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Luz renacentista para un nuevo 28-F
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María José Caldero

Los lirios de Astarté

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Luz renacentista para un nuevo 28-F

El origen de la sede del Parlamento andaluz está en el empeño de una mujer, Catalina de Ribera, viuda del Adelantado Mayor de Andalucía, de fundar un hospital para mujeres pobres y enfermas, aunque no incurables ni contagiosas

Foto: 'Hércules con leones y columnas' de José López García-Seguiri. (Sevillacityoffice)
'Hércules con leones y columnas' de José López García-Seguiri. (Sevillacityoffice)

Al oráculo de Delfos llega un Hércules consumido por la culpa. En un arrebato de locura, el héroe ha acabado con la vida de su mujer e hijos. Un brote psicótico provocado por Hera, que ve en el semidios el fruto de la infidelidad de su marido, Zeus. El oráculo le ordena ponerse al servicio del rey Euristeo de Argólida, quien le ordena doce trabajos, a priori, imposibles de completar.

La décima tarea, robar el ganado del gigante Gerión, le lleva al archipiélago de Gadeiras, en las inmediaciones de la actual Cádiz. Aquí llegó, robó los bueyes y, para completar la proeza, separó las tierras de Europa y África. Una columna en Gibraltar y la otra en Ceuta (aunque Marruecos reclama esa columna, nosotros barremos para casa). Entre ellas aparece el héroe en el escudo de Andalucía. Dominator Hercules Fundator.

Foto: Vista del Parlamento andaluz el pasado 28 de febrero. (EFE/Raúl Caro)

En esfuerzo titánico lo representó el artista malagueño José López-García Seguiri en el conjunto escultórico que se ubicaba en el Pabellón de Andalucía de la Expo’92 y que desde 2007 podemos ver en los jardines del imponente Hospital de las Cinco Llagas, hoy sede del Parlamento autonómico.

Mitología clásica y Renacimiento. Lección de Historia del Arte para los representantes del pueblo andaluz.

La adaptación como sede parlamentaria supuso la salvación del extraordinario edificio hospitalario. Cinco siglos de cura y sanación frente a las murallas almohades de la Macarena bien merecían el rescate.

El origen de la institución está en el empeño de una mujer, Catalina de Ribera, viuda del Adelantado Mayor de Andalucía, de fundar un hospital para mujeres pobres y enfermas, aunque no incurables ni contagiosas.

Corría el año 1500, inicio de un siglo en el que Sevilla se convertiría en la gran metrópolis comercial del reino y en un centro artístico de primer orden. Llegaría entonces la bula papal que autorizaba la creación del hospital, ubicado inicialmente en unas casas propiedad de Catalina en la calle Santiago. Pronto se quedarían pequeñas las dependencias de la colación de Santa Catalina y sería el hijo de la fundadora, Fadrique Enríquez de Ribera, el que iniciaría los trámites para trasladar la institución a la gran explanada junto a la Puerta de la Macarena.

En 1546, veinte años después de que Carlos I se casara con su prima Isabel de Portugal bajo la cúpula dorada del Salón de Embajadores del Real Alcázar, comienza la construcción del nuevo hospital. Un enorme cuadrilátero con torres en las esquinas y diez patios de los que se construyeron nueve y se conservan ocho. Una ingente obra que quedó inconclusa y que pasó por todo tipo de contratiempos y vicisitudes.

Foto: El cantante Alejandro Sanz, en diciembre. (EFE/Luca Piergiovanni)

Al atravesar los jardines que lo anteceden y pararnos ante la imponente fachada horizontal, nos embarga la emoción de sabernos frente a un hito de la arquitectura civil de su tiempo.

Martín de Gainza, Hernán Ruiz II, Asensio de Maeda. Un vasco, un cordobés y un granadino como maestros mayores comandando un equipo de obreros que levantaron sus viviendas cerca del lugar de trabajo, circunstancia esta que influiría decisivamente en la expansión del arrabal macareno.

En el interior, todo se articula en torno a los patios. Galerías de ventanas, todas las posibles

Sillares, ladrillos y piedras de las canteras de Morón, Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María. Madera cordobesa para las cubiertas. Blancos, azules, amarillos y verdes, azulejos de colores para los chapiteles de las torres. Una miscelánea de artistas, artesanos y materiales para un edificio eminentemente renacentista en su estructura, que tornará en un bellísimo manierismo en su iglesia y en un majestuoso protobarroco en la portada principal.

En el interior, todo se articula en torno a los patios. Galerías de ventanas, muchas, todas las posibles. Luz y ventilación por prescripción médica.

Y sobresaliendo del skyline hospitalario, la hermosísima iglesia, actual Salón de Plenos del Parlamento. No la trazó Hernán Ruiz, pero su intervención fue tan decisiva y magistral, que no es justo negarle su autoría. El cordobés ansiaba dirigir las obras del recinto tanto que, según señaló el ya desaparecido catedrático de Historia del Arte de la Hispalense, Antonio de la Banda, llegó al extremo del intento de soborno de algún miembro del jurado que debía elegir al maestro de obras. Un poco trilero y mal pagador (llegó a estar encarcelado por deudas), también fue un excelente arquitecto y un extraordinario diseñador de soluciones compositivas.

Mármol rosa portugués para la portada, una de sus mejores creaciones. Concebida a modo de arco de triunfo con columnas dóricas y jónicas, arco resaltado de medio punto para la entrada y un frontón triangular rematando el conjunto. En las enjutas del arco, los relieves de las Virtudes Teologales, de Juan Bautista Vázquez el Viejo, nos recuerdan que accedemos a un recinto que fue sagrado.

Los siglos pasaron por el viejo hospital y con ellos sequías, epidemias, terremotos y hasta una plaga de langostas

En el interior abruma la monumentalidad y la sobriedad herreriana de sus bóvedas, proyectadas por Maeda y Minjares (ambos trabajaron en El Escorial). Las capillas laterales con arcos de medio punto nos llevan irremediablemente a Il Gesú de Roma. Y es que Hernán leía los tratados italianos.

Los siglos pasaron por el viejo hospital y con ellos sequías, inundaciones, epidemias, terremotos y hasta una plaga de langostas. Avatares que marcaron el alma pétrea del edificio que mantuvo sus funciones sanitarias hasta 1972. Después, el abandono.

Felizmente recuperado, con una más que acertada restauración, cinco siglos de historia nos contemplan desde el lugar donde se representa al pueblo andaluz a las puertas de un nuevo veintiocho de febrero.

Luz y aire de las Cinco Llagas.

Al oráculo de Delfos llega un Hércules consumido por la culpa. En un arrebato de locura, el héroe ha acabado con la vida de su mujer e hijos. Un brote psicótico provocado por Hera, que ve en el semidios el fruto de la infidelidad de su marido, Zeus. El oráculo le ordena ponerse al servicio del rey Euristeo de Argólida, quien le ordena doce trabajos, a priori, imposibles de completar.

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