica por los errores en los casos de cribado de cáncer de mama. Aunque en este caso no ha sido una táctica osada, sino una obligación, y aún está por ver si su movimiento también acaba con victoria, en este caso no con piezas negras, sino manteniendo una mayoría absoluta que hasta hace poco nadie cuestionaba.
Porque lo que ha sorprendido de la dimisión inducida de Rocío Hernández no es el hecho en sí, que es un acierto, sino que haya llegado con evidente retraso. Lo ocurrido reviste tal gravedad, y afecta a tantas vidas humanas, que resultaba insostenible cerrar la crisis sin que alguien asumiera la responsabilidad política. Extraña, sin embargo, que a Juanma Moreno —habitualmente un dirigente con buena capacidad para leer los escenarios y adelantarse a los movimientos, como un ajedrecista— le haya costado tanto dar este paso.
En la esfera pública española, dimitir sigue siendo un gesto casi excepcional. Asumir errores, reconocerlos y dar un paso al lado continúa viéndose más como una derrota que como un acto de coherencia y respeto institucional. Y puede ser comprensible, aunque no justificable, en políticos de carrera que viven de los cargos y carecen de un horizonte profesional más allá del despacho público. Pero cuesta mucho más entenderlo cuando se trata de una persona con formación sólida, amplia experiencia técnica y trayectoria acreditada. Precisamente en esos casos, la renuncia a tiempo dignifica, protege la gestión realizada y refuerza la confianza ciudadana.
Opinión Cuando se produce una crisis de esta magnitud, lo que la ciudadanía espera es claridad: admitir el error, pedir disculpas, asumir responsabilidades y poner en marcha medidas que eviten su repetición. Y en todo esto sí parece haber acertado el presidente de la Junta de Andalucía, asumiendo la gravedad, solicitando perdón en primera persona, activando un plan de choque y poniendo la Consejería en manos de un gestor experto y acostumbrado a las situaciones complicadas como Antonio Sanz.
Todo eso lo ha hecho bien, por eso choca, por otro lado, que el PP andaluz haya querido recurrir a la excusa de que "el protocolo viene de María Jesús Montero". Aunque fuera cierto, no es el momento utilizarlo, porque supone incurrir en el mismo error que vimos durante la gestión de la DANA: el de culparse mutuamente, en lugar de ofrecer soluciones. Eludir responsabilidades no resuelve el problema, solo agrava la percepción de desconfianza. Es la hora de poner soluciones y recuperar la confianza de las mujeres andaluzas en un sistema crucial para salvar vidas, no de perderse en reproches cruzados.
Opinión Dicho esto, la crisis del Gobierno andaluz no otorga carta blanca al PSOE para apropiarse del discurso sanitario. Es injusto atribuir la situación actual a un supuesto proceso de privatización promovido por el Partido Popular cuando el sistema de conciertos con la sanidad privada no solo es el mismo, sino que alcanzó cifras récord durante los años de gestión socialista, curiosamente con María Jesús Montero al frente de Salud. La diferencia, más que en el modelo, radica en la eficacia de su aplicación y en la transparencia de sus resultados.
El PSOE sabe bien que la gestión sanitaria tuvo buena parte de culpa de que perdiera el poder y, con las elecciones autonómicas en el horizonte, no es casual que haya decidido centrar su estrategia en un terreno donde el desgaste del Gobierno es mayor y la sensibilidad ciudadana más alta. En este contexto, la dimisión de la consejera no solo busca cerrar una crisis, también es un intento de cortar la hemorragia política antes de que el debate sanitario se convierta en el eje central de la próxima campaña. Y tampoco están en condiciones los socialistas andaluces de exigir que la asunción de responsabilidades siga escalando hasta el propio Juanma Moreno, después de que una crisis de similar gravedad, la del Ministerio de Igualdad con las pulseras antimaltrato, se haya saldado sin una sola dimisión o cese y además Pedro Sánchez continúe señalando que es un bulo alentado por la derecha.
El 17 de julio, en este mismo Zaguán, advertíamos sobre qué podía costarle una nueva mayoría absoluta a Juanma Moreno. "La única manera de que la situación dé un vuelco, como el que le llevó a él mismo a San Telmo, es que se enrede en debates nacionales o se preocupe más de una oposición débil que de esas familias que piden ser atendidas por su médico cuando están enfermas o que sus hijos puedan estudiar en condiciones dignas. Con un rival que no solo chupa rueda siempre, sino al que se le sale la cadena de vez en cuando, el problema sería frenarse a estirarse el maillot y levantar los brazos antes de cruzar la meta sin mirar atrás". Ya se ha encontrado con un bache, y ahora debe apretar el ritmo hasta el final.
El 17 de octubre de 1956, en el Marshall Chess Club, un niño de 13 años llamado Robert James Fischer maravilló al mundo por su precocidad, inteligencia y audacia al ganar a Donald Byrne, de 26 años, maestro internacional de ajedrez y campeón del Abierto de Estados Unidos, en la conocida como "partida del siglo". Quien pasaría a la Historia como Bobby Fischer, campeón del mundo y el gran maestro internacional más joven con solo 15 años, sorprendió a todos en el decimoséptimo movimiento al sacrificar a su dama, en lo que aparentaba ser un error propio de un principiante. Pero no era una decisión fruto de su inexperiencia, sino de una arriesgada pero astuta estrategia, que acabó otorgándole el triunfo con negras en una partida que aún sigue estudiándose.